Regreso a Japón

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A la mañana siguiente, tenía en mente algo muy especial: viajar y visitar a mis Santos de Bronce. Mis queridos y valientes caballeros. Ellos están residiendo en este momento en la mansión Kido, descansando de las tantas batallas libradas, recuperándose de sus heridas y esperando con ansias novedades mías. Tomé el jet hacia Japón en compañía de un hombre muy apuesto. Si, el guapo y elegante Saga.

En pleno vuelo, lo noté con una mirada más contenta de la costumbre. Deseaba con ansias saber que pasaba por esa cabeza tan pensativa. Al final de cuentas no hizo falta abrir mi boca ya que, mirando atentamente por la ventanilla del avión, me confesó que se había olvidado de algo muy importante: de lo hermoso que es este mundo.

- No lo voy a negar, me encanta esto de movilizarse por los aires, todo se ve muy sereno desde aquí arriba. Tendríamos que hacerlo, me refiero a viajar -por supuesto- un poco más seguido. ¿No crees?

- Así es, estoy de acuerdo contigo. Además, claramente no tengo otra opción.

- No entiendo. ¿Qué quieres decir?

- Bueno, ya que eres quién se encuentra a mi lado la mayor parte del tiempo, pienso que tienes todo el derecho de saberlo... Además de que es algo que también estaba en tu interés de saber, cuando apenas había despertado en el Santuario ¿recuerdas? Pues ya no habrá misterio: se trata de una promesa que le hice a Hades.

- ¿Una promesa? pero, ¿por qué con el enemigo?

- Fue hecha en compensación por el favor de volverlos a tí y a los demás Santos de Oro a la vida. Bueno... no sólo eso: él, antes de vencerlo definitivamente, me habló de la humanidad. Y esas palabras al final, me terminaron causando revuelos en la cabeza.

[Algunos humanos son seres destructivos y malos, por eso yo los castigo. Pero a los buenos, sin embargo, les prometo la vida eterna y pacífica en los Campos Elíseos. Y tú Atena, proteges a todos por igual incluso a los que no lo merecen... ¡eso a mí me da cólera!]

- ¿Sabes, Saga? le di la razón, porque realmente la tenía, y en ese momento le prometí curar esas almas corrompidas para que este sea un mejor lugar. Tenía pensado viajar por el mundo, manifestarme públicamente por primera vez... no como aquella empresaria dueña de un imperio que se hizo famosa por hacer un torneo de caballeros, sino como Atena. Me gustaría ir a ciudades, pueblos, aldeas, colonias, recorrer hasta el último rincón del globo terráqueo. No deseo despertar la ira de los dioses, sobre todo la de mi padre Zeus. Ya que la Tierra está en mis manos, la purificaré con mi cosmos para que no existan más los conflictos y así suavizar todas esas almas inquietantes. Y tú Saga... ¡Quiero que seas testigo de ello y que me escoltes en todos esos viajes!

El geminiano acepta contento.

- Lo haré señorita y con mucho gusto. Cuente conmigo siempre.

Saga me miró con esos hermosos ojos color verdes. Dicen que el primer amor es el que más perdura en los recuerdos, y él sin dudas, es mi primer ilusión.

La diferencia de edad era lo único que mi corazón no aceptaba del todo. Quizás tenga que juntar fuerzas, unos cuantos meses más, para contarle de mis sentimientos... Y me siento libre de hacerlo. Ya no hay preocupaciones que me acechen, la Tierra ya no peligra, todo es paz y armonía, por lo tanto, deseo con ansias querer tener una vida como cualquier mortal...

Crecí con humanos, el amor de los humanos fue lo que me hizo creer en ellos. Y en esta era, un humano se robó mi corazón. Quizá también llegó mi "momento"... porque tengo una vida muy larga por delante. Y no la voy a dejar pasar así como si nada.

Saori Kido - Relato de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora