Dieciséis (*)

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CAROLINE

A pesar de que la mayor parte del cuarto de Sol estaba listo, habíamos decidido acudir a una de las tiendas del centro comercial para comprar todo lo que pudiera hacernos falta.

Las semanas habían pasado, y con eso nuevas necesidades de Sol habían aparecido. Nuestra nena parecía crecer con rapidez, tanto que la ropa que compramos para sus primeros meses de vida, comenzaban a quedarle pequeñas.

Empujo el carrito lleno de todas las cosas que habíamos tomado de los pasillos, Ben me sigue los pasos sosteniendo a nuestra hija entre sus brazos. Sol aún era demasiado pequeña para colocarla en un asiento, o al menos, lo era a mi parecer. Por lo que cuando salíamos de casa, siempre alguno de nosotros lo cargaba en brazos.

—¿Ya tenemos todo? —cuestiona Ben dándole una rápida mirada al carrito. —A mí me parece que sí. —murmura.

Sonrío mientras le dedico un asentimiento.

—Ya tenemos todo —confirmo.

Él sonríe, ambos nos encaminamos hacia las cajas y agradezco la escasez de gente, esperar mucho tiempo en filas no era de mis pasatiempos favoritos.

Nuestro turno llega, y soy consciente de la forma en la que la cajera observa a Ben. Las mujeres poseemos el sentido de saber cuándo alguien está interesado en nuestra pareja, y al parecer, era una habilidad que no había perdido.

—¿Tarjeta o efectivo? —murmura la chica en dirección a Ben, aun cuando soy yo la que se encuentra frente a ella, sosteniendo la tarjeta entre mis manos.

—Tarjeta —respondo extendiendo el plástico en su dirección. La chica me observa por un par de segundos antes de tomarla y pasarla por la computadora. Mientras me concentro en guardar las compras en el interior de la bolsa, soy consciente de la escritura en pluma en el ticket, mismo que la chica entrega a Ben.

¿Es que acaso no se da cuenta que está con una bebé en brazos? ¿Qué yo vengo con él?

—Gracias. —responde Ben tomando el ticket.

—Debes de estar tan desesperada como para coquetear con un hombre casado, y el cual además sostiene a su hija en brazos —las palabras abandonan mi boca tan rápido que para cuando caigo en cuenta de lo que he dicho, tanto la chica como Ben me observan con algo de sorpresa en el rostro.

Guardo las bolsas en el interior del carrito de nuevo, mientras le dedico una sonrisa y le doy la espalda para encaminarme fuera de ese lugar.

—¿Qué fue eso? —cuestiona Ben colocándose a mi lado, me detengo cuando él hace el ademán de entregarme a Sol y él empuja el carrito.

—¿Qué cosa? —inquiero elevando una de mis cejas.

Él sonríe. Lo observo arrugar el ticket y dejarlo en uno de los basureros que cruzamos por nuestro camino.

—Esta faceta de esposa protectora me encanta —murmura con diversión y una sonrisa juguetona en el rostro.

Suelto una risa sin poder evitarlo.

—La única mujer con la que dejaré de ser protectora será nuestra hija —aseguro. —Y eso si es que no es igual a su madre.

Ben echa la cabeza hacia atrás.

—¿En qué lío me he metido? —cuestiona con fingido pesar.

Dejo un golpe en uno de sus hombros mientras ambos reímos.

—En uno muy grande, y me temo que no podrás salir de él —aseguro con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

—Bueno, no es como que quiera salirme de este lío —dice con una sonrisa ladeada. —No desearía salirme jamás.

Lo que más deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora