Que sí...

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Narrador omnisciente.

Ya habían pasado varias horas desde lo ocurrido, estaba amaneciendo y una alterada y angustiada pareja hacia ingreso al hospital, los cuales al ver de inmediato a Catalina quien dormía junto a un musculoso hombre, no dudaron en despertarla.

-Catalina... - tocó la angustiada mujer de su hombro, ocasionando que la blanca mujer junto a su novio al lado despertarán abruptamente.

Ella de inmediato se levantó mientras que Colbyn desconcertado saludo para luego alejarse, sin embargo cuando lo hacía no dudo admirarse y sentirse feliz por una encantadora imagen que sus ojos le mostraban, se trataba de una cansada castaña quien dormía plácidamente entre los brazos de nada más que su mejor amigo el cual mientras dormía y la protegía entre sus brazos, esbozaba una tierna y feliz sonrisita.
Siguió su camino moviendo su cabeza de lado a lado y diciéndose para sí mismo.
"Estos dos...".

Sin embargo la siesta a la castaña no le duro mucho y es que sintió como una conocida voz gritaba desesperada por la sala.
Abrió sus ojos de sobremanera al igual que el moreno, extrañandose y a la vez encantandose con aquellos grandes brazos que rodeaban su cuerpo por su cintura, y es que hace tiempo no lo sentía, de inmediato observó al moreno regalándole una pequeña sonrisita en una clara señal de que la soltara, él en tanto accedió dulcemente y es que sabía que ella debía ir a ayudar a Catalina.

-Ninoska... Dime la verdad cariño. - Se acercaba un triste hombre el cual la abrazó al verla.
¿Es muy grave lo que tiene mi niña?...
Era el padre de la morena, el que en su vida solo había tenido a un pequeño angelito al cual llamó Ignacia y que siempre crió y educó con todo el amor del mundo, ella era su hija, la única y no permitiría que nada le pasará.
La castaña al oír eso sintió como algo se derrumbó en ella, no evitó pensar en su padre el cual estaría de la misma manera o quizás peor en esta situación si hubiera sido ella, por lo que se puso en su lugar e intentó calmarlo con las palabras más correctas, pero ella no sabía mucho sobre su diagnóstico solo de una gran contusión en su cabeza la cual sabía a la perfección que podría ser peligrosa. Intentó calmarse pero de nada le sirvió las lágrimas salían por sí solas de sus ojos y es que estar viviendo esa situación no era nada fácil.

-Felipe, yo... - intentó esbozar unas tranquilas palabras sin embargo el hombre ahí presente sintió aquel nervioso tono de voz, interrumpiéndola.

-¿Se va a morir?... Dime que no cariño, tu eres enfermera, estás dentro de las mejores, por favor ayúdala.
Dijo entre sollozos mientras que la madre de la castaña se sumaba a la escena con Catalina a su lado quien intentaba no llorar. Ninoska por su parte intentó no hacerlo mirando al cielo.

-No lo sé Felipe... - arrojó en un angustiado susurro y es que era cierto la castaña no sabía si aquel golpe el cual bastante peligroso se vio, tendría secuelas muy negativas.

Felipe por su parte llevó sus manos de una forma única y desesperada a su cabeza, mientras que su esposa a una lado se le acercaba hundiendo su cabeza en su hombro.

En eso y mientras lloraba un desconcertado y deprimido castaño quien venía de la cafetería con un café en manos para Joe, observó a aquellos dos desconocidos llorando a lado de las muchachas y sobretodo al lado de la puerta de urgencias, como si se lamentaran de algo o peor aún como si sufrieran por su Ignacia.

Siguió atentamente acercándose hasta ellos para saber de quienes se trataba, esto hasta que Felipe alzó su vista humedecida quedando perdida en la cara de el castaño, puesto a que se le hacía muy familiar.
Esos ojos azules, ese cabello castaño y esas mejillas, redondas y coloradas las sentía cerca, como si las hubiera visto por mucho tiempo. Desconcertado, se acercó junto a su esposa hacía el castaño quien aún así de deprimido, tenía una belleza que provocaba emociones extrañas en ellos, sentían como si hubieran pasado un gran tiempo junto a él.

Pídeme Que Te Quiera II. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora