Querida Ninoska...

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Narrador omnisciente.

El tiempo no espera a nadie, sino que es el encargado de curar todas las heridas... Tiempo para levantarnos, tiempo para crecer. Depende por completo del individuo y depende de lo que le esté pasando para saber afrontarlo. A veces solo queremos probarlo, otras veces, no es suficiente, el vaso no tiene fondo, no cuando logras amar a una persona más de lo que sea posible, y lo único que queremos de ella es más.

El moreno apretó sus labios resignado secando la última lágrima que salió de sus ojos. Y la observó, de manera comprensiva ante su decisión.

-...Quiero que te tomes tu tiempo, el tiempo que tu necesites... porque debes tomar una decisión. - botó un poco de aire para acariciar suavemente su mejilla, limpiando con ello pequeñas lágrimas que brotaban de los ojos de la castaña. -... porque cuando yo tuve que tomarla, me equivoqué... - suspiró profundo haciendo clara alusión a la situación que vivieron antes del accidente de ella, y se alejó de su agarre. - Que descanses.

Se despidió, para perderse por los pasillos que le otorgaban, aquel hospital, dejando a la curvilínea desconsolada ante su propia decisión.

Los ojos del moreno mientras caminaba, se cerraban como podían, mientras que rápidamente se volvieron a llenar de lágrimas al darse cuenta de lo tan infeliz que era. Había estado a punto de perder tanto por poco, de perder al eterno amor de su vida, había estado ausente durante la mejor etapa de su castaña y aunque él no lo hubiera sabido se sentía culpable por no haberle dado amor paterno a esa pequeña criatura fruto del amor de ambos. Nada le importaba, solo esperar a que Ninoska se recuperará y de cierta forma recapacitara sobre su reciente decisión. Pensaba y tenía certeza de que tal vez su actitud se debía a la dosis de medicamentos que le habían infundido y es que sabía que era un terca que lo amaba con su vida, sin embargo nunca se le pasó por la mente, que ella se alejaba por su estabilidad profesional

Dos semanas ya habían pasado y la castaña se encontraba sentada sobre un sofá en la terraza de la casa de sus padres. Dos semanas habían pasado desde haber recibido su alta medica y dos semanas habían pasado desde la última vez que había visto al moreno, y es que luego de recibir el alta médica decidió ir a pasar sus días en compañía de sus padres quienes muy sobreprotectores se tornaron con ella, tanto que hasta la asfixiaban con las miles de mimadas diarias.

La castaña se encontraba leyendo diversas revistas, las cuales envió al demonio rápidamente para disfrutar la pequeña compañía de Dean. El pequeño le sonreía y besaba constantemente, mientras que ella lo acariciaba y le hacia una que otra mueca para hacerlo reír.

No lo pudo evitar y una fina lágrima salio desde uno de sus ojos, sabía que no debía hacerlo, no era lo correcto al comparar a su difunto hijo, con la pequeña copia de Ambrose e Ignacia.

-Lo lameno Deano mio, pero me es imposible no extrañarlo. - dos lágrimas cayeron en simultáneo por sus mejillas, siendo los intentos del pequeño castaño, quien parecía notar lo triste que lucía su linda tía; por limpiarlas, en vano.

Después de unas horas con el pequeño, ambos se habían quedado dormidos. Habían sido días duros para la castaña, la repentina separación con Nicolás del cual nunca más supo luego de leer la carta que le había escrito en donde le pedía de mil formas perdón, el hecho de no haber visto más al moreno, y el aún resentimiento que no pasaba por desapercibido, de su cuerpo.
Abrió sus ojos primero que el pequeño, encontrándose con la imagen de él dormido sobre su regazo, mientras sostenía con una de sus manitas su dedo pulgar.

Una sonrisa se formó en sus labios, ante el agradecimiento para Dean e Ignacia por haberle otorgado a aquel pequeño enfermerito, para que la cuidara. Habían sido días difíciles, sin embargo todo el mundo como podía le ayudaba, todos salvo el moreno del cual no tenía noticias desde hace catorce días exactos.

Pídeme Que Te Quiera II. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora