Capítulo 5: Verdades a medias [segunda parte]

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Cristopher apenas había pegado un ojo en la madrugada. Cada vez que los cerraba la ansiedad sobre la historia de Justine lo azotaba. Aún cuando todo estaba oscuro renunció a la idea de dormir.

Igual que siempre su casa tenía un aspecto en penumbras, no podía explicar pero sentía en el aire la sutil diferencia y una voz que le decía.

No estás solo.

Pasó por la habitación dónde estaba Justine, se dijo que solo quería ver si estaba bien y por primera vez, después de mucho tiempo cuando tocó el pomo de la puerta no sintió la ansiedad aplastante; había veces que duraba semanas sin entrar y días en donde no deseaba estar en otro lugar.

Cerrada.

Por primera vez en mucho tiempo la puerta estaba cerrada. La última vez que lo estuvo había sido Susan.

«No es sano -ella había dicho-. Está no es la forma correcta»

Aquella vez había roto la puerta luego se quedó llorado en medio de aquella habitación.

Lo estaba sintiendo, otra vez se arrastraba sobre si. Pegó su frente a la puerta y respiro profundo, aún sin soltar el metal frío. Sabía que podía hacerlo, que él era fuerte, que tenía el derecho a exigir que la puerta estuviera abierta. Pero no lo hizo, se alejó y pudo jurar que vio una sombra debajo de la puerta.

Tomó un par de pastillas y volvió a dormir, la siguiente vez que despertó fue por ruidos en la cocina y solo por un momento sintió que las cosas eran como antes.
Ese sentimiento se le fue aplastado tan rápido que resultó ser casi doloroso ponerse de pie.

Cuando volvió a pasar por la habitación la puerta estaba abierta y todo estaba ordenando, hace tiempo que no recibía visitas.
Pasó por el baño primero, después de hacer sus necesidades y tomar una ducha.

Al llegar a la cocina se encontró con Justine, tenía la misma ropa del día anterior pero ya era obvio que había pasado por la ducha.

Christopher la observó, de verdad lo hizo, ella no había notado su presencia mientras esperaba al frente de la estufa. Preparando algo que por el olor podía decir que era avena.

Ella se veía cómoda, en medio de aquel enorme lugar con grandes estantes de madera y muchas piezas relucientes de acero. Casi no lo usaba, era demasiado para él, pero le gustaba mantener las cosas como siempre.

-Buenos días inspector -le saludo Justine cuando notó su presencia-. Espero que me perdone el atrevimiento, había despertado hace rato y pensé que usted podía tener hambre.

-Esta bien -le aseguró mientras se sentaba en unas de las sillas del comedor de la cocina-. Me tomó por sorpresa y ahora me siento mal, se supone que usted es mi huésped.

-Oh no se preocupe por favor, es lo menos que puedo hacer e insisto -dijo mientras volvía a lo suyo-. Me sorprendí al ver la despensa llena, pero me alegra -hablaba con entusiasmo mientras le servía. Después de los tragos de anoche el inspector estaban encontrarla un poco descompuesta.

Ella tomó asiento justo al frente.

-Buen provecho.

-Igualmente.

Ambos empezaron a comer en silencio mientras Christopher le dirigía miradas fugaces.
Después de terminar Christopher insistió en lavar los trastes.

JustineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora