Capítulo XX

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Siento su mirada en mi espalda conforme camino lejos de él. Cada que estoy cerca de él me siento torpe y nerviosa, sin saber qué decir o hacer. No puedo dejar que eso me pase, no quiero descepcionar a mi padre, pero en serio no sé cuánto tiempo más pueda soportar el hecho de que no puedo enamorarme de alguien, del cual ya lo estaba hace años.

Aún con apenas 10 años de edad sentía un gran afecto hacia el Príncipe Fernando, en ese entonces pensé que podía estar confundiendo amor con amistad. Al verlo de nuevo lo que sentí, no lo sentiría ni siquiera por mi mejor amiga. Fue algo especial que sentí por dentro, una alegría combinada con nervios, esa emoción fue interrumpida por una mucho más fuerte, miedo.

Miedo a que lo que me advirtió mi padre sea verdad. Siempre creí que el amor entre mi padre y mi madre era verdadero y que fue lo que llevó al reino a la grandeza, resulta que con lo que me dijo al final me puso a pensar demasiado.

Él no la amaba, tomaba las decisiones por lo que fuera mejor para el pueblo, sin el corazón. No tomaba a mi madre en cuenta, ella lo amaba, no estoy segura de que él sintiera lo mismo por ella.

-¿Alexandra? ¿Qué pasó? –Leonor me saca de mis pensamientos y me doy cuenta de que me quedé paralizada por unos segundos viendo los pequeños copos caer.

-Estoy bien, solo que lo pétalos me tomaron por sorpresa. –trato de mentirle a mi hermana pero es la persona que mejor me conoce.

-No te creo.

-Después hablamos Leonor, no es momento.

-Está bien. –dice alejándose de mi caminando directo al Príncipe Carlos.

Él la recibe con una tierna sonrisa en sus labios, mi hermana se ve feliz a su lado pero por más que quiera aceptarlo, yo no puedo sentir lo mismo que ella. Tal vez por eso mi madre tiene demencia, no puso soportar que mi padre muriera sin amarla. Eso no me puede pasar a mí, quizás mi padre tenga razón, amar es peligroso. Para el que ama y para el que es amado, el amor simplemente es una cuenta regresiva hacia el dolor. Una ilusión.

De una forma u otra el dolor se atraviesa en todos los momentos. Cuando piensas que tu vida por fin es tu perfecto cuento de hadas, el dolor se interpone y te hace recordar que eso de la vida perfecta, no existe.

Busco con la mirada a mis damas para darme cuenta de que no las he visto después del baile. Estaba en distraída por Fernando que no me di cuenta a donde se fueron Isabel y Cristy.

Hay cientos de personas a mí alrededor pero sin mis amigas me siento sola en este grande y frío palacio. Las tintineantes estrellas resaltan del azul oscuro del cielo a través de los grandes ventanales que rodean al salón de baile. Camino hacia uno de ellos, entre más me acerco a ellos puedo sentir el fresco de la noche atravesar el cristal hasta llegar a mi cuerpo.

Miro las estrellas tratando de reconocer las constelaciones que un día me enseñaron de niña y tratar de ubicar en dónde está mi madre. Una parte de mi espera que haya recordado quien en verdad es, pero por otra parte no quiero que recuerde y reviva el dolor que sintió al ver a mi padre morir... Solo quisiera que nos recordará y extrañará tanto como nosotras a ella.

-Ahora es tiempo de que el próximo Rey y Reina de Rusia tengan su primer baile oficial como prometidos. –escucho que anuncia una voz grave pero no logro identificar de quién se trata.

De nuevo vuelvo a sentir todos los ojos sobre mí y Fernando. No me siento con ánimos de bailar pero debo que irme acostumbrando que siendo una reina arriesgas el prestigio de tu apellido por tan solo una pequeña equivocación.

Busco con la mirada a Fernando y no tardo en encontrar los únicos profundos y atrapantes ojos azules mirándome a la distancia. Mi corazón comienza a latir rápidamente, como pasa siempre que lo miro sus ojos.

Lo veo caminar lentamente hacia mi dirección, a cada paso que da mi respiración se vuelve cada vez más agitada hasta que se detiene justo frente a mí.

Hace una reverencia y pide mi mano para el baile. No estoy segura de lo que mi padre se refería con que mi reino no triunfaría si me enamoraba pero segura de que un baile no me hará mal.

Tomo su mano con la diga delicadeza de una Reina, me sonríe tiernamente y me guía al centro de la pista de baile. Simplemente el estar aquí junto a él me hace recordar nuestro primer baile.

Estaba muy nerviosa hasta que Fernando me tomo entre sus brazos y bailamos al compás de la música, tan sincronizados que pareciera que hubiéramos ensayado.

La música comienza.

Fernando me toma de la cintura y puedo sentir el calor de sus dedos a través de las finas capas de tela de mi vestido. Sin darme cuenta estamos bailando siguiendo el compás en perfecta armonía. Igual que cuando éramos niños. 

La Próxima ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora