Alas Negras y Blancas

104 12 2
                                    

Dormía placidamente, mi reloj marcaba las 2:20. Me dí vuelta podiendo ver la poca luz que se llegaba a filtrar por la ventana, pero en la puerta del balcón; había alguien parado.

Me paré como resorte para enderezarme y poder ver quién se había infiltrado a mi habitación. El sujeto era alto, muy alto y venía acercandose lentamente. 
De un brinco salí de la cama, intentando poner el mayor espacio entre el intruso y yo. Hizo un rápido movimiento y logró sujetarme de las muñecas, de un saltó pasó la cama quedando a milímetros de mi. Me arrinconó contra la pared, cubriendo mi boca con una mano, intentabá zafarme pero era inútil, tenía más fuerza en su meñique que yo en todo el cuerpo. Me dí por vencida y dejé de luchar puesto que soló gastaba inútilmente mi valiosa energía. 
Poco a poco acerco su rostro, pude sentir su respiración en mi cuello. Fui divisando tenuemente sus ojos; azules. Había oscuridad total y no lograba ver su rostro, apénas y llegaba a ver su silueta.

-Unete a nosotros- susuró contra mi cuello.






Desperté totalmente exaltada, tenía la cara empapada de sudor, y la pijama se pegaba a mi espalda por este. Giré la cabeza hacía la puerta del balcón, y para mi alivió no había nadie ahí. Vi el reloj que está en la mesita juntó a mi cama, marcaba las 2:20. 

Me paré de la cama aún temblando, abrí la puerta de mi habitación y miré hacia ambos lados en caso de que hubiera un asesino suelto rondeando por la casa. 

Mi papá no estaba en casa, tuvo que quedarse en el trabajo supervisando a los empleados que se encargán de poner electricidad en todos los cuartos del hotel, por lo tanto estaba sola.

Bajé las escaleras sin prender la luz, llegué a la cocina y abrí el refrigerador, saqué el cartón de leche y me serví la mitad en un vaso. Aún aterrada por aquella pesadilla, bebí un trago de la leche y opté por encender la luz. 

Tuve la sensación de que no estaba completamente sola, y eso hizo que se me pusieran los pelos de punta. Giré hacia el interruptor y un gritó salió de mi boca al tiempo que soltaba el vaso y se derramaba en el piso mojando mis pies descalzos. 

Ahí junto a las cortinas había alguien parado, pero esta vez no estaba soñando.

Dio dos pasos hacía mi, y corrí al otro lado de la mesa usándola como escudo.

Estaba aterrada, temblaba de miedo y no supé que hacer. El sujeto aprovechó mi momento de terror y rodeó la mesa a una velocidad impresionante.

Salí huyendo hacía las escaleras subiendo de dos en dos... de tres en tres. Ya casí iba a llegar al pasillo cuando me tomó por el tobillo haciendome caér, me golpé la cabeza con el filo del barandal y sentí como un líquido me recorría el rostro. Otro gritó salió cuando vi que sacaba algo afilado de su chaqueta y venía por mi. Solo pudé cerrar los ojos, pidiendo perdón por mis pecados y rezando tres Padres Nuestros.

Estaba segura que moriría, hasta que un estruendo atravezó la habitación, y con un golpe seco hizo que el encapuchado saliera rodando por las escaleras. La cosa que había sido mi salvación bajó las escaleras acechando al otro sujeto. Creí que todo había terminado hasta que sombras empezaron a recorrer la habitación a la velocidad de la luz, atacando a mi salvador.

El gritó algo que no comprendí, y cinco segundos después sentí que me cargaban.
Horrorizada por tal acto, comencé a patalear, arañar y insultar a quien quiera que fuera.

-Shhh, nosotros nos encargaremos, pero primero te pondré a salvo- dijo mientras intentaba calmarme mientras me cargaba.

Volteé a ver a mi primer salvador y este dio un grito. El que me llevaba cargando soltó una maldición para después dejarme en el suelo.

Lágrimas de un Ángel, La Agonía de un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora