Capítulo 8

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Y el sábado llegó, me sentía un poco nerviosa así que decidí limpiar la casa y distraerme con pequeñas tareas para no pensar en el evento de esta noche. Tenía todo listo, mi uniforme, los utensilios que probablemente no tendrían en la cocina, todos los ingredientes bien acomodados, el cuaderno con las recetas que iba a cocinar, chequeé la lista tres veces, lo sé la ansiedad me volvía un poco obsesiva.

Las horas pasaron lentamente, después del almuerzo nos quedamos jugando a las cartas y viendo una película de detectives, cuando terminó la película los mellizos junto a Alai y Teo se fueron a casa de los Levi para jugar con ellos, seguramente un partido de básquet. Por lo que Eliel y yo nos quedamos solos, así que aprovechamos para revisar las cuentas y los gastos mensuales. "¡Qué divertido!" Nótese el sarcasmo.

–Elaine –empezó Eliel con tono serio– conseguí turno con una terapeuta para Teo, lo citó para el lunes.

– ¿A qué hora? –pregunté.

–Por la tarde, a las cinco –respondió–. Quiero acompañarlo yo –agregó con tono serio, uno que no admite discusión.

Asentí accediendo a su petición. En los últimos meses Teo y él han estado más cercanos por lo que me parece mejor para Teo que sea él quien lo acompañe. Desde que Eliel terminó la secundaria se comporta como un adulto, toma más responsabilidades y se hace cargo de ellas. Atrás quedó el adolescente que se escapaba de noche con sus amigos y que estaba constantemente enojado con el mundo.

A las seis de la tarde ya estaba en el lugar donde sería el evento, me quedé pasmada, sólo podía divisar una construcción al fondo del camino, pero desde la distancia en que me encontraba únicamente podía admirar el vasto terreno. El portón de entrada era de hierro forjado, parecía extremadamente pesado tenía florituras pintadas de dorado que en el centro formaban una D y una L unidas de manera elegante.

Luego de anunciarme al portero que me cedió el paso, entré. El camino de grava estaba custodiado por una hilera de árboles frondosos que se alzaban a cada lado del camino, algunos aún conservaban hojas verdes pero la mayoría tenía las hojas amarillentas o rojizas. Al llegar al final del sendero divisé una rotonda en cuyo centro se alzaba una majestuosa fuente tallada en piedra, al acercarme más me di cuenta de que era una réplica de la fuente de Neptuno que había en Florencia. Me tomé unos segundo para admirar tan maravillosa/ imponente escultura, pero mis divagues fueron interrumpidos por los ruidos de un motor, me dirigí hacia las escaleras que conducían a la puerta principal para evitar que el auto que estaba llegando a la rotonda me pisara los pies. Logré divisar que, en realidad, no era un auto sino una minivan negra que tenía en los costados una pegatina que rezaba "Escentia" en letras plateadas. Se detuvo justo en frente de las escaleras, del lado del copiloto descendió una mujer pelirroja, hablando por el manos libres con una agenda en la mano izquierda y una lapicera en la derecha.

–Ya llegué, Marcos llega en diez minutos con las otras dos camionetas...dale, te espero –habló rápidamente haciendo una pausa sólo para escuchar lo que le decían del otro lado del teléfono.

Al finalizar la llamada le dio instrucciones al chico pecoso que manejaba el vehículo. Él, luego de escucharla, sólo asintió y empezó a bajar unas cajas enormes de la parte trasera del minivan y las iba colocando en el suelo con mucho cuidado.

–Disculpame, ¿vos quién sos? –la mujer me dirigió una mirada amable aunque su voz era seria.

–Emm... Hola, soy la encargada de preparar la mesa dulce –respondí con tono inseguro–. Me contrató la señora Marta.

–Ah, sí. Me dijo que había contratado a una maestra repostera. Pensé que sería alguien mayor. No me mal interpretés, pero cuando hablé con ella me dio la impresión de que me describía a alguien altamente calificado y con años de experiencia.

Juntos EternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora