"Exámen de beta gonadotrofina corionica"

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Narrador Omnisciente.

La morena salió rápidamente en busca de su amiga para ver si tal vez en aquel pequeño trayecto la alcanzaba para hacerle saber de sus sospechas, sin embargo, rastro de ella no encontró, la calle estaba vacía y desierta mientras que una estruendosa piedra la lanzaba hacía atrás perdiendo completamente el equilibrio y cayendo de culo hacía el duro pavimento.

El terrible empujón de su cuerpo contra la tierra sacudió una enorme polvadera que nubló su horizonte. Adolorida se tapó los ojos acongojada y molesta al haber llamado con su caída a un demonio dispuesto a burlarse maliciosamente de su
reciente accidente.

De chaqueta negra como la noche, de ojos oxidadamente oscuros como la profundidad y con una sonrisa de canalla. Una tríada complemente atractiva para cualquiera pero enormemente insignificante para ella, aparecía entre la niebla de polvo recién formada.

-Deberías tener más cuidado boba enfermera. - se burló aquella fastidiosa voz que resultaba para los oídos de Ignacia un enorme rechazo, que inclusive le hacía hasta doler los ovarios.

Alucinada, perdió la conciencia por unos segundos producto del golpe mientras aún seguía con un sentimiento de desorientación el cual
se iba desvaneciendo poco a poco. Giro su cabeza, aún tumbada en el suelo, soltando un gruñido de dolor cuando trataba de incorporarse de pie mientras un potente calor producto de la rabia, le otorgaban grandes desvaríos mentales al ver a Nicolás en frente de ella.

Fue entonces que lo vio allí parado en aquel solitario callejón con los brazos cruzados y cara de burla.

-Generalemente se desmayan cuando me ven, así que no te preocupes. - ironizó creando una mirada asesina por parte de la morena hacía él.

-¿Te ayudo? - se ofreció de manera aún más burlesca, sin mover si quiera un músculo de su cuerpo.

-No te me acerques. - lo amenazó con los dientes apretados. Y el no se movió, es más ni siquiera se iba a mover, siguió con sus brazos cruzados y cara de entre burla y aburrimiento.

La morena rápidamente se incorporó poniéndose a su altura de forma desafiante mientras adoptaba una burlesca facción en su rostro.

-¿Has venido a buscar a tu dulcinea? - arqueó sus cejas. - Al parecer no quería verte, porque se ha ido. - pronunció para acto seguido retomar su marcha a duras penas hasta donde su prometido, sin embargo, un brusco agarre por parte de Nicolás tomándola por su antebrazo, la detuvo y volteó rápidamente.

-Las mosquitas muertas son retorcidas y en ocasiones violentas cuando menos te lo esperas. - agregó poniendo mala cara mientras la morena observaba enarcando aún más su ceja al agarre de éste.

-¿Tienes algo que decirme "mosquita muerta"? - lo atrapó en aquella metáfora que recientemente había dicho el susodicho, informándole así que sabía muy bien que mentía descaradamente.

Nicolás rió maliciosamente al notar que ella lo había atrapado y dispuesto a confesarle todo, la soltó bruscamente.

-Parece que nadie te ha dicho que conmigo nunca que se juega, que cuando me toman el pelo yo me revelo, soy una fiera... Prepárate para el desahogo de un enemigo que te detesta en cuerpo y alma. - enarcó una sonrisa maliciosa hacía un lado, mientras la morena lo observaba sonriente ante tal honestidad y desenmascarado descarado.

-Bien Nicolás. - asintió con su cabeza. - Hasta que la fin te dignas a mostrarte tal cual como eres. Sabía que todo ese papelón de mierda que montabas era una mentira.

El ojos oscuros bufó.

-Qué ironía eres la hembra que más ella quiere en este mundo, y yo no te siento ni siquiera migajas, no vales nada ni en un tumulto.

Pídeme Que Te Quiera II. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora