Capítulo 23: El juego de la Reina [8]

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Capítulo 23: El juego de la Reina [8]

El inspector observó en silencio como el anciano se tomaba su tiempo para continuar. En aquella pequeña habitación el tiempo parecía haberse detenido.

—Cuando los bomberos quisieron llegar, ya era muy tarde, aunque para el fuego no era suficiente. Su furia amenazaba con devorar todo el bosque —el anciano tomó un pañuelo que estaba en su camisa y se secó las inexistentes lágrimas.

—Lo siento mucho —se disculpó Christopher con toda sinceridad, él sabía que era perder un hogar.

—Yo también lo siento —dijo el anciano y tomó un gran suspiro antes de volver a empezar—. Cuando pudieron apagar el fuego, todo el ambiente era horrible. No teníamos hogar, ni recursos de algún tipo. La ayuda llegó, pero solo los primeros días. Hasta que de repente nos llegó un salvador, el hijo pródigo había llegado al auxilio de su pueblo. ¿Lo puedes creer? Era el mismo Daniel. Llegó con comida, nos montó un campamento y hasta trajo doctores. Las tragedias siempre sacan el lado humano de las personas, pensamos que eso mismo había pasado con Daniel.

»Él se encargó de los planes funerarios, no teníamos eso de seguro medido y él se encargó de que nunca nos faltará nada. Pasó una semana del siniestro y él iba con nosotros todos los días hacer algo tan simple como charlar. Aún todos estábamos sensibles, Daniel empezó hablar de reconstruir otra vez nuestro hogar, un lugar más cómodo y seguro. Le hice el recordatorio de que no teníamos el dinero para eso, él dijo que se podía hacer cargo de todo, pero para eso necesitaba un documento firmado nuestro para darle los permisos de la construcción. Nadie hizo preguntas, antes la perspectiva de un nuevo hogar, todos firmaron, yo cuestioné que tanto poder le estaríamos dando a Daniel con esos papales, pero cuando todos me empezaron a reclamar, del por qué iba a tener razones de dudar de la persona que tanto nos había ayudado, al final no tuve de otra y también firmé.  Tenía que pensar en mi nieto. Apenas tenía meses de nacido. Sus padres fallecieron, su papá lo sacó primero y luego volvió a buscar a su madre, ninguno de los dos volvió a salir.

»Después de firmar, de manera inmediata empezó la construcción, esta se llevó a cabo en un lugar muy lejano del siniestro. No era el lugar más lindo del bosque, pero, Daniel aseguró que seria más práctico. Pasaron dos semanas y nos dieron esto que usted ve, Daniel nos aseguró que esto sería temporal, que después todos tendrían su hogar y todas esas promesas. Cegados por el dolor, no nos pudimos dar cuenta de un hecho tan simple, como por ejemplo la segunda construcción. Mucho más grande, era enorme y muy ambiciosa, ¡nuestro nuevo hogar será magnífico! Decían llenos de gozo.

» Le voy a decir algo oficial, los reportes mienten, cuando ocurrió el siniestro éramos más de doscientos, sin embargo, en los reportes dijeron que eran cien, las víctimas que no pudieron salir fueron más de cincuenta y ellos dijeron que fueron veinte y cinco, ¿Por qué mentir en un hecho tan atroz?

»Tres meses después del siniestro, los recursos dejaron de llegar, nuestro gran benefactor se disculpó y dijo que su economía no le permitía seguir ayudándonos de la misma manera que siempre, que la mejor forma que nos podía seguir ayudándonos era si nosotros empezáramos a trabajar. Lo hicimos, todos los jóvenes y hombres en buena salud empezamos a trabajar en la gran construcción. Antes de que saliera el sol y mucho antes de que se ocultara, nosotros estamos trabajando. Después de todo lo que había hecho Daniel de manera “desinteresada” todos asumimos que no nos podíamos quejar de las extenuantes horas de trabajo. Aunque, mientras la construcción avanzaba las aguas se empezaron agitar y las personas empezaron a entender que eso era demasiado grande para nosotros. Una gran finca, con más de treinta habitaciones, un gran jardín y piscina propia; otros apartamentos muy lujosas que quedaban cerca del río; salas de eventos; parques y hectáreas de terrenos muy bien cuidado.

»Cuando por fin, llegó el sentido común, ya la construcción estaba casi lista, “gran complejo turístico de Constanza” se leía en todas partes. Le preguntamos a Daniel y el solo dijo que estaba tomando lo que invirtió en nosotros. Le dije que no tenía derecho y él me saco en cara los papeles. Resultó que le habíamos vendido los terrenos. Intentamos ir a las autoridades pero nadie nos quería escuchar, Daniel nos hizo quedar como invasores, todos nos dieron la espalda. Y cuando el complejo de estreno, supimos que teníamos que trabajar y así poder seguir viviendo aquí. Nadie nos obligaba, claro, podíamos salir e ir a otro lugar y empezar de nuevo o eso fue lo que pasamos. Resulta que nosotros éramos los esclavos de Daniel, ninguna empresa nos daba trabajo y si encontramos un lugar estable, tarde o temprano nos teníamos que ir. Para todo el mundo Daniel era nuestro dueño. Un mocoso que ni siquiera tenía 24 años llegó hacer la persona más rica de toda la ciudad y muchos le tenían miedo a eso. Han pasado diecinueve años y aquí es donde estamos. Inspector , esa es la verdad. Espero que usted sepa que hacer con ella.

Christopher se quedó en silencio, tratando de procesar todo lo que había escuchado.

—¿Cree que Daniel causó el incendio? —preguntó con cuidado.

—No lo sé, a pesar de todo quiero tener fe de que no hay un ser en este mundo capaz de cometer semejante acto. Solo quiero pensar que hay personas mezquinas que se aprovechan de la tragedia —Juan se puso de pie y estiró los huesos.

Christopher sabía que si había personas capaces de hacer un hecho así, todo por la ambición. Se puso de pie, ya tenía que irse. Su mente no dejaba de girar, la había encontrado, la verdad que valía sangre.

—Gracias por confiar en mí —dijo Christopher—. Le aseguró que se hará justicia.

El anciano solo asintió y antes de que Christopher saliera le dijo.

—Inspector, he escuchado más promesa en estos meses que en toda mi vida aquí, espero que cumpla y mantenga a mi familia a salvo.

—Lo haré —dijo con firmeza y antes de irse le preguntó— ¿Cuál es el apellido de Daniel? —tenia una pequeña intuición.

—Moras —respondió el anciano—. Ese era su apellido.

No sabía si sentirse aliviado de que solo hubiese sido una casualidad.

—Aunque —agregó el anciano—. Un joven tan fino como Daniel, jamás se conformaría con un apellido de campesino. Cuando se casó, tomó el apellido de su esposa —el anciano hizo una pequeña pausa—. Sempere, Daniel Sempere, así es como ahora se le conoce.

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⏰ Última actualización: Jul 03, 2020 ⏰

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