El sábado en la mañana me preparé en silencio, procurando no levantar a nadie en la casa. Con un poco de flojera me encaminé al trabajo.
Lo bueno de los sábados era que la gente llegaba a desayunar un poco más tarde y como la mayoría de la clientela no trabajaba, sino que venía de paseo estaba mucho más relajada.
Cuando entré en la cocina me encontré con Leo, el viernes había sido su día de franco, así que no nos vimos. Mientras atendíamos a los primeros clientes, le conté todo el drama que tenía con mis hermanos.
Ella como siempre, además de escucharme, aportaba su opinión. Claro, como espectadora externa podía opinar desde otro punto de vista y por supuesto que yo la escuchaba. Su madurez y espíritu optimista lograba siempre darme buenos ánimos.
—¿Te parece que fui muy severa con los mellizos? —pregunté al final.
—No Ela, no creo —me respondió mientras preparaba dos cafés— Entiendo tu reacción, estabas enojada, pero ellos no son unos niños y saben muy bien qué está bien y qué no. El enojo no les va a durar toda la vida, ustedes son demasiado buenos como para guardar rencor por mucho tiempo.
Le sonreí dándole la razón, era cierto y no podía negarlo. No nos dejábamos pisotear, pero siempre evitábamos los conflictos y las peleas. Tal vez Leo tenía razón, tal vez el enojo de los mellizos no iba a durar mucho, ellos no eran así.
A la hora del almuerzo ya no había clientes, sabíamos que a esa hora se ocupaban los restaurantes así que nosotros teníamos como unas cuantas horas de trabajo muerto. Nos pusimos a limpiar, a las tres de la tarde llegó Matt para quedarse con nosotras en el turno más ajetreado de los sábados: la merienda.
—¡Frodo!
—¡Mis chicas! —gritó emocionado.
Matt se había reportado enfermo y había faltado tres días, me sentía en deuda. Estaba tan enfrascada en mis propios problemas que no tuve tiempo para ir a visitarlo en su casa, apenas le había podido mandar unos cuantos mensajes para preguntarle por su salud.
Los tres nos fundimos en un abrazo, felices de poder vernos nuevamente. Cuando nos separamos lo miré con desilusión.
—Pensé que ibas a estar más alto —suspiré—, pero seguís igual de enano.
—Ja, ja, ja me muero de la risa Ela, fue el mejor chiste que pudiste hacer —Matt fingió molestia, se cruzó de brazos.
—Ay no empiecen —nos cortó Leonor, sabiendo que nuestras bromas recién estaban empezando— tengo algo importante que decirles.
—¡¿Estás embarazada?! —saltó Matt, siempre exagerando todo.
—¡¿Qué?! No, no, eso no —negó Leo, al tiempo que sacudía su cabeza con energía.
—¿Conseguiste otro trabajo? —aventuré.
—-¿Cortaste con Javier?
—¿Le pusiste los cuernos a Javier?
—¿Estás embarazada del tipo con el que engañaste a Javi?
Matt y yo nos turnamos para tratar de adivinar la noticia que nos tenía Leonor, claro que cada idea más improbable que la anterior
—Me van a dejar hablar o van a seguir diciendo estupideces —nos cortó Leo, un poco harta de nuestros disparates.
—¡Uy! Perdón señora —Matt se sentó y se quedó en silencio con una sonrisa burlona en su rostro.
Yo decidí guardar silencio, ansiosa por escuchar lo que mi amiga tenía para decir. Pero ella en vez de hablar empezó a retorcer sus manos al tiempo que alternaba su mirada entre Matt y yo.
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Juntos Eternamente
Ficção AdolescenteEsta es una historia de amor. Elaine le prometió a su madre que sus hermanos y ella estarían siempre juntos, pero la vida le va a demostrar que mantener esa promesa es difícil, deberá enfrentar muchas pruebas para mantener su palabra. A medida que s...