Tristeza y desolación

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El tiempo pasaba y las luchas lamentablemente no cesaban. Al contrario, la situación se agravaba aún más. Decidí tomar fuerzas y enfrentarme a Saga cara a cara.

Había llegado mi momento de enfrentar mi destino, desde que me enteré de mi presente reencarnación siempre estuve preparada para morir... pero apenas llegué al Santuario, el geminiano (algo astuto, por decir de alguna manera) envió al último Santo de Plata como sicario a atravesarme el pecho con una flecha dorada. Esa flecha no era ordinaria: por cada hora que pasaba, la misma iba hundiéndose más y más, provocando un dolor agudo indescriptible. Y ahí quedé, tendida en la entrada del Santuario sin poder moverme, arrancando así la odisea de los 12 templos.

Él sabía todo sobre mí, como si fuese mi padre o algo así, también sabía a creces que cualquier cosa podría derribarme con facilidad, ya que todavía no había despertado por completo como diosa. Pero aún así junte fuerzas para resistir, tuve mucha fe en mis Santos. Después de 12 largas horas de dolor, fui salvada.

Concluida ya la batalla, subo corriendo las doce casas del Zodíaco y llegando al templo de Atenea, encuentro a Saga. Con lágrimas en sus ojos, estaba esperándome para compartir unas palabras conmigo.

Atena, he aguardado aquí para disculparme sinceramente ante usted.

Y de repente... Atraviesa su corazón con su propio puño.

— ¡¿QU--QUÉ HACES?!

— Uuh... Atena, sé que esto no es suficiente para que me perdone por todos los pecados que he cometido. Pero yo, en verdad he querido vivir por la justicia... Por favor aunque sea, créame en eso...

No entendía por qué no sentía maldad emanando de él, ¿qué pasó? Este señor tiene un cosmos muy noble... Al último, ya no pude evitar conmoverme por la situación.

— ¡Saga! ¡obvio que te creo! Eres una persona muy justa.

Muchas gracias, con su respuesta me iré de este mundo en paz.

Ante mi enorme sorpresa, vi en sus ojos la pureza más grande que había visto nunca antes. Sentí como su cosmoenergía tan cálida me rodea por un segundo para luego cesar por completo. Mi parecer hacia él ha cambiado drásticamente. Sin dudas, su mirada me transmitió en un instante todo su martirio a lo largo de este tiempo. Saga terminó muriendo en mi regazo.

Un dios tiene la capacidad de ver lo absoluto, el corazón de una persona con más intensidad que cualquier mortal. No paraba de llorar. Me empezó a atormentar la culpa, y a preguntarme si hubiera podido hacer algo anteriormente para evitar su sufrimiento.

— Seguro él creyó en mí pensando que yo lo sabía todo. Y para su desgracia, se encontró con una diosa en el estado de un delicado capullo, un capullo que todavía no había florecido. Mis ojos no podían parar de derramar lágrimas. La sensación de culpa devoraba mi cerebro.

Limpié un poco mis mejillas al sentir que alguien más se acercaba a mí: era el Santo dorado Mu de Aries, alumno del fallecido Shion, quien me explicó lo siguiente:

— Saga, quien ha liderado el Santuario por trece años e intentó asesinarla, tenía doble personalidad. Todos los humanos llevamos en el alma el bien y el mal, aunque parece que en su caso, el contraste era anormalmente fuerte. La luz liberada por el escudo que la salvó y despertó a usted como Atena, también expulsó al demonio que habitaba en el. Este hombre ha sufrido mucho, quizá más que todos nosotros.

Sin intención, no hizo más que empeorar mi angustia. Entré en estado de negación, no aceptaba que su cosmos de bondad que emanaba en ese momento haya desaparecido. No podía soltar su cuerpo, el haber presenciado algo así tan de cerca me devastó. Pero tenía que intentar ser fuerte y mirar para adelante. Soy la diosa de la guerra, y mis verdaderas preocupaciones tendrían que ser otras cosas. Cualquier Santo que le jura lealtad a Atena sabe que puede morir en cualquier momento, ese era el único consuelo que tenía.

Saori Kido - Relato de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora