XIII

24 7 7
                                    

     Empecé a llenar el hueco de arena hasta tapar por completo el cadáver. Coloqué una lápida que traía tallado la fecha de nacimiento de nuestro amor y el día en que murió; aquel mes de junio, y en lema coloqué: "Qué mi amor desde el cielo siga volando por los confines de mi ser". 

     Coloqué una rosa roja en mitad de la tumba, unos segundos de aflicción y de amargura, pero entendía una vez más que me había enamorado y que había recordado que estaba loco por ello, aunque haya muerto en esta apenada situación. Sin papel y sin nada en la mente, empecé a recitarle a mi amado: «"Todo era perfecto cuando te sentía en mí, lejos o cerca, siempre junto a mí. Ve y vuela alto, súmale más días y horas a tus sueños, dile a todo el mundo que quien murió aquí no fuiste tú, sino yo... Aquellos momentos que jamás vivimos, son los fantasmas que me perseguirán toda la vida y si no hay lágrimas ante tu tumba, es porque he aceptado que ha acabado y que junto a este doloroso momento, imploro al cielo que me esperes con calma, porque si no pudo ser en esta vida, tal vez en la otra lo sea. Hoy te digo adiós para toda la vida, aunque toda la vida siga pensando en ti... te amaré por siempre".» Di la vuelta y me fui del lugar, dejando mi amor muerto y volviendo a mi habitación, donde aquella cama por última vez tuvo a mi amor. 

     Aun guardaba su forma y mantenía su olor, las paredes tenían sus ojos y el suelo sus pasos, el techo su cabello y las ventanas sus ganas de querer seguir viviendo. No dudé más y por toda la habitación comencé a verter gasolina, bajé las escaleras y por toda la casa eché el galón de gasolina. Lanzando el encendedor mientras me alejaban del lugar, sin mirar atrás escuché cuando todo empezó a quemarse. Gritos y sollozos despiadados salían de la casa, eran los recuerdos y los íncubos que habían aceptado su derrota. No me atemorizaba nada en el momento, oí la gran explosión a lo lejos.


25 DE NOVIEMBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora