Capítulo XII

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-¡Ahora! –se escucha el balazo al aire indicando que la carrera comienza.

Leslie, Leonor y yo cabalgamos lo más rápido posible. Leslie va por delante de nosotras por tan solo unos poco centímetros. Apresuro al caballo que era de David antes de que muriera, un hermoso y musculoso caballo café, Arion lo llamó. Por alguna razón me gusta pensar que me da buena suerte. 

-¡A que no me alcanzas! –grita emocionada Leslie.

-Te voy pisando los talones. –le digo poniéndome a su altura- Bueno, pesuñas...

Las reglas son simples: Una vuelta a los jardines alrededor del castillo, la primera en llegar gana.

Vamos a mitad del camino cuando las tres estamos a la misma distancia. Volteo a ver a Leonor y sonreímos.

-¡Vamos Arion! –corre más rápido dejando a Leslie detrás de mí por muy poca distancia.

-¡Sunshine! –grita mi hermana a su yegua y cabalga cada vez más rápido.

Siento mi corazón latir cada vez más rápido al ver la línea de la meta. Siento la adrenalina corriendo por mis venas.

Tengo a Leslie pisando los talones de mi caballo y a Leonor a la par de ella. Dejo de concentrarme en la meta y me concentro en el caballo.

Su respiración agitada, como cuando David y yo cabalgábamos hasta nuestro lugar secreto; su suave pelaje, pasábamos horas cepillando a los caballos, nunca queríamos que los cepillaran los encargados; el sonido de sus pesuñas tocando el camino de piedras y por último el latido de su corazón...

-¡Ganaste Alexandra! –grita mi hermana detrás de mí y al abrir mis ojos me doy cuenta de que estoy a unos pocos metros después de la meta.

Bajo del caballo y lo acaricio con cariño. –Bien hecho.

Todas las personas invitadas a la carrera festejan mi victoria. Lo único que se escuchan nos aplausos y gritos triunfales.

-Felicidades Princesa Alexandra. –me felicita de mala gana la Reina Marie.

-Gracias. –respondo tratando de ser amable, aunque cuesta mucho trabajo mientras te miran de esa manera.

-En serio que eres buena. –dice Leslie dándome un pequeño abrazo.

-Aprendió del mejor. –le die Leonor con una mirada maliciosa.

-Después te platico de él.

-Es un largo camino hasta el castillo, te escucho. –dice Leslie con una sonrisa.

Cristy, Leonor, Isabel, Leslie y yo caminamos lentamente al castillo para que le cuente todo sobre ese chico que me enseñó a cabalgar.

-¿Y bien? –Leslie levanta una ceja.

-El Príncipe Fernando Romanov, él fue el que me enseñó.

-¿Fernando Romanov? –pregunta Leslie.

-¿Lo conoces? –le pregunta Isabel.

-No del todo. Era mi prometido pero surgió que tú eres mayor que yo y tu reino está más estable que el mío.

-Ahora sé por qué tu madre me odia. Sin ofender. –le digo riendo.

-No te lo tomes personal. Nunca lo conocí. ¿Cómo es?

-Sí cómo es Alexandra. –Cristy ríe.

-Tiene cabello café claro, unos ojos azules que te atrapan en cuanto los ves, amable, cariñoso...

-Wow, como te envidio. –Leslie ríe.

-No te preocupes, nuestras madres seguro encontrarán el mejor para ti.

****

Después de darnos un baño nos quedamos de ver en la alcoba de Leslie. Camino lentamente acomodando mi cabello. Leonor viene a mi lado mirando a través de los grandes ventanales a lo largo del pasillo para llegar a la habitación de Leslie.

Se escuchan pasos.

-¿Escuchaste eso? –le pregunto a Leonor alarmada y volteo hacia atrás.

-Paranoica. –me dice pero inconscientemente acelero el paso.

Pongo atención a todos los sonidos alrededor, no se escucha nada salvo nuestros pasos y unos pájaros fastidiosos afuera del castillo.

-Tienes razón, me estoy volviendo loca.

-¡Alexandra! –grita Leonor y al voltear veo a un guardia cargando a mi hermana con un trapo sobre su nariz. Me pide ayuda con sus ojos y veo el miedo a través de ellos hasta que se cierran.

Mi corazón late a toda velocidad y siento que se me congela la sangre al verla. Trato de memorizar el rostro del atacante pero no lo reconozco. Nunca lo había visto en el castillo.

-¡Leonor! –estoy a punto de ir por ella cuando siento que un hombre me toma por la espalda impidiéndome avanzar y alguien presiona un trapo sobre mi nariz con un olor muy fuerte.

Me resisto todo lo que puedo, me retuerzo en los brazos de mi atacante pero solo logro que me tome con más fuerza, por la desesperación de no poder hacer nada me defiendo rasguñando su rostro con mis uñas.

Mi madre se dará cuenta de nuestra ausencia y un guardia con un rasguño seguro atraerá la atención.

Comienzo a sentirme débil y mis párpados pesados. De un momento a otro todo se vuelve negro.

****

No sé por cuanto tiempo estuve inconsciente. Lo último que recuerdo es a mi hermana desmayada en los brazos de un extraño vestido de un guardia de la realeza.

Abro mis ojos lentamente y veo que estoy en una habitación fuera del castillo. Las paredes son de tablones de madera, la cama en la que estoy acostada es dura como piedra, hay un pequeño escritorio justo a lado de una ventana.

Una ventana.

Me trato de levantar de la cama pero no me puedo mover demasiado, me doy cuenta que estoy atada con cadenas en los pies, tengo las manos libres pero las cadenas tienen candado, es inútil que me trate de zafar.

Frente a mi hay un gran espejo dónde puedo ver mis ojos rojos y unas grandes manchas negras bajo ellos. Mi cabello está despeinado, mi corona desapareció y aun de lejos puedo apreciar los moretones de mis brazos.

Veo el paisaje por la ventana y me doy cuenta de que estamos en una cabaña dentro del bosque. Muchos temen entrar al bosque por todas esas historias de brujas, animales gigantescos y aterradores, asesinatos, no muchos se ofrecerán para buscarnos.

Mi hermana. Leonor. La tengo que sacar de aquí.

Entonces un hombre alto, fuerte y con bigote negro al igual que su cabello, entra por la puerta. Calculo que tiene alrededor de 40 años gracias a que algunos cabellos blancos y unas cuantas arrugas alrededor de sus cansados ojos delatan su edad.

-Ten a tu hermana. Ya me tienen hartos sus gritos. –entra el hombre y ata a mi inconsciente hermana a la cama igual que a mí.

-Pero si esta desmayada. –le reclamo y al ver su mirada penetrante me arrepiento de haber abierto la boca.

-La sedamos para que ya dejara de gritar. –dice como si lo hicieran todos los días y fuera lo más normal del mundo.

-¿Qué quieren de nosotras? Déjenos salir de aquí. –le digo tratando de que no se note el miedo en mi voz.

-Tierna... -dice acercándose a mí.

-Te ordeno que nos liberes. –digo autoritaria y recibo un fuerte golpe en mi mejilla y nariz.

-Aquí yo doy las órdenes. –el señor cierra la puerta detrás de él.

Me miro en el espejo y veo la marca roja de la palma de su mano en mi mejilla, mi nariz está sangrando y sin poder resistirlo lágrimas comienzan a resbalar por mis mejillas.

Acaricio el cabello de mi hermana aun sabiendo que está inconsciente.

-Te voy a sacar de aquí, te lo prometo...

La Próxima ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora