Las cosas no eran sencillas, eso lo sabía. Durante los primeros meses después del accidente de mamá habíamos pasamos por una pesadilla que parecía no acabar nunca. En ese tiempo me sentía perdida, tenía la fuerza para seguir adelante, solo que no sabía cómo.
Ahora, años después, me sentía de la misma forma. Desde el entierro de mamá las preocupaciones y problemas seguían surgiendo, y yo me sentía cada vez más cansada y atormentada. Sufría viendo a mis hermanos pasando por el duelo, veía el dolor en sus rostros y me sentía impotente al no poder hacer nada para ayudarlos.
Había sido demasiado optimista al pensar que las cosas, al cabo de unas semanas, mejorarían que mis hermanos pronto volverían a ser los mismos de siempre. Pero jamás había estado tan equivocada. Alai tenía constantes ataques respiratorios, sobre todo en las noches en que se ahogaba en su propio llanto. Los mellizos que primero parecían procesar todo en silencio y calma, ahora que habían vuelto a la escuela tenían constantes llamados de atención por disturbios. Por un momento, había pensado que Teo era el menos afectado, pero las pesadillas me demostraron todo lo contario. Además, como no descansaba de noche, se quedaba dormido en la escuela.
El único que parecía haber lidiado con el dolor de mejor manera era Eliel, aunque como había empezado a trabajar más para ganar un puesto como interno en el estudio de abogados, no lo veía muy seguido.
Tenía que admitirlo, la situación me superaba por mucho y yo luchaba constantemente para no dejarme vencer por la desesperación. Pero pronto llegó la gota que colmó el vaso y amenazó con terminar con mi cordura.
Mi celular vibró avisándome que tenía una llamada entrante, con la escoba en mano me acerqué hacia la mesa donde lo había dejado.
-Hola -contesté sin fijarme en el identificador de llamadas.
-Buenos días señorita Cavanni -dijo la voz femenina que pronto reconocí, era la secretaria de la escuela.
Suspiré resignada.
-Buenos días, ¿qué hicieron mis hermanos esta vez? -pregunté con resignación, después de tantas llamadas en los últimos días, ya podía adivinar que me llamaban por los mellizos.
-Lo siento -dijo con sincero pesar-, esta vez empezaron una pelea en el patio de la escuela, ¿puede venir?
-Por supuesto, voy en camino -respondí, sin perder un segundo dejé la escoba, tomé las llaves y me puse en marcha hacia el colegio.
Me sentía cansada, había estado despierta hasta las cuatro después de haber calmado a mis hermanos más pequeños, mis propios pensamientos me quitaron el sueño. Necesitaba dormir, el insomnio me estaba drenando las fuerzas.
La señora Guerrero me atendió con más seriedad de la que acostumbraba, eso encendió todas mis alarmas mentales, era grave, muy grave. En su despacho me encontré con los mellizos, Nahúm tenía el ojo izquierdo hinchado y a Nehemías le quedaba un rastro de sangre en la nariz y los labios. Los miré con reproche y preocupación.
-Elaine, lo lamento mucho, pero lo de hoy supera todo lo que hayan podido hacer antes -empezó la directora sin preámbulos y con voz neutral-. Esto no fue una simple travesura de niños, empezaron una pelea, tuvieron que intervenir cinco profesores para poder separarlos y le rompieron las gafas al señor Villanueva y uno de los alumnos perdió un diente. Lamentablemente, suspenderlos es un castigo muy leve. La junta de profesores está muy molesta, no fueron sólo las travesuras de los últimos días, el comportamiento de tus hermanos empeoró y los profesores decidieron que el castigo justo que deben recibir es la expulsión.
No dije nada, me quedé mirándola atónita y llena de vergüenza, no entendía qué estaba pasando con mis hermanos, ellos siempre habían sido bromistas, pero la directora tenía razón, esto superaba y por mucho a una simple travesura.
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Juntos Eternamente
Teen FictionEsta es una historia de amor. Elaine le prometió a su madre que sus hermanos y ella estarían siempre juntos, pero la vida le va a demostrar que mantener esa promesa es difícil, deberá enfrentar muchas pruebas para mantener su palabra. A medida que s...