Redención

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Vino a mí con voz temblorosa y lágrimas en los ojos, cada vez que hablaba apenas podía contener los sollozos.

Sus palabras eran claras:

Lo odio.

Lo quiero muerto.

Ella no sabía el peso de sus palabras, pero yo sí.

Cuando creí que todo había pasado volvió a mí con una mirada decidida y una propuesta.

Ayúdame a matarlo.

No merece estar vivo, por favor solo te tengo a ti.

Ella no estaba consciente de sus palabras. La rechacé completamente, ella me miró como si le hubiese hecho más daño, se fue y no me volvió hablar.

Vi como su cuerpo se arrastraba, como se asfixiaba con su propia sangre, fue lento, sufrió bastante como para rogar que acabara con su vida

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Vi como su cuerpo se arrastraba, como se asfixiaba con su propia sangre, fue lento, sufrió bastante como para rogar que acabara con su vida. Cuando me preguntó la razón solo le respondí:

Le rompiste el corazón a quien amaba.

Lo dejé, que supiera que su condena fue cantada el día que decidió jugar con los sentimientos de mi amada.

Cuando se anunció su muerte, ella soló llego a mi casa, no me hizo preguntas ni yo le rendí cuentas. Me abrazó con fuerzas mientras pequeñas lágrimas salían de sus ojos. Pero, no me dijo nada.

El día que me lo propuso, sabía que ella no conocía el poder de sus palabras. No, mi amada es buena, es por eso que yo le amo. Ella no podría quitar una vida, si yo la ayudaba iba a tirar nuestras vidas por la borda. La conciencia y la culpa la matarían lentamente.

Pero yo no, en mí no hay conciencia ni remordimiento. Mi única ancla es ella, mi hermosa, voy a mantener su mirada así de pura aunque tenga que sacrificar a cada persona que entre a su vida.

JustineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora