Diecisiete (*)

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Caroline

Me gustaría poder decir que tener a mi familia en la casa fue realmente agradable, pero lo cierto era, que estaba lejos de serlo.

Mi hermana, Erika, parecía haberse convertido en una persona insoportable. Teníamos que tolerar los comentarios que hacía referente a nuestra posición económica.

Ese era un detalle que Ben y yo no tocábamos mucho, a ninguno de los dos nos gustaba alardear respecto a la economía que poseemos, somos conscientes de que es realmente buena, pero eso no nos daba ningún derecho para presumir.

—Así que la empresa en la que trabarás está en el centro de la ciudad ¿no? —cuestiona Ben mientras desayunamos. Erika asiente.

—Lo está, he escuchado que es muy reconocida. No podía dejar pasar la oportunidad —dice con una pequeña sonrisa.

—Así es, debes de aprovechar todo lo que te haga subir —concuerda Ben.

—¿Así han conseguido ustedes todo eso? —cuestiona.

—Erika por favor —comento con fastidio.

—Así es —responde Ben —Lo hemos conseguido de esa manera, escalando y aprovechando cada oportunidad que se nos presenta. No nos fijamos demasiado en lo que tienen los demás, nos concentramos en conseguir lo que nosotros nos proponemos.

Una sonrisa tira de mis labios. Los llantos de Sol se escuchan desde la planta alta, por lo que me incorporo para poder ir a verla.

—Ahora vuelvo —informo.

Me siento aliviada de poder escapar del comedor, y a la vez el remordimiento se presenta por dejar a Ben con mi hermana.

No entendía que ocurría con ella, Erika jamás fue de ese modo, no solíamos discutir, más que por cosas verdaderamente importantes, pero pareciera que desde su llegada, se ha empeñado en molestarnos.

—Ya no llores cielo, estoy aquí —murmuro colocándome frente a la cuna de Sol. Me inclino para poder tomarla en brazos, y sus llantos se detienen de manera inmediata apenas lo hago.

Observo la hora en el reloj.

—Bueno, al parecer es la hora de tu desayuno también —murmuro con una ligera sonrisa. Había adquirido cierta habilidad para poder preparar la leche de Sol con una sola mano.

Cuando termino y comienzo a alimentar a mi hija, la puerta de la habitación en donde nos encontramos se abre. Al inicio, supongo que es Ben quien aparecerá, pero no se trata de él.

—¿No tienes que ir al trabajo? —cuestiona mi hermana mientras camina hacia la mecedora para poder tomar asiento.

—Me he tomado un tiempo para poder atender a mi hija —respondo observándola. —Y pregunto lo mismo para ti.

Ella se encoge de hombros.

—No tengo que presentarme aún —asiento.

El silencio se adueña de la habitación en la que nos encontramos, no siento la necesidad de decir algo más por lo que permanezco callada.

—Me sorprende —comenta mi hermana después de unos segundos. —Realmente lo hace.

—¿Qué cosa? —cuestiono.

—Que Ben y tú hayan seguido juntos a pesar de que tu no puedas darles hijos —apenas termina de hablar, me tenso. Mi corazón se encoge con furia, y tengo que tomar un par de inhalaciones para no perder el control.

Sabía que Erika no decía aquello para dañarme, internamente quería convencerme de que era así. Pero no por eso sus palabras dejaban de sentirse como golpes.

Lo que más deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora