Míralo ahí; es él, sin duda es él. No podía olvidar su silueta ni el aroma de su cuerpo, su oscura sonrisa y su voz a lo lejos. No hay nada ni nadie que pueda salvarme, aunque su cuerpo haya muerto, su alma seguirá persiguiéndome. Los días se me pasan rápido, pero parece una eternidad de soledad y recuerdos viejos. No hay manera de poder hallar corazones nuevos porque el mío murió aquella noche de octubre cuando te vi morir.
Y si realmente existe un Dios, espero y me pueda perdonar. La terrible fiebre abrumaba todo mi cuerpo, la depresión y soledad me hicieron caer de nuevo en una cama donde solo recordaba las últimas horas de vida de mi amado. Cerré mis ojos mientras me afligía en mi lecho, la vida era demasiado corta como para andar muriendo a todo momento, pero esto no tenía remedio. Sentía su frío espectro que se paseaba por toda la habitación, aunque mis ojos estuviesen cerrados, podía sentir los suyos observándome, esperando a que mi corazón se detuviera. Mientras la bella Kernis colocaba pañuelos húmedos en mi frente para apaciguar mi calentura, la cálida Kelly frotaba mis pálidos y fríos pies. No había esperanza alguna que me pudiese salvar. El espectro había ganado esta vez y me mantenía postrado en la cama, viviendo miles de dolores interminables mientras mi cuerpo era retorcido y castigado por su posesión. Me obligaba en las noches a deambular por las calles y en día sumiso en mi cama y cubierto totalmente en sangre.
Ni la medicina ni la santería podía salvarme, ambos daban todo por perdido. No le suplicaba que me dejara ser libre porque había entendido yo que estuvo siempre ahí esperando por mi alma, y en tantos intentos fallidos lo había logrado con un hecho tan simple como lo es el amor. Aprovechó cada situación y me incitó al suicidio miles de veces, pero todas se vieron frustradas por mis pensamientos y actos o personas que llegaban en el momento, pero aquí, me había abandonado hasta yo mismo.
No obstante, Delfilia me trasladó a un lugar más cálido y lleno de armonía a pasar mis últimos días. Acompañado del canto de las aves y el eco de las brisas, postrado en una vieja cama porque mis piernas ya no me sostenían, mis ojos no lograba abrir ni mucho menos podía hablar, sumido en mis dolencias mientras se iba rompiendo cada hueso de mis dedos y por las noches me elevaba al tejado y me golpeaba por completo hasta dejarme tirado en el suelo, Delfilia; quien desesperada me acogía de nuevo, muerta del miedo por el hecho y limpiaba mi sangre, curaba mis heridas y oraba antes de apagar las velas.
Deducía que aún vivía por el sonido de mi respiración y los latidos de mi corazón. No era más que penumbras y tristezas acumuladas en el cuerpo. En varias ocasiones, Julia Dolores se hacía a mi lado y derramaba algunas lágrimas después de musitar muchas palabras que conmovían mi ser y me hacía derramar algunas que limpiaba con un pañuelo blanco que olía a canela. Podía oírle, pero era similar a un eco perdido.

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25 DE NOVIEMBRE
Teen FictionVeinticinco de noviembre: muchas veces pensamos que el amor nunca acabará, y que cuando lo haga, sabemos que dolerá. Hay almas que el destino juntó con un solo propósito, amarse hasta el final. El amor verdadero solo nace de dos personas que hacen l...