VII. Como en los viejos tiempos (Pt. 2)

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El sarcasmo de Carlos se notaba hasta en su "amigable" sonrisa, mientras que André lo miraba sin poder reaccionar...

- ¡Vaya esclavo!... ha pasado tiempo eh – haciendo una pausa, Carlos señaló con su dedo índice a la parte baja de André – esos pantalones blanquitos, te quedan muy bien.

Esas palabras eran claras referencias para André; el comportamiento de Carlos ya dejaba un claro mensaje...

- ¿Sabes esclavito? Un pajarito me ha contado que todos están buscando a un trabajadorcito, muy picarillo, con unos pantaloncitos así de blanquitos – Carlos hacía gala de su simpático sarcasmo en todo momento – pero no creo que seas tú... ¿o sí?

André no sabía por qué este tipo de situaciones siempre lo dejaban sin poder reaccionar a tiempo. Sus piernas no respondían a su deseo de huir...

- Pues ya que te has quedado mudo como un gran tonto – vaciló Carlos – voy a tener que llevarte hasta el "viejo sirviente" y averiguarlo por mi cuenta... y ¿quién sabe?, quizás hasta tenga que patearte el trasero en el intento, y ese será mi premio.

Carlos empezó a correr como un toro directo hacia André; este último dio media vuelta y empezó a huir justo a tiempo antes de ser alcanzado por Carlos. André tuvo que utilizar el salón de juegos como vía de escape; luego de ello tomó un pasadizo diferente. La adrenalina y el miedo de sentirse atrapado por una bestia, le hicieron desconocer el cansancio por el momento.

André atravesó un nuevo pasadizo, y al salir de este se encontró con un gran salón en el que un suave Valls de fondo se escuchaba, proveniente de un viejo tocadiscos ubicado en una de las esquinas del lugar; en esta sala había alrededor de unas 40 parejas de adultos y ancianos bailando. André se tomó el rápido reflejo de esquivar a todas estas personas mientras huía para llegar hasta el otro pasadizo; pero con Carlos ocurrió todo lo contrario, y mientras iba a la cacería de André, empujó sin intención a toda pareja que se hallase en su camino. Inclusive se pudo escuchar a una mujer mayor de edad gritando de dolor tras una fuerte caída.

Corriendo ahora por el pasadizo contiguo a dichoso salón de baile, André nuevamente logró esquivar por poco a tres sirvientes que venían caminando en sentido opuesto; cada uno de estos llevaba una gran bandeja con platos y vajillas de vidrio y porcelana; pero una vez más, mientras Carlos corría sin cuidado alguno, golpeó con sus codos en las costillas de estos trabajadores, provocando que se les cayeran todas sus cargas. Tras el fuerte ruido provocado por los utensilios al romperse, André no pudo evitar la tentación de mirar a sus espaldas, pero lo único que logró ver por un segundo, fue a un endemoniado Carlos como su captor:

- ¡No te me escaparás esclavito!

André volvió a fijar su mirada por delante, y trató de acelerar el paso; sabía que Carlos, pese a ser alguien más grande y pesado que él, seguramente aún tenía energías de sobra para seguir corriendo; seguramente la inexplicable tentación de querer atraparlo y verlo señalado como un desobediente ante las autoridades del barco, le daban las fuerzas y ganas necesarias para seguir adelante. André hizo lo mismo y pensó en sus padres y Candry como un motivo equivocado para continuar "huyendo".

Llegaron ahora hasta un salón bastante similar al que André ya había visitado, con bastantes personas reunidas para el disfrute de un gran bufete como atractivo principal, servido sobre una muy larga y delgada mesa ubicada justo en el centro del lugar; la distancia que esta mesa cubría era alrededor de unos 50 pasos de largo. En este salón, la cantidad de personas era mucho más abundante que cualquier otra sala en la que André haya estado; tanto así que resultaba casi imposible caminar por el lugar sin evitar empujarse, mucho menos correr. André fue un poco brusco al tratar de escabullirse por este salón, y empujó a unos pares de personas hasta llegar a la mesa; una vez ahí, no tuvo más alternativa que meterse debajo de esta para utilizarla como ruta rápida de escape hasta llegar al final de la sala. Carlos pudo darse cuenta del plan de André, y muy propio de su estilo, fue mucho más agresivo al "escabullirse" entre todos esos pasajeros; inútilmente exclamaba "con permiso" mientras los empujaba. Carlos siguió el camino de André, metiéndose también por debajo de la mesa; ambos comenzaron a gatear con mucho dolor recayendo en sus rodillas. 

Donde los deseos nacen // MADLV (2da. Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora