[OneShot] Imagen (Nathlila)

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Imagen: http://dziwnemiejsce.tumblr.com

Sé que no tengo derecho a recurrir a ti después de cómo te trate esa vez, pero eres la única persona que me queda.

Tenías razón, siempre tuviste razón, ahora me doy cuenta que sólo intentabas advertirme de la clase de mujer que ella era, perdóname.

Aun recuerdo como quede prendado de ella cuando llegó a nosotros, su sonrisa, su asombrosa vida, su total confianza. Ahora me doy cuenta que todo eso era una mentira.

Mi mente se perdió en ella, día, tarde y noche, sólo pensaba en ella. Mis dibujos, mis pinturas, mis cuadros, toda mi obra era de ella, creía que era mi inspiración, mi musa.

Creo que en ese tiempo la idealice demasiado, la convertí en una Mary Su tan perfecta y enigmática como la Mona Lisa de Da Vinci, ahora sólo puedo verla como la iracunda Venus con su piel de Sifón, estrujándome en sus manos y exprimiéndome con su control hasta dejarme seco.

Cuando ella descubrió que la dibujaba, yo pensé que se enojaría, que se avergonzaría o que me insultaría; eso era lo normal, lo que las chicas hacían cuando descubrían que las dibujaba, no así ella. Ella alagó con entusiasmo mi trabajo y quería que yo la siguiera dibujando, no podía creerlo, era un sueño, ahora me doy cuenta que era el inicio hermoso de una pesadilla dadaísta.

Modelaba para mí, ella modelaba para mí cada instante, en público y en privado, ella presumía lo que yo le hacía, decía que era el privilegio que gozaban las que tenían un novio artista. Un novio artista. Ella lo había dicho, ella lo había dicho y yo creí que me iba a morir de la felicidad. Creo que fue entonces cuando tú viniste a buscarme, trataste de decirme la verdad, trataste que detuviera mi trayecto a ser devorado por el zorro cuando todavía estaba lejos de sus fauces, y yo sólo creí que eran celos. Perdóname.

Sus poses se volvían cada vez más provocativas, su ropa fue desvaneciéndose y las sesiones privadas fueron aumentando, así como mi obsesión con ella. Sentía un calor inmenso pintarla, dibujarla, plasmar cada detalle de cuerpo en mis obras. Cabello por cabello, pestaña por pestaña, cada centímetro de su piel, cada curva de su cuerpo, el contorno de sus pechos, la sombra de sus ojos, eran míos, eran mi Opus Magnus.

Había ocasiones en las que le gustaba acercarse, ver lo que estaba haciendo, ver como la pintaba y no importaba si no tenía nada de ropa, ella se recargaba en mi espalda. Ella recargaba su cuerpo desnudo sobre mi espalda, su calor corporal sobre mi pobre espalda, y perdía mis sentidos. La dentadura marfil del zorro fueron las guillotinas de este artista de jengibre, sus manos fueron las cadenas que aprisionaron a su cuerpo, sus ojos fueron los confesores que desnudaron todos mis secretos y su boca fue el verdugo que arrebató mi vida de mil formas. Me había devorado.

Ya no pensaba por mí mismo, ella pensaba por mí. Sus deseos eran los míos, sus órdenes eran mi placer y su cuerpo mi recompensa. Las sesiones públicas volvieron a ser costumbre, pero ahora con las poses de las sesiones privadas. No sé porque no lo noté, creo que tú sí, porque volviste a intervenir, pero esta vez no viniste a mí, fuiste con ella. Perdóname, estaba cegado por los celos, por mi devoción a ella, por mi deseo de ella, perdóname. Le dijiste que me dejara, que dejara de jugar conmigo, ella se rió, recuerdo que se rió, en ese momento pensé que se estaba riendo de ti, pero ahora veo que se reía de mí.

No volví a verte después de todo lo que te dije esa vez, realmente lo siento.

Las sesiones privadas ya no eran para pintar, ya no me dejaba pintar nada. Cada instante, cada momento, cada segundo que estábamos solos era pera que ella restableciera su maleficio hipnótico sobre mí. Acariciaba mi virilidad para dejarme desprotegido, me encerraba contra su cuerpo, me devoraba con su boca de sirena y succionaba mi sangre junto a mi alma con sus colmillos de Carmilla.

Dejó de decir que era su novio. Ya no decía que era su novio, era su pintor. En privado me decía que era su forma de referirse a mí con cariño, como esos apodos que tenían las parejas cercanas y que yo debía decirle "Musa". Mi musa, mi súcubo, mi Venus iracunda, mía.

Creo que dejé de comer, su cuerpo y sus deseos eran mi alimento. Su feminidad devoraba mi miembro como si fuera una boca más de ella. Creía que nuestros cuerpos se unían como dos almas gemelas, ahora me doy cuenta que más bien era yo quien se disolvía en su placer ácido.

Creo que debí ser más observador, darme cuenta de la verdad. No. Sabía la verdad, sólo que no quería creerla. Sus encuentros privados "Para hablar de mi trabajo" o las veces que había quedado con "Agentes de modelaje". Cómo presumía todo lo que yo hacía de ella con la supuesta intención de promocionarme. Sabía la verdad, sólo no quería saberla.

Ahora que lo pienso con más calma, ¿Cómo es que tenía pasión para todos nosotros? Nuestros encuentros sexuales seguían siendo muy apasionados, ella siempre desbordaba pasión sin descanso ¿Cómo alguien puede ser tan apasionado? Aun recuerdo como arrancaba mi ropa como si fuera papel, como rasgaba mi piel como la cascara de una fruta, como se cubría con mi semen como si fuera crema, como yo le pertenecía.

Aun le pertenezco, no puedo, no puedo odiarla, no puedo abandonarla, no puedo desobedecerla, no puedo dejarla. Soy suyo y lo sabe. Me controla por completo y lo sabe. Por eso no tuvo ni el más mínimo rastro de vergüenza o arrepentimiento al confesarme que me había utilizado cuando la encontré desnuda cabalgando el miembro de otro hombre.

No sé cuánto tiempo resista más. En público damos la imagen de ser una pareja perfecta, muy felices; el artista y su musa. Pero en privado, ella me ha reducido a su perro circense, su pintor personal. Ya no intenta disimular sus encuentros, pero si vigila que yo no tenga los míos, no puedo acercarme a nadie que me libere de su maleficio. No sé cuánto tiempo resista. Veo hombres y mujeres profanar la obra que creía mía, veo que me lo restriega en la cara y cuando trató de escapar me vuelve a hechizar con su cuerpo, con su sexo, con mi debilidad. Me ha devorado. Estoy muerto.

Suplicando que salves lo que queda de él, Nathaniel Kurtzberg.

Pregunta ¿A quién creen que está dirigida la carta? Porque es una carta. Comenten  

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