*Capítulo 8: El Pasado

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/Severus Snape/

Pasaron algunos días y afortunadamente Laurine seguía portándose de buena manera conmigo, aún no sabía que la había hecho cambiar de opinión, sin embargo lo aprovecharía pues si quería recuperarla debía hacer algo de inmediato y para mí suerte tuve una grandiosa idea que seguro no fallaría.

A la mitad del día, mientras impartía la clase de pociones a los jóvenes de cuarto grado ella apareció. Justo cuando terminé de explicar, la puerta se abrió mostrando a una hermosa mujer.

-Profesor Snape, ¿podría hablar con usted un par de minutos?- preguntó con una sonrisa juguetona, intenté reprimir la mía pero aún así apuesto a que aquellos mocosos lo notaron pues vi al grupo de Draco murmurar.

-En seguida voy señorita Selwyn- respondí.

Lancé una atemorizante mirada a los chiquillos y cuando ellos volvieron adustados a sus asuntos decidí salir.

Caminé por el pasillo y cerré la puerta detras mío para que nadie pudiera vernos o escucharnos.

-¿Que ocurre Laurine?- pregunté mirando el eleganre atuendo que usaba.

-Sólo quería saludarte- confesó, la miré confundido y de inmediato se acercó y aprisionó mis labios con los suyos.

Yo le seguí el paso y la tomé de la cintura con delicadeza. El beso fue lento y tortuoso hasta que sin previo aviso capturó mi labio inferior entre sus dientes dejando una leve y sensual mordida.

Abrí mis ojos asombrado. ¡Esa mujer me iba a volver loco!

-¡Señorita Selwyn!, ¿qué es eso?, ¿en dónde están sus modales?- reprendí tratando de no sonar encantado con lo que habia hecho.

-Fue sólo un saludo- acarició mi rostro. Si no la conociera le creería, sabía que estaba ahí sólo para provocarme.

-Entonces ya puedes irte- dije indiferente, ella frunció el ceño y asintió pero antes de alejarse depositó un último y fugas beso que me tomó desprevenido.

Más tarde había logrado quedar con ella para dar un paseo por el Castillo, necesitaba tocar ciertos puntos por lo que después de clases nos encontramos fuera del Gran Comedor y emprendimos el recorrido.

Pasamos por todos aquellos puntos que habían sido importantes en nuestra adolescencia, necesitaba recordarle lo bien que no la pasábamos juntos y mientras yo le contaba aquellas viejas anécdotas y recuerdos ella reía o se sonrojaba a mi lado.

Fuimos a cada pasillo, cada aula y cada rincón en el que habíamos vivido algo de suma importancia. Para finalizar habíamos caminado hasta la cancha de Quidditch recordando cuando McGonagall nos había encontrado en los vestidores.

Mientras cruzábamos el amplio jardín, le ofrecí mi brazo para que lo tomara y ella sin dudarlo lo hizo entrelanzándolo con el mío. Caminábamos sin prisa, parecíamos dos viejos amigos recordando buenos tiempos pero cualquiera que nos conociera sabía que era más que eso.

La miré mientras ella estallaba en una sonora carcajada.

-Aún recuerdo su cara- dijo tratando de calmarse.

-Lo sé, fue lo mejor- reí aún sin apartar la vista. Los segundos pasaron y ambos quedamos en silencio, mirando a todas partes, como si los dos tuviéramos algo que decir y ninguno se atreviera.

Me puse nervioso pero trate de no aparentarlo, por su parte ella parecía estar muy tranquila.

-Así que....- rompió el silencio. -Me alegra saber que el temido Murciélago de las Mazmorras aún tiene corazón- se burló deteniéndose.

-Tengo más que eso señorita- admiré el campo que se alzaba al frente.

-Me gustaría descubrirlo entonces- replicó, dirigí mi mirada a ella y me dedicó una sonrisa avergonzada.

-Entonces ven aquí Laurine- aproveché, la tomé de la muñeca y la atraje lo más que pude. -No sabes cuánto te he extrañado- confesé finalmente mirando dentro de sus oscuros y profundos ojos, acariciando su mejilla y colocando un lindo y rubio mechón de su cabello por detrás de su oreja. Y es que así había sido, después de nuestra separación no hubo día y noche en la que no dejará de pensar en ella, muchas veces intenté borrarla con un simple Obliviate pero eso jamás dio frutos, ella estaba hecha para mí y ahora estaba completamente seguro,

Por primera vez nuestras respiraciones eran acompasada y la cercanía permitía que nuestros latidos se acompañaran a la perfección.

-Yo también te extrañé- susurró.

Pero antes de siquiera probar sus labios alguien nos interrumpió.

Aquella pequeña nos miraba confundida, su boca estaba abierta sin embargo ninguna palabra salía de ella.

-¿Qué pasa cariño?- preguntó Laurine mirándola con ternura.

Su cabello negro de inmediato me hizo recordar todo tipo de dudas que tenía a cerca de ella y mientras ellas charlaban no pude evitar pensar en lo linda que Laurine se vería como madre, si es que aún no lo era. Esa pequeña era un enorme enigma en mi vida y no me quedaría sin resolverlo.

Ellas se separaron y Laurine me miró.

-Creo que debemos volver- dijo con una sonrisa de lado. Asentí y tomé su mano de inmediato, ganándome una discreta sonrisa por parte de la niña.

Ella caminaba al frente de ambos y mi mente aún viajaba mientras la miraba ir de un lado a otro.

-Sé que tienes dudas Severus- dijo de pronto.

-¿Has leído mi mente?- pregunté jugueteando con sus dedos.

-No es necesario, tu mirada revela más de lo que desearías.

-Sí Laurine, ella me parece particularmente.....- suspiré con pesadez pensando en lo que podría venir. -¿Es ella tu hija?- pregunté directamente, tenía que saberlo de una vez por todas.

-Sí Severus, es de mi familia pero no es mi hija- sonrió un tanto nerviosa. -Mi hermana murió hace años y yo fui la única que podía hacerme cargo de ella- apretó mi mano.

-Es idéntica a ti- sonreí mirándola de nuevo.

-Lo sé, la genética ya sabes- se encogió de hombros, pero eso me hizo sentir notoriamente aliviado. -Vamos, te la presentaré- soltó mi mano y avanzó más rápido, alcanzándola, segundos más tarde volvieron juntas.

-Hola, me llamo Claire- extendió su delgada mano.

-Que tal señorita, yo soy Severus- acepté su saludo y ella sonrió.

-¡Lo sé!, ¡Laurine me habló mucho de ti!- le lanzó una burlona mirada.

-¡Claro que no!- la miró con reproche. Yo reí.

-Lindo cabello oscuro- comenté cuando dejaron de pelear. -Así lucirían nuestros hijos- susurré en su oído. Laurine se tensó de inmediato.

Seguimos avanzando los tres hacia el Castillo, aquella pequeña mágicamente me agradaba y ya no me sentía tan oprimido por el posible hecho de que Laurine hubiera estado con otro hombre.

Maldita Obsesión {Severus Snape}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora