Estaba acostumbrado a los gritos de odio, de suplicas, de clemencia y de dolor. Siempre hubo gritos, nunca silencio.Silencio.
En la habitación de cielo eso no era muy común, por ello, Él se encontró curioso.
Solo la observaba, sabía que era cuestión de tiempo para que ella se rompiera. Ellas siempre se rompían. Luego empezaban los gritos.Por ello esperó.
Los días se volvieron en más días y ella permanecía en silencio. Solo miraba a la nada, comía, dormía, ocasionalmente usaba el baño y luego volvía a dormir. Se encontró curioso viendo su rutina. En ningún momento ella gritó, habló o reclamó. Todas se rompen, en algún momento lo hacían, pero ella parecía no importarle.
La observó en su última comida, como ella caía en un letargo profundo. Él entró a la habitación del cielo, preparó la mesa y colocó la comida. Cuando terminó sabia que salir, pero se quedó, quería ver su reacción cuando ella despertara.
Ella despertó y no hubo nada. Ella lo miró, simplemente lo hizo y no dijo nada. Uso el baño, luego tomó asiento en la mesa y empezó a comer. Empezó a devorar todo lo que había en la mesa y aún cuando empezó el temblor en sus manos, siguió.
—Vas a matarme —dijo sin mirarle. Esa fue una afirmación.
—¿No tienes miedo?
Una sonrisa se formó en sus labios y siguió comiendo.
—¿No tienes miedo? —insistió.
—No.
Él la miró con curiosidad, ella había dejado de comer y ahora solo jugaba con la comida.
—¿Por qué? —no pudo evitar preguntar.
En ese momento ella alzó la vista, esos ojos marrones que ahora estaban vidriosos y sin brillo lo miraron fijamente.
—¿Qué sabes tú del miedo? —preguntó y luego continuó—. Porque yo lo sé todo. Sé lo que no es poder dormir vigilando las sombras. Que la noche sea tu enemigo y el amanecer no llegue con prisa. Que cualquier murmullo sea una señal de ataque. Sé lo que es tenerle miedo al silencio. Sentir como si echaran ácido en tu corazón y ese ardor se sienta en el pecho entero. Eso es tener miedo, que no importa donde estés, el aire jamás será suficiente.
Hubo un largo silencio antes de que ella volviera a tomar la palabra:
—Así que, respondiendo tu pregunta. No, no tengo miedo. Aquí no ha habido nada que me haga sentir eso.
«¿Ni siquiera la muerte?» Él quiso preguntar, pero se contuvo.
Ella volvió a bajar la mirada a la comida.
—Si me disculpas. Tus drogas me están haciendo efecto —dicho esto fue al colchón que estaba en el piso, se tambaleó un poco pero llegó.
—¿Qué sabes del odio? —Él le preguntó.
Ella cerró los ojos y respiró, por un momento Él pensó que había caído dormida, luego abrió los ojos y lo miró fijamente.
—Yo sé todo sobre el odio.
Ella se quedó dormida, sin gritos, sin suplicas y sin reclamos; solo había silencio.
ESTÁS LEYENDO
Justine
Mystery / Thriller"Inocentes, ese es el precio del cambio". Después de una serie de homicidios violentos, el inspector veterano Christopher Arias se encuentra siguiendo el rastro de crímenes sin resolver. Tras una investigación sin pistas, la llamada de una misterios...