—¿Cómo te llamas? —le había preguntado un día.
—Laura —La mentira le salió casi al instante. No le iba a decir su nombre a quien la tenía secuestrada.
Él se le quedó mirando, por un momento temió que Él sabía la verdad. De ser así no dijo nada y solo salió de la habitación.
Ya no sabía cuándo tiempo tenia en ese lugar; cuando pasó la primera semana perdió la cuenta de los días, estaba cerca de enloquecer notaba como la soledad le estaba alterando los nervios, podía jurar que conocía cada azulejo de esa habitación.
Ese lugar era grande, en una esquina estaba la bañera, el inodoro y un lavamos; en la otra un colchón; la luz nunca se apagaba y todo estaba marcado de azulejos azules.
A excepción ese día, fue la primera vez desde su llegada que Él le dirigió la palabra.
Al principio había gritado, una y otra vez gritó hasta que se quedó sin voz. Ya no valía la pena y lo sabía, sabía que nadie la iba a extrañar, nadie la buscaría.
Lo único que podía hacer en ese lugar era dormir, al despertar se encontró con algo diferente: había una mesa junto con una silla en la habitación, tenía un mantel blanco y estaba llena de comida.
Ella miró todo con sigilo, por lo general Él le dejaba la comida en el suelo, no entendía a qué venia todo eso.
La comida se veía deliciosa, había pollo, lasaña, ensalada e incluso dulces. Pero aun así se mantuvo lejos de todo eso.
Él entró en la habitación y se quedó al lado de la mesa.—Es para ti, come —eso fue una orden, pero ella no se movió—. Ya saldrás de aquí, esta será tú última comida. Come.
Sintió que la euforia la invadía. A pesar de lo gélido eso había sido un infierno, no había nada más que quería que salir de ese lugar. Se sentó en la silla y al principio con un poco de desconfianza empezó a comer, la comida estaba bastante deliciosa.
—¿Cuál es el mensaje que quieres que lleve? —le preguntó, aunque no esperaba revivir respuesta.
Por un momento pareció que no iba a responder, pero lo hizo.—Quiero que digas que la justicia se acerca. Ese es el mensaje que quiero que des, justicia para los olvidados.
Le pareció bastante extraño, pero solo asintió, quería salir de ese lugar.
—¿A quién le daré el mensaje?
—A todo el mundo —respondió Él mientras iba hacia la bañera y la empezaba a llenar.
«Seguro va a querer que me bañe» pensó.
—Está bien —dijo estando poco convencida pero no le importaba. «A la mierda con el mensaje, cuando salga de aquí iré a la policía».
Seguía comiendo cuando notó que sus movimientos eran más lentos, intentó llevarse el tenedor a la boca, pero este se le desviaba. Tenía la vista nublada y sentía una pesadez en el estómago.
—¿Qué... Qué me diste? —sus palabras se arrastraban como si estuviera borracha. Se intentó ponerse de pie, pero sus piernas le fallaron, por lo que cayó.
—¡Que me diste!
Poco a poco iba perdiendo la capacidad de moverse. Él solo se le quedó mirando, ella seguía intentando moverse, pero llegó un momento en que no pudo. Él la cargó y le metió en la bañera. Ella sintió como sus miembros se hundían y no podía moverlos. Su cabeza no se hundía porque Él la sostenía.
—Por favor —rogó apenas sin voz— tú prometiste que no me harías daño —un par de lágrima se perdieron en el agua.
—Te prometí que no sufrirías —respondió, y por primera vez pudo sentir algo en su voz. ¿Era ternura? —. Tranquila, déjate llevar. Pronto se terminará.
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Justine
Mystery / Thriller"Inocentes, ese es el precio del cambio". Después de una serie de homicidios violentos, el inspector veterano Christopher Arias se encuentra siguiendo el rastro de crímenes sin resolver. Tras una investigación sin pistas, la llamada de una misterios...