XVII

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     Mantengo mis ojos vendados por si acaso en un tiempo no muy lejano me reconoce algún "ojalá" o "aquí estás", que me haga despertar del sueño en que caí, pero mientras tanto, cierra todas las puertas al salir de donde vengas porque una furia al igual que el amor podría despertar. Suspiro al verte de lejos, sé que eres tú porque no logro olvidar tu cuerpo y tus siluetas. Es posible que durante este tiempo me alcance la muerte con un recuerdo medio vivido, con algo secreto guardado en mis viejos y rotos bolsillos, y que al final hurgues entre el féretro de mi olvido. 

      Siempre en este mundo viviré sin amor, sin cariño, sin tus besos, sin tus brazos y sin tu cuerpo, pero tengo fe que quizás todas las noches que veo por la diminuta ventana las estrellas pueda llenar ese vacío que dejaste en mi corazón.

       Me dijo mirándome a los ojos, una lágrima corría por sus mejillas y sus labios temblaban sin parar; "estas mortalmente enfermo"... pero es una enfermedad sin ti. Me hacía daño todo ahora que ya no estaba. Estoy viviendo y suspirando con una rosa en mis manos, en esta soledad abrumadora, necesito la compañía de tu amor a un ciego corazón que necesita la cura, y tú tienes la medicina que yo necesito. Ve dándomela poco a poco para que ya no sea una loca dependencia que se convierta en necesidad de ti. 

     Óyeme bien, no tengo nada sin ti, solo mis escritos, mis días, amaneceres y atardeceres que se pierden, mi propia voluntad no puede resistir e incluso con todo esto, no tengo nada sin ti. Tengo una sobredosis de ti que no me mata ni me intoxica, lejos de mí, sé que al final no era para ti. ¿Pero qué puedo hacer?, si escogí la poesía que me define y escribí cartas que apodé al destino y solo me quedé.

     Hoy que estoy solo, y que ante aquella tumba unas lágrimas derramé, en esta habitación les digo que todos hablen y digan lo malo que he sido, pero de ti no... tu no, tú lo hiciste bien, tú me amaste y yo te maté sin piedad porque he sido el vil asesino de esta cruel y farsante historia, el culpable y miserable por amarte... esto no estaba en las reglas del amor. Fue entonces en ese camino, donde pedía no mencionar mi nombre, era un día lluvioso y nos divertíamos en su cama, su cuerpo se aferraba al mío mientras las gotas caían, sumidos en un maravilloso sueño que nos embellecía, era justo cuando amaba las noches contigo, y a tu oído solía decir... 

25 DE NOVIEMBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora