Lo... lo siento mucho

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Narrador omnisciente.

Habían pasado alrededor de cinco minutos y una agotada castaña por fin abría sus ojos. Parecía agotada, su expresión era de cansancio, su respiración era agitada pero suave y su estado general era muy débil.

Los ojos de la morena se encontraron de inmediato con aquella satisfactoria imagen, que si bien entendiendo que su amiga no estaba en perfectas condiciones, le daba gracias a la magia de la vida y del destino por no permitir que se fuera a otra dimensión, le daba gracias a dios de que aún le haya otorgado otra oportunidad, ya que aquella experiencia ni con todos sus años como profesional de la salud vio. Mas se sentía agradecida de tener a su eterna castaña por más tiempo con ella y estaba segura de que esta vez las cosas iban a cambiar... o ya han cambiado.

Poco a poco inició sus pasos hasta su cuerpo, mientras se aferraba a ella, ya entre el arduo trabajo de todo el equipo habían logrado estabilizarla y ya no se encontraba con miles de aparatos invasores. Seguía observándola perpleja, teniendo miedo de que aquello fuera un sueño, un producto de su imaginación pero no, no lo era, su castaña estaba allí en frente de ella tendida sobre la camilla, quizás no de la forma en como acostumbraba a verla, sonriente, maquilla y con su uniforme de enfermera, pero sí estaba con vida y eso era lo que más agradecía.
Pasados unos segundos pudo percatarse de que al parecer ella la había reconocido ya que al apenas abrir sus ojos la observó y sonrió como pudo.

Ignacia rápidamente acurrucó su rostro entre sus manos, al verla realizar un pequeño gesto y sonrió entre risas con sus ojos cristalizados por la emoción.

-Por dios... - le agradeció abriendo sus ojos más de la cuenta. - Hola.

La castaña no le respondió pero si le demostró haberla oído, porque le sonrió una vez más débilmente.

-Me casare con Dean... sé que esto es lo que menos te preocupa en este momento pero lo hago por si me dan ganas de arrepentirme después... - se detuvo momentáneamente mientras acariciaba suavemente su rostro. - Eres a la única persona que quise contarle. - admitió para comenzar a mover su cabeza de lado a lado mientras su voz se quebraba. - Gracias por no morir.

La castaña sonrió una vez más agradecida por la inmensidad de preocupación y cariño que derrochaba su eterna morena por ella pese a como la trató la última vez que se vieron. Ella estaba allí junto a ella, como siempre se lo habían prometido, sumado a su agotador aspecto que le indicaba que también había colaborado en su recuperación.

La morena seguía con su vista en ella, sin embargo para su sorpresa pudo sentir como un débil apretón, como si fuera por parte de un lactante recién nacido se hacía presente en una de sus manos.

-Ven aquí. - apenas escatimó un susurro mientras levantaba lentamente la mano de Ignacia. Ella por su parte se quebró en llanto, parecía una verdadera niña, ya que, de un momento a otro botó todo el miedo que sintió hasta hace unos momentos.

-...¿Puedes sentir eso? - comenzó a repetir la misma imagen que pasó por su mente mientras la reanimaban, siendo ella quien utilizaba las palabras previas de su amiga, y ésta las de ella al recordar todo.

-Sí.

-...Eres mi hermana, eres mi familia. Eres todo lo que tengo.

La morena lloraba desconsoladamente pero la castaña le regaló una enternecedora mirada para que se calmara.

-Ninoska....

-Sí.

-Eres mi persona. Siempre serás mi persona.

Ella le volvió a sonreír mientras acariciaba su mano. La morena alejó un poco su rostro, limpiando sus lágrimas para después regalarle una sonrisa de esas que expresaban una inmensidad de amor.
En ese momento se encontraba Miranda a las afuera de la sala, observando todo mientras unas pequeñas y finas lágrimas escurrían por sus mejillas siendo los intentos de ella en vano por limpiarlas rápidamente.

Pídeme Que Te Quiera II. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora