Familia adoptiva

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Cómo era de esperar, los tres principados estaban en alerta al difundirse la noticia del atentado.

El príncipe Erickson al igual que otros siete diplomáticos se debatían entré la vida y la muerte en el hospital de La piedad,la doctora Joanss, se trasladó inmediatamente a dicho sanatorio nada más enterarse de la noticia.

El estado de los ocho sobrevivientes era crítico, tenían que esperar cuarenta y ocho horas para saber que lo peor había pasado. Afortunadamente el veneno utilizado tenía antídoto, de no haber sido así, otro sería el encabezado de los diarios.

Kerena al igual que las otras cuatro aspirantes restantes se encontraban estresadas por los trágicos acontecimientos. A ellas les tocó asistir en los funerales de la candidata del distrito cinco.

La madre de Sue Ming y su abuela eran la única familia que le sobrevivía. Ambas mujeres se encontraban deshechas.

Los funerales de la aspirante fue un evento solemne y muy emotivo, la gente del distrito uno salió a las calles a acompañar el cortejo fúnebre que igualmente fue televisado. En el distrito cinco también salieron a las calles a seguir el cortejo en las pantallas gigantes que fueron colocadas en puntos estratégicos.

Al final del día, la cripta de Sue Ming Woo lucía cómo una alfombra tapizada de hermosas flores, rosas en su mayoría.

Nadie daba crédito a lo qué se estaba viviendo en palacio. Era la primera vez en cuatro años, que el príncipe era alcanzado por uno de los muchos ataques perpetrados en su contra desdé que asumió el mando cómo gobernante.

Dos semanas después de los terribles acontecimientos el príncipe y tres dignatarios fueron dados de alta del hospital y llevados a palacio,los otros cinco seguían en tratamiento.

En su ostentosa habitación, Erickson se sentía cada vez más frustrado. Quería seguir adelante, y salir a buscar aquellos que tanto dolor habían causado,aunque era consiente de que aún necesitaba más tiempo para recuperarse.

Al escuchar un ruido junto a su puerta, alzó la mirada con la esperanza de que fuera Kerena. Nada más empezar a recuperarse había sentido una peculiar necesidad de mirarle,de saber que se encontraba bien,sólo quería mirarla a los ojos para,que su corazón y su alma dejaran de doler.
Erickson frunció el ceño. ¿ Por que diablos tenía esos pensamientos?
Ninguna de las otras aspirantes le había alterado tanto.

La puerta se abrió, dando paso a otros visitantes totalmente inesperados.

— ¡Murdock!

Una hermosa joven de dorados cabellos e impresionantes ojos azules corrió a abrazarlo.

— ¿¡ Qué hacen ustedes aquí !? — dijo él sorprendido al ver a las cuatro personas que acababan de irrumpir en sus aposentos aún en contra de las objeciones de la doctora Joanss.

— Lo lamento hermano,la doctora ha intentado detenernos pero es imposible frenarnos. — le respondió un hombre tan guapo cómo el príncipe.

— ¡Como si alguien pudiera! — añadió la mujer mayor de cabellera de fuego y ojos de acero. Al verla Erickson agradeció estar recostado, o sus piernas le habrían fallado de pura emoción.

— Mujer,aquí nadie nos conoce. — dijo el hombre que entró al final y el único que le ofrecía disculpas a la asombrada doctora que logró reconocer aquel cuarteto.

— ¡Madre,Padre! ¡Cuánto gusto, verlos!

La mujer y el hombre se acercaron a abrazarlo y besarlo por encima de la joven que ya se había acomodado a su lado.

— No nos permitían venir antes, fue horrible tener que esperar estas dos semanas. — gruñó la pelirroja. — Y tú padre y tú hermano se negaban rotundamente a dejarnos venir de incógnitas, cómo sí fuera la primera vez que lo hacemos.

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