Maldita Obsesión {Severus Snape}

*Capítulo 53: Obsequios

/Laurine Selwyn/

Me agradaba totalmente este lugar, lo único que no me gustaba del colegio era la época de vacaciones, donde no veía a Severus por unas largas semanas.

Afortunadamente pasaron más rápido de lo que esperaba y una vez más ya nos encontrábamos de vuelta.

En el Gran Comedor como siempre había más ruido de lo usual, todos tenían que ponerse al día con las anécdotas y recuerdos del descanso.

Le contaba a Sevy lo mucho que finalmente me había divertido con esos Muggles, celebraban su Navidad un tanto diferente.

-Por cierto, eso me recuerda que aún tengo que entregarte tu regalo de Navidad atrasada- sonreí buscando algo en mi mochila, saqué un paquete dorado y se lo entregué.

-¿Qué es?- me miró curioso.

-Ábrelo.

Hizo lo que le pedí y sus ojos brillaron al notar una elegante y fina capa nueva, obviamente era oscura porque iba totalmente con su personalidad.

-Gracia Laury- besó mi mejilla.

Lo miré expectante, esperando que fuera su turno y me entregara el mío, sin embargo me miró nervioso.

-¿Y bien?- pregunté divertida al ver su reacción.

-Yo.... tengo tu obsequio en mi cuarto, sí- miró a los lados no muy seguro. -Más tarde te lo entregaré- sonrió haciendo más bien una mueca de preocupación.

Acepté y continuamos comiendo.

El día pasó con aparente tranquilidad, pero había algo extraño, Severus no había aparecido por ningún lado después del desayuno.

¿Qué estará haciendo?

Después de un par de horas, llegué a la conclusión de que no me había comprado un obsequio y ahora huía o algo parecido

Era bastante tarde, la noche había caído y mis ganas de molestarlo por lo que al parecer pasaba, no desaparecían. Así que me dirigí a su habitación bastante divertida, planeaba fingir molestia o algo.

Toqué su puerta y a los segundos se abrió pero él no salió a recibirme.

La empujé despacio y entré con totalidad, cerrándola a mis espaldas y haciendo el hechizo que me sabía de memoria para asegurarla. Aquello era costumbre pues él siempre lo hacía.

Las luces estaban apagadas. Saqué mi varita y la alcé.

-Lumos- susurré y se prendió.

Me giré para buscarlo y ahí estaba, de pie observándome con una sonrisa, sacándome un enorme susto.

-¡Severus!- reprendí con el pulso acelerado.

Él prendió la luz y me miró extrañado. Apagué mi varita y coloqué mi mano cerca de mi corazón para intentar calmarlo.

-Lo lamento Laurine- fue lo único que dijo.

-¡Me asustaste maldita sea!- golpee su hombro. Él sólo rió.

-Estaba preparando tu regalo- se encogió de hombros. De inmediato mi sonrisa se formó.