—Aunque usted no lo crea, yo fui quien se encaminó al infierno —empezó a contar—. No le daré muchos detalles de cómo llegué solo le diré lo necesario.
Era invierno de 1962. Se había pronosticado una tormenta, por eso todos los centros educativos despacharon antes de tiempo.
Mi papá siempre me iba a buscar pero, ese día no fue posible porque aún estaba en el trabajo. Nadie podía ir por mí así que me tocó caminar.
Cómo no andaba lo suficientemente abrigada empezaba a sentir los efectos del frío. A los lejos escuché el rechinar de unas llantas, creí que era mi padre, me detuve por un momento, pero tuve que seguir mi marcha al ver que no era él.
Estaba tan concentrada que no me di cuenta de que aquel auto había pasado a mi lado. Después se detuvo y empezó a retroceder, no era de mi incumbencia así que seguí mi camino. Aún cuando el conductor disminuyó la velocidad y bajó el vidrio, ni siquiera hice caso cuando se ofreció a llevarme. Negué con la cabeza y seguí mi camino.
—Vamos, el clima no tiene pinta de cambiar, te vas empapar antes de que llegues a casa.
Me dijo con un tono seguro aún así no le hice caso, siempre me decían que no debía ir con desconocidos, por más amigables que estos parecieran.
—Chica lista —dijo y por el tono que utilizó pude deducir que sonreía.
Estaba cerca de su auto por lo que pude escuchar mientras buscada, a eso sentí un poco de temor y caminé más rápido.
—Soy policía —se apresuró a decir mientras sacaba su carnet por la ventana.
Me detuve en seco, después de pensar en la situación que estaba, sabía que podía ser falsa, pero para estas alturas no parecía mal tomar un poco de riesgo. Lo miré resignada antes de montarme.
Se veía muy joven y atractivo para ser un policía también que su auto era muy bonito y brillante, nada como los viejos modelos que se veían por la ciudad. Al entrar al auto vi su arma, mi temor debió ser muy obvio por qué él la ocultó.
Nadie dijo nada en el camino, fue uno de los viajes más incómodos que había tenido en mi vida. Me dejó en mi casa con la ligera advertencia de que tuviera cuidado.
—Gracias oficial.
Si mal no recuerdo nuestra segunda charla fue en mi instituto. Había una conferencia sobre el uso de las drogas y ahí lo pude ver con su uniforme, me alegró saber que no me había mentido.
Hice como si no lo conociera, pensé que él haría lo mismo, pero, no fue así, más bien todo lo contrario, a la salida me habló, más casual y con más seguridad. Incluso me invitó a salir y esa vez no dude en aceptar.
Con el paso del tiempo llegamos a establecer una especie de amistad. En algunas ocasiones llegó a comentar que gustaba la madurez que expresaban mis palabras y que hablar conmigo era casi como hacerlo con un adulto.
Quizás por su mente pensó que yo lo era.
Cuando toqué las puertas del infierno él me había invitado a una fiesta, yo no me sentía muy cómoda en esos ambientes, mas él me aseguró que todo iba a estar bien, ¿Qué más podía pensar? Como toda una gran adolescente les mentí a mis padres, diciéndoles que me quedaría a dormir donde una amiga, como ellos nunca había tenido razones para desconfiar me dejaron.
Aquella fiesta no fue como me lo pensé, el ambiente era algo sombrío por el humo de los cigarros, la música era espantosa y los adultos con su pésimo sentido del humor y sus mañas asquerosas.
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Justine
Misteri / Thriller"Inocentes, ese es el precio del cambio". Después de una serie de homicidios violentos, el inspector veterano Christopher Arias se encuentra siguiendo el rastro de crímenes sin resolver. Tras una investigación sin pistas, la llamada de una misterios...