XXV

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     Después de varios minutos, se levantó y besó mi frente, cubrió mi cuerpo y rostro con un manto blanco. Tocó su pecho y sintió algo morir, sus lágrimas corrieron sin temor. Salió hacia la terraza de su hacienda, miró a cada rincón de las hectáreas y el viento soplaba haciendo ecos de aflicción y soledad extrema, el cielo se mantenía oscuro; aferrándose a sus lágrimas y se dejó caer de rodillas en el suelo, no pudo contener el dolor que corroía su alma, las lágrimas desbordaron sin control, sollozando porque verdaderamente el alma dolía. Abrazó su cuerpo, sintió el trayecto de mi vida y los deseos truncados. Consumida por la melancolía abrazó su cuerpo, gritando a los rincones de los cielos...

—Mi ahijado ha muerto... hoy viernes veinticinco de noviembre a las cuatro y cincuenta de la tarde... realmente ha muerto. 

25 DE NOVIEMBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora