Capítulo 6: Penitencia & Venganza[1]

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Justine había terminado de contar su historia en medio de llanto. Christopher había intentado que ella le dijera nombres, pero era imposible; cada vez que lo sugería un nuevo ataque empezaba, así que desistió, al menos por el momento.

Ella nunca contó lo que le hicieron en esa casa o como logro escapar. Christopher se comprometió a que llegaría hasta las últimas consecuencias; sea cuáles sean.

A pesar de todo, el fin de semana que pasó con Justine fue genial. Había aprendido bastante de ella en sus conversaciones: que le gustaba la música; su libro favorito era el Conde de Montecristo; le gustaban los animales, pero era alérgica a los gatos y que su fruta favorita era el mango.

Además, Christopher pudo notar pequeñas cosas como que era zurda, que siempre dejaba los vegetales verdes en su comida y que cuando pensaba que él no le prestaba atención ella siempre lo miraba.
Pequeñas cosas.

Aquel lunes había llegado y tenía que volver al trabajo

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Aquel lunes había llegado y tenía que volver al trabajo. Había encontrado a una Justine bastante sería, ella se mostraba como si nada, pero él podía ver debajo de sus gestos.

—Fue un gran fin de semana—Había empezado mientras se servía el desayuno.

Christopher sabía en lo que iba su conversación. Fue un gran fin de semana, sin embargo, ya se acercó su fin.

—Esta tarde veré la noticias sobre su casa, aún no sabemos por qué la atacaron o solo si fue un acto a la zar.

—Esta bien, creo que sabemos por qué me atacaron -comento mientras jugaba con su comida.

—Solo dame un nombre Justine, te prometo que te puedo mantener a salvo.

—¿Y quién te salva a ti, Christopher? —esa era la respuesta que siempre daba.

—Ya te he dicho, me puedo proteger. Tú no puedes seguir viviendo con miedo cuando solo eres una víctima. Con tu silencio los estas protegiendo.

—¡No entiendes! —explotó—. No has entendido como funciona las cosas aquí. El miedo, inspector, es lo único que me queda —se puso de pie abruptamente—. Esas personas ya no están, sin embargo, su nombre sí. Nadie le va creer a un don nadie.
—No eres un don nadie —trató de razonar—. No importa que no estén, pero alguien debe pagar.

—Inspector, tengo suerte de estar viva, y para esta ciudad eso es mucho. Está es mi tercera oportunidad y lo siento si no estoy dispuesta a dejarla por tu incredulidad.

—No es "incredulidad" es justicia —insistió— Solo. Dame. Un. Nombre.

Y ella río.

Una risa seca y dolorosa. Carente de toda alegría, mas, aún así era fuerte, suficiente para llenar la habitación. Y cuando terminó aún tenía rastro de esa sonrisa tirando de sus labios; le habló, tal y como una madre a su niño pequeño, ella dijo:

JustineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora