La prueba viviente

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Los meses transitaban sin parar y mi relación con Saga iba maravillosamente bien. Somos muy compinches y su enorme gentileza está presente en todo momento. Claro está, que la intimidad con él todavía figura como una materia pendiente.

Sé con exactitud lo frustrante que es para un hombre esto. Igualmente, su acto de amor es tan inmenso que me deja atónita, ya que el geminiano espera pacientemente el momento en el que yo esté lista para dar el paso. No quiero arruinarlo todo con mis inseguridades, por ello me he concentrado en conocernos aún más, en hablar de nuestras vidas, anécdotas, etc. En otras palabras, proceder como lo haría cualquier pareja normal.

Ya transitamos por el mes de Enero y como de costumbre, con Saga hemos salido nuevamente del Santuario. Esta vez nos adentramos en la bella capital griega que lleva mi nombre, haciendo largas y pausadas caminatas, y disfrutando la vista de Atenas con lujo de detalles. Hice énfasis en la particular arquitectura que la caracteriza. Siento que me transporta en el tiempo y algún que otro recuerdo de mis antepasados vuelve por ahí...

Terminado ya el paseo, nos sentamos casi en las últimas filas de un anfiteatro para ver una obra melodramática. Fue inevitable sentirme identificada con aquella actriz que interpretaba a una triste mujer que deseaba morir antes de enfrentar su penoso destino. En eso, un hombre humilde y robusto que pedía limosna en una transitada avenida, ve a la señorita llorar y pasar a su lado… éste le da un apolillado pañuelo, el cual ella usa con sus manos temblorosas para secar sus ojos. Pero, algo cambió cuando la dama mira fijamente a ese enigmático hombre. Sin querer, ella se ha enamorado de aquel sujeto y posteriormente mueve cielo y tierra para sacarlo de la marginalidad en la que se encontraba, para que al final le declarara su amor y agradecimientos por haberle hecho ver una luz de esperanza en su tan apagada vida.

- Saori, ¿te sientes bien? Estás llorando.

- Tranquilo, hoy estoy un poco más emotiva de lo normal, no te preocupes.

- Entiendo, seguro tuvo que ver con la obra.
Has tenido una excelente elección, mi amor.


Al salir del anfiteatro, ocurrió algo inesperado. Algunas personas nos seguían con la mirada haciendo caras extrañas, como si vieran pasar por delante de ellos algo nada común. Los señalamientos con los dedos no se hicieron esperar y se hizo evidente lo que yo temí alguna vez… Sentí tanta presión en mi cabeza que sólo pensé en huir de ese lugar. Suelto la mano del geminiano para correr a llorar a una fuente cercana en un parque.

En una relación de pareja, no todo es color de rosa. Hay pruebas y desafíos que los involucrados deben de superar para reafirmar aún más ese amor. Pero esta vez, no estábamos hablando de algo emocional. Las diferencias físicas con Saga se hicieron notables en la sociedad, entre ellas seguramente la diferencia de edad. Ese fue el desencadenante de este triste alboroto.

Saga llega a donde estaba. Me abraza y hasta me pide disculpas, ya que según él, todo fue por su culpa.

- No, discúlpame tú a mí. Que terrible debe ser para tí lidiar con una berrinchuda como yo. Todavía no logro dominar mis impulsos... no mereces más sufrimiento del que ya tuviste anteriormente, ¿entiendes?

En el momento que Saga me consuela, un par de tipos que pasaban por el lugar comienzan a balbucearnos groserías y juzgarnos a una distancia considerable. Pero el geminiano, capacitado en sus grandes dotes del Santo de Oro más fuerte, percibe ese choque negativo instantáneamente. Lejos de tener paciencia, los va a buscar y los agrede con una golpiza.

- Es lo menos que se merecen. ¡Nunca permitiré que ofendan a la diosa que dio su vida y derramó su sangre por ustedes! ¡Acuclillense y rueguen su perdón! ¡AHORA!

Los dos sujetos, con una mirada clara de terror se voltean para verme la cara… finalmente cayeron en la conclusión de que tenían enfrente a la mismísima diosa de la guerra.

- Perdón señora, fuimos tan torpes que no reconocimos que era usted. En estos momentos, ni la muerte será castigo suficiente para nosotros. Haga lo que considere correcto.

- Con su arrepentimiento me basta y sobra. Vámonos, Saga.

Sé que hay que trabajar duro en el amor para cultivarlo. Y está bien que sea así, siempre y cuando sirva para que nuestra unión se fortalezca aún más. Esa noche, ya descansando ambos en nuestra cama de hospedaje, tomé una decisión algo drástica. Estoy segura que me ayudará a evitar en el futuro este tipo de confrontaciones.

Saori Kido - Relato de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora