Charlas profundas

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Luego de un ligero desayuno, descendí hacia el cementerio del Santuario con un importante ramo de rosas. Si, ese sector, -mi vía de escape por decir de alguna manera- al que iba previamente a dejarle una flor a él, y donde solía pasar días enteros para poder descargar las dudas y angustias que me aquejaban en mis momentos de dificultad. Hoy, vuelvo al mismo lugar de la misma manera... como aquella vez, cuando me sentía muerta en vida al concluir la batalla sangrienta de los 12 templos.

Me dispuse nuevamente a dejar una rosa en cada lápida de los Santos fallecidos que descansaban allí. Oré por ellos para que sus almas encuentren la paz... paz que algunos, aquí en el Santuario, no tuvieron. Ha sido un momento emotivo para mí.

Con el correr de los minutos sentía como la serenidad entraba poco a poco. Luego del paso por el cementerio, me dirigí al jardín de flores más cercano para posar entre ellas. El aroma de las mismas comenzaban a rodearme… el relax por fin ha llegado. Mi mente ya estaba en blanco, las agujas del reloj giraban sin cesar. Creo que jamás he comprendido el porqué de la sensación tan apacible que esta parte abarca, en fin.

Me entretuve haciendo unas pulseras con los tallos y flores que tenía alrededor, actividad que me resultó muy entretenida. Algún tiempo después, a lo lejos, veo una melena enorme y azulada acercarse. Vi su hábito y su capa ondeando por el viento como aquel que iza y ve su bandera flamear con tanto honor. Mis ojos lo miraban inquietantes mientras la sombra de su figura cubría mi cuerpo.

— Saga, ¿qué te trae por aquí?

— Pues... me contaron que te vieron por estos lados y quise venir a acompañarte un rato.

— Ven, siéntate conmigo. Me alegra que vengas, porque yo me quería disculpar por el mal trato que tuve contigo anoche. Créeme, lo siento mucho... que habrás pensado de mí...

— Jamás pensaría mal. Solo escuché algo que según tú no debía hacer, seguro lo merecía… vuelvo a disculparme por eso.

— No pidas más perdón, no hiciste nada malo. Quiero hablar de lo que me dijisteis anoche, y estás en lo cierto. No estoy exenta de sentir amor por alguien, por más que sea una deidad. Sé que mi objetivo al descender a la Tierra fue luchar y derrotar a Hades y ese objetivo ya lo desempeñamos entre todos. Ahora quisiera vivir relativamente como una chica normal ... pero con el amor de una persona en particular. ¿y sabes qué? ¡lo mismo quiero para tí y los demás!

Hay algo que me inquieta, ¿me dejarías preguntarte algo?

— Eh, si. Dime por favor.

Realmente me causó impacto tu reacción anoche. Quizá en el momento no me di cuenta pero después de meditar un poco, saqué una conclusión. Nosotros, los hombres, no adivinamos todo a la primera, y como tampoco soy un dios que puede leer los corazones ajenos, mi lógica me dicta lo siguiente: esa persona de la que hablabas con tanto amor... ¿era yo?

Agaché la cabeza y fruncí el ceño.

Responderé tu pregunta con otra. ¿Cómo te sentirías al respecto si fuera así? O mejor dicho... ¿cómo te sentirías si una diosa como yo estaría enamorada de ti?

— Para mí sería un maravilloso halago. Pero sé que sería absurdo también.

— ¿Porqué?

Quédate quieta por favor.

Saga extiende su mano hacia mí. En ese momento, toca mi vestido en la zona de mi seno y lo desliza hacia un costado, posteriormente baja su mirada y ahí entonces… queda a la vista la cicatriz de la famosa flecha de oro que tuve atravesada durante 12 horas en su rebelión.

Saori Kido - Relato de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora