Bianca.Ando por las calles de Madrid, abrigada hasta las trancas.
Anoche llovió y ahora hace un frío que pela.
Mierda, se me ha olvidado el paraguas y ya estoy lejos de casa. Si vuelvo, no llego a tiempo.
La meteorología parece que me ha escuchado, ya que empieza a llover, y no precisamente flojo.
Suelto un bufido y me coloco bajo un techo.
Llegaré tarde y me echarán la bronca.
Aunque la consulta es mía, pertenezco a una empresa y tengo un jefe.
Y la verdad su humor varia bastante. Puede ser el hombre más agradable, y a las dos horas el más frío.
X: ¿Te llevo?
Doy un pequeño salto en mi sitio, y alzo la mirada hacia la persona de la cual provenía la voz. Mi jefe. Javier González. Uno de los mejores psicólogos de España. O como yo lo llamo, señor González.
Bianca: ¿Viene andando, señor González?
Javier: No, vengo en coche. Pero la he visto bajo este techo, y he supuesto que se le ha olvidado el paraguas, y que iba a llegar tarde. Sabe que no me gusta la impuntualidad.
Bianca: Lo sé, y lo siento. Y gracias.
Me ofrece su brazo, y con cierta tímidez entrelazo el mío en el suyo. Y bajo su paraguas, caminamos ambos hasta el coche, que no está aparcado muy lejos.
Me abre la puerta del copiloto y me adentro en él, no sin antes darle las gracias.
Minutos después, sacude el paraguas antes de él sentarse en el asiento de piloto.
Bianca: De verdad, gracias por ofrecerse a llevarme, señor.
Javier: No pasa nada, señorita. Tampoco es molestia. Aparte, esto se lo iba a decir en mi despacho después pero se lo digo ahora. Le quería decir, que le iba a subir el sueldo. ¿Por qué? Tu esfuerzo es muy parecido al de su compañera la señorita López- se refiere a Cristina, una compañera mía. Ella se dedica a casos infantiles- pero el suyo es un poco mejor. Durante estas semanas, varios pacientes quedan muy satisfechos con su ayuda, dicen que de verdad sienten que te preocupas por ellos, y eso me hace bien a mí, porque veo que tengo buenos trabajadores. Y es por eso, que le quería subir el sueldo, porque se lo merece.
Bianca: Vaya... mu... muchas gracias, de verdad.
Javier: Una pregunta así personal, ¿usted sabe cocinar?
Bianca: Algo sé, ¿por?
Javier: Verá, es que si no es molestia, requiero de su ayuda. Pasado mañana mi esposa y yo hacemos dieciocho años de casados y le quería preparar una cena y postre, y si le soy sincero, soy un desastre en la cocina.
Bianca: Oh, encantada. Si quiere después del trabajo, me dice que es lo que le quiere preparar, y le acompaño a comprar los productos.
Javier: Sé que la cocina requiere su tiempo, así que mañana, le dejo tomarse el día libre, pero cobrará igual que si estuviera trabajando.
Bianca: De verdad, muchas gracias por todo esto.
Muestra una media sonrisa, y poco después llegamos al trabajo.
(...)
Cuando llega la hora del almuerzo, despego mi vista de la pantalla del ordenador.
Cuando abro la puerta, justo detrás me encuentro a Cristina, la compañera que antes nombré.
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Let me love you.
Teen FictionY que le hago si me he enamorado. Queda prohibida cualquier copia o adaptación. Publicada: 25/05/2017