Capítulo 24.

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Bianca.

Ando por las calles de Madrid, abrigada hasta las trancas.

Anoche llovió y ahora hace un frío que pela.

Mierda, se me ha olvidado el paraguas y ya estoy lejos de casa. Si vuelvo, no llego a tiempo.

La meteorología parece que me ha escuchado, ya que empieza a llover, y no precisamente flojo.

Suelto un bufido y me coloco bajo un techo.

Llegaré tarde y me echarán la bronca.

Aunque la consulta es mía, pertenezco a una empresa y tengo un jefe.

Y la verdad su humor varia bastante. Puede ser el hombre más agradable, y a las dos horas el más frío.

X: ¿Te llevo?

Doy un pequeño salto en mi sitio, y alzo la mirada hacia la persona de la cual provenía la voz. Mi jefe. Javier González. Uno de los mejores psicólogos de España. O como yo lo llamo, señor González.

Bianca: ¿Viene andando, señor González?

Javier: No, vengo en coche. Pero la he visto bajo este techo, y he supuesto que se le ha olvidado el paraguas, y que iba a llegar tarde. Sabe que no me gusta la impuntualidad.

Bianca: Lo sé, y lo siento. Y gracias.

Me ofrece su brazo, y con cierta tímidez entrelazo el mío en el suyo. Y bajo su paraguas, caminamos ambos hasta el coche, que no está aparcado muy lejos.

Me abre la puerta del copiloto y me adentro en él, no sin antes darle las gracias.

Minutos después, sacude el paraguas antes de él sentarse en el asiento de piloto.

Bianca: De verdad, gracias por ofrecerse a llevarme, señor.

Javier: No pasa nada, señorita. Tampoco es molestia. Aparte, esto se lo iba a decir en mi despacho después pero se lo digo ahora. Le quería decir, que le iba a subir el sueldo. ¿Por qué? Tu esfuerzo es muy parecido al de su compañera la señorita López- se refiere a Cristina, una compañera mía. Ella se dedica a casos infantiles- pero el suyo es un poco mejor. Durante estas semanas, varios pacientes quedan muy satisfechos con su ayuda, dicen que de verdad sienten que te preocupas por ellos, y eso me hace bien a mí, porque veo que tengo buenos trabajadores. Y es por eso, que le quería subir el sueldo, porque se lo merece.

Bianca: Vaya... mu... muchas gracias, de verdad.

Javier: Una pregunta así personal, ¿usted sabe cocinar?

Bianca: Algo sé, ¿por?

Javier: Verá, es que si no es molestia, requiero de su ayuda. Pasado mañana mi esposa y yo hacemos dieciocho años de casados y le quería preparar una cena y postre, y si le soy sincero, soy un desastre en la cocina.

Bianca: Oh, encantada. Si quiere después del trabajo, me dice que es lo que le quiere preparar, y le acompaño a comprar los productos.

Javier: Sé que la cocina requiere su tiempo, así que mañana, le dejo tomarse el día libre, pero cobrará igual que si estuviera trabajando.

Bianca: De verdad, muchas gracias por todo esto.

Muestra una media sonrisa, y poco después llegamos al trabajo.

(...)

Cuando llega la hora del almuerzo, despego mi vista de la pantalla del ordenador.

Cuando abro la puerta, justo detrás me encuentro a Cristina, la compañera que antes nombré.

Let me love you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora