Rápidito.

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Narrador omnisciente.

La castaña ya iba rumbo hacía su hogar, mientras divisaba la casa de su mejor amiga, pensó por un momento en ingresar a verla para tal vez conversar y comentarle de su última escapatoria con el moreno,  manteniéndola al tanto de la situación y así evitar malos entendidos con Nicolás, que obviamente hoy iría a la ceremonia de su hermano, sin embargo, desechó aquella idea al notar que adentro del lugar no había nadie.

Musitó una expresión de extrañeza, sin embargo inició su andar de nuevo sonriéndose para sí misma al notar una vez más el mismo y viejo dolor sobre sus piernas, brazos y cuerpo en general, que no sentía hace más de un año al intentar caminar o moverse. Se sonrojó al percibir de donde provenía, mientras que en su mente se advertía de que no podía dejarlo en evidencia, mucho menos delante de sus amigas quienes notarían de inmediato a qué se debía o mejor dicho, de parte de quién provenía.

Le costaba caminar y mover sus piernas, estas le pesaban, pero la perfecta y radiante sonrisa que tenía en su rostro daba indicios de que una muy feliz mujer había vuelto.

Llegó hasta su casa, ingresando a ella a duras penas por la puerta, y mientras lo hacía, un burlón moreno la observaba sigilosamente desde su ventanal, notando como a ella le costaba caminar mientras se aseguraba de que llegara bien.

La castaña una vez adentro, subió hasta su habitación, en donde decidió quitarse de su ropa para luego fundirse en una gran y relajadora ducha con tal de eliminar el cansancio en ella.

Lavo su cabello y cuerpo suavemente, mientras seguía ida en los numerosos recuerdos con su moreno quien era el responsable de aquel dolor muscular que tan feliz la tenía.

Se preparo, se puso linda para la velada que ya estaba próxima a llegar, y mientras estaba sentada en el tocador chequeado su maquillaje, pudo notar como la perfecta sonrisa plasmada en su rostro aumentaba al recordar cada una de las caricias del samoano en su mente. Mientras se sonrojaba por sus pecaminosos pensamientos, el reflejo de una tímida silueta ingresando a su habitación la tomó por desprevenida mientras que los infinitos y malhumorados ladridos de Hugo le avisaban que Nicolás ya había llegado.

-Hola mi amor. - la saludo tímidamente mientras comenzaba a dar pequeños pasos hacía ella. A decir verdad el papel de "novio engañado e inocente" le salía a la perfección.

La castaña le titubeo una tímida sonrisa, mientras que comenzaba a tragar espeso al verlo allí en frente de ella, tan tranquilo y cariñoso luego de haberlo dejado solo en mitad de la calle para irse con otro hombre.

El ojos oscuros no era tonto y de inmediato sonrió mentalmente al ver la clara expresión de culpa que ya ella arrojaba, algo que le vino a la perfección a su plan.

-He venido a buscarte, sé que has trabajado toda la noche por lo que traje mi auto para llevarte a donde tu hermano. - habló con un suave tono de voz.

"sé que has trabajado toda la noche" siete palabras y una frase perfectamente elaborada por Nicolás, quienes tuvieron una dura repercusión dentro de la castaña, ya que sin saberlo, aquel hombre que tan bueno y bondadoso se veía en frente de ella, en verdad se estaba burlando de su descarado engaño.

-Gracias, has sido muy amable. - le agradeció, respondiéndole éste con una gran sonrisa y un abrazo, abrazo que ella le respondió, quizás por la culpa, o en señal de disculpa silente.

Pídeme Que Te Quiera II. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora