Desahogo

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Me sentía en el cielo. El hombre del que estuve -y estoy- enamorada hace un largo tiempo, me ha declarado su amor. Si Saga no hubiera dado ese gran paso, jamás juntaría con el tiempo el coraje necesario para confesarle lo que sentía.

Abandoné momentáneamente la fiesta de mi cumpleaños para pasar un buen rato a solas con él. Nos sentamos a sentir la fresca brisa de la noche, con el geminiano abrazándome con su cálida temperatura corporal.

Todo lo que dijiste es cierto, el miedo me ha dominado por todo este tiempo… quizás está bien que haya sido así. El temor es la respuesta a algo desconocido, a algo que jamás hemos experimentado. Temía que me rechazaras, también por la reacción de la sociedad y todavía temo por muchas cosas más... No lo voy a negar.

— Ahora entiendo al fin algunas de tus actitudes misteriosas, pero jamás pensé que todo era por mí. En este tiempo que pasamos juntos, me libraste de mis dudas, me aceptaste tal cual soy, con mis errores y todo. A pesar de que soy una persona complicada de tratar, tú siempre estuviste ahí para contenerme. Mi corazón agradece tanto eso... Eso fue un alivio significativo para mí.

Escuchaba cada palabra que salían de esos lindos labios y es como que no caía a tierra todavía. Creí que era el momento de desahogarme, y así fue.

Para mí también lo es, Saga. Como ya sabes, hace bastante tiempo que te quiero. Todo comenzó cuando te vi por primera vez y tu verdadero ser, aquel día de tu suicidio. Me conmoviste el alma. Quise hasta disculparme por no haber hecho nada en todo ese tiempo para ayudarte, pero no me dejaste porque habías muerto... y esas palabras, me quedaron alojadas en la garganta por mucho tiempo. Aunque no lo recuerdo, sé que cuando era una bebé inconscientemente ayudé a Kanon a no ahogarse en la prisión de agua donde tú mismo lo habías encerrado. Pero por tí, no hice en su momento NADA, y lloré tanto por eso... Sentí que había fallado como diosa, ¡me creí por mucho tiempo la peor reencarnación de Atena! Tú me juraste lealdad como Santo de Oro, creyendo en mí y yo no te respondí de la misma manera. Solo pensaba en mi dolor interno, mezclado también con mi negligencia.

Saga, en silencio y escuchando atentamente mi descargo, se conmueve ya que no podía creer mi grado de guardar y sobrellevar esto por tanto tiempo.

¿Sabes? te visitaba frecuentemente en el cementerio, buscando algún alivio entre tanto dolor, pero era inútil. El tiempo pasaba, y cuando la Guerra Santa contra Poseidón llegó, tuve que enfrentarme a él con creces. Fue duro dejar de lado mis sentimientos bruscamente, sufrir en silencio y no poder hablar de esto con nadie. Me lo tuve que tragar todo… ¡tenía que aceptar que tú ya no ibas a volver más y seguir para adelante de alguna manera! ¡por mis caballeros!

Admiro tanto tu fortaleza, y la cordura que tuviste al enfrentar las cosas. No me equivoqué al decir que eres una mujer especial.

El geminiano por fin comprende porque volcaba tanta atención hacia él. Estaba pasando lo que siempre soñé.

Cuando regresaste como espectro de Hades, no pude describir la felicidad que había en mi alma, pero lamentablemente seguía siendo más de lo mismo. Ahora estaba en guerra con otro dios y temí por momentos que fueras realmente mi enemigo. Quizás ahí no pude ver la verdad oculta porque tu presencia me desestabilizó por completo... Luego nos encontramos y fui feliz por unos minutos pero, esta vez tú tuviste que presenciar mi suicidio. Hoy en día, estoy contenta de que al fin sepas el verdadero motivo del cual los Santos de Oro están todos aquí nuevamente. Mi deseo era siempre estar cerca tuyo y a su vez, recompensarte por todo lo que no pude haber hecho por tí...

— Eres increíblemente hermosa, en todos los aspectos. A partir de hoy, no serás nunca más una diosa con un corazón enjaulado. Estoy enamorado de tí, por eso, te prometo que te querré siempre y jamás me apartaré de tu lado.

Luego de tanta charla, dimos inicio a un largo beso que culmino con un poco de lip gloss manchando sus mejillas. Riéndome tímidamente, procedí a quitarle todas esas marcas delatoras de su rostro para volver a la fiesta. Terminamos la noche con un romántico baile, con nuestras miradas cómplices que no dejaban de entrelazarse en ningún momento. Un sueño del que jamás quería despertar.

Saori Kido - Relato de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora