Fantasmas del pasado

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Ya en la tercera casa del Zodíaco, encuentro a Saga sentado en las escaleras del templo, mirando el cielo nocturno repleto de estrellas resplandecientes y nebulosas.

¿Ah?

Soy yo, Saori. Vengo para que charlemos, si es que tú lo permites, claro.

— Claro. Acérquese.

— Es una noche hermosa y tranquila. ¿no crees?

— Así es. Cuando era niño, mi pasatiempo favorito era este: mirar las estrellas. Es algo que hasta el día de hoy no ha cambiado. Me atrae interpretarlas y profundizar en ellas.

— ¡Pues déjame decirte que interpretar las estrellas y sus movimientos era la tarea del viejo patriarca Shion! Gracias a ello, el podía ver cuanto tiempo faltaba para que el mal vuelva a la tierra nuevamente. Ahora si, estoy totalmente convencida de que tú eras la persona correcta para sucederlo. Y me alegra.


El geminiano, con una mirada perdida se enmudece y un claro gesto de decaimiento emerge de su rostro.

Saga, sé que tu vida desde joven no ha sido la mejor. Has sido atormentado cruelmente durante trece años. El sólo hecho de pensar y ponerme en tu lugar... Creo que no hubiera podido aguantar tal tortura.

Fue gracias a tí y a los Santos de Bronce que yo volví a ser quien soy. Y estaré infinitamente agradecido. Recuerdo cuando era Patriarca, todas las noches me aquejaban las pesadillas, siendo incapaz hasta de poder dormir como una persona normal. Pero, mi pecado más enorme fue intentar asesinarte cuando eras una bebé. Por ello inmediatamente consideré el suicidio.

— ¿Inmediatamente? ¿me estás queriendo decir que no fue tu primer intento de quitarte la vida?

— Usted me puso nostálgico cuando se puso la daga de oro en el cuello delante mío. Y si, yo tuve un suicidio frustrado hace trece años, exactamente en el mismo lugar y también con el mismo método... Yo, en su momento me sentía fuera de control, eso me generó una desesperación difícil de expresar. Aquel intento de quitarme la vida falló porque me detuvieron. Alguien me dijo que todavía mi hora no había llegado.

En ese instante, recordé las palabras de Kanon, cuando me dijo que la rebelión de Saga fue la voluntad de un dios. Pero no quise ahondar más en un tema que ya era parte del pasado, no quería angustiarlo más de lo que estaba. Solo me limité a escuchar atentamente su descargo y hacerlo sentir mejor de alguna forma.

— Cuando pude dar fin a mi vida, me convencí de que muchos seguramente me llamaron un cobarde, por no haber expiado mis culpas anteriormente. Aunque la maldad ya estaba fuera de mi cuerpo, el daño en mí ya estaba hecho. Fui destruido psicológicamente, quizás por luchar con esto por tantos años. También estaba desesperanzado y con una situación de sufrimiento aún latente por todos los que han muerto en mi nombre. ¿Y luego qué? la vergüenza de mostrarme ante los demás Santos sobrevivientes y que se enteraran de que fueron manipulados para mal...

— Entiendo, ha sido un colapso mental para tí. ¿y ahora cómo te sientes? ¿sigues sintiendo culpa en tu corazón? ¿piensas que fue un error de mi parte decirle a Hades que interrumpa tu descanso eterno?

— No, al contrario. Ahora me siento un poco más pleno, porque colaboré de alguna forma en la Guerra Santa, aunque eso haya implicado usar la técnica prohibida. Creo que todo ese sufrimiento extra por sentirme un traidor no ha sido en vano, tuvo su buena recompensa y me tranquiliza. Quizás ahora mi corazón lo que siente es rencor.

— ¿Se puede saber por quién albergas ese sentimiento? Respetaré tu silencio si no quieres decirlo.

Puede saberlo, si. Mi rencor es por Kanon, porque todos los pensamientos nefastos y negativos que tuve en mi alma él me los transmitió. Pero aún así, me puse contento y me emocioné al enterarme que no murió en la prisión de agua. También me emocionó verlo vestir mi armadura y verlo convertido en lo que siempre quise, en un auténtico Santo de Atena. A pesar de nuestra rivalidad, no hay nada que pueda ganarle al vínculo del hermano gemelo. Es algo muy fuerte.

— Crees que si Kanon hubiera estado presente aquí... ¿Solucionaría quizás un poco tu estado actual?

— Seguramente. Eso me haría sentir bien, a pesar de todo... él era mi única familia.

Lo que Saga no sabía, es que Kanon también volvió a la vida. Le ordené quedarse en la pequeña aldea de Rodorio, cercana al Santuario, y que apagara su cosmos. Lo que hice literalmente fue anticiparme a un posible conflicto entre ellos. Ahora, sus palabras me han convencido de que no va a ser así.

Muchas gracias por haberme recibido Saga. Me alegra mucho que hayas abierto tu corazón en esta charla. Solo te aconsejaría que te des un poco de tiempo, así te acostumbras a este ambiente de paz ¿vale? Me encantaría que sigamos hablando toda la noche, pero ya te dejo. Y por favor, procura descansar muy bien.

— Gracias señorita, lo haré. Batallar contra Hades seguro no fue fácil, usted también tiene que recuperar completamente sus energías y no preocuparse tanto por nosotros.

Jeje, lo sé. Que tengas buenas noches.

Terminada la charla, me sonrió muy tímidamente. En el camino hacia la cima de las 12 casas, no paraba de pensar ni de sonreír. No hay nada que me dé más satisfacción que mis Santos se sientan bien. Y sé que Saga, después de mi sorpresa, seguramente también lo estará.

Saori Kido - Relato de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora