Epílogo

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El calor se asentaba como una dulce caricia en mi piel bronceada, por suerte el sol se había escondido ya.

Los nervios se respiraban en el ambiente, era el último partido de la temporada y en las gradas la gente hablaba contagiada por la emoción. Alai me ofreció un vaso con jugo, sus ojos estaban concentrados en la cancha, donde Teo junto a dos compañeros tiraban al aro desde la línea de tres.

—¿Creés que está nervioso? —me preguntó.

—Un poco tal vez...

—Los mellizos me dijeron que tal vez venía un cazatalento.

—Lo mismo me comentó el entrenador, pero no le dije nada a Teo, pensé que lo iba a poner más nervioso.

—Uh, ¿todavía no empezó el partido? —la voz de Nahúm nos sorprendió.

—No, el partido anterior se demoró, usaron todos los tiempo fuera —me quejé.

—¿Qué era partido de NBA? —preguntó Nehemías con sarcasmo, mientras le robaba una papa frita a Alai.

—Ponele —le contestó ella, se acomodó mejor en su lugar dejando espacio para que los mellizos se sentaran junto con nosotras.

Había pasado un año ya, y yo no podía creerlo. el tiempo había pasado tan rápido. Mudarnos a otro país fue complicado, el choque con otro estilo de vida nos había descolocado al principio, pero poco a poco habíamos aprendido a crear nuevas rutinas que nos ayudaron a adaptarnos a la vida caribeña.

Lo mejor de todo había sido la comida sin dudas, descubrir comidas típicas y probar frutas nuevas se había vuelto nuestro pasatiempo favorito, al igual que pasar tiempo en la playa.  El mar era hermoso y majestuoso, cada fin de semana que yo no trabajaba lo habíamos pasado en la playa, explorando los diferentes lugares.

Claro que hay cosas que nunca cambian como la pasión de Teo por jugar al básquet. Un año después, estábamos en las gradas de una cancha viéndolo jugar con el mismo entusiasmo y dedicación de siempre.

—¿Mañana puedo ir a la playa a pasar el día? —preguntó Alai, tratando que los chicos no la escucharan.

—Sí claro, solo no vuelvas muy tarde ¿quién te invitó? —pregunté con curiosidad.

—Unas amigas de la escuela, Jeni hace surf y me ofreció enseñarme. Es como una juntada para festejar el final de las clases.

—Gracias por todo Alai, sé que esto no era lo que vos querías, pero me alegra que hayas podido encontrar amigas.

—Perdón Ela, sé que al principio me porté como una nena caprichosa, pero tenía miedo de perder a mis amigos y de perderlos a ustedes.

—Hablando de amigos...¿vas a querer invitar a Orne para que venga en sus vacaciones de julio? —le ofrecí, sabiendo que los mellizos habían invitado a Octaviano a visitarlos.

—Sí, sería bueno invitarla, la extraño y ella me dijo que estuvo ahorrando para venir. Esta semana voy a hablar con ella para ver qué opina.

Era un alivio saber que mis hermanos no habían perdido el contacto con sus mejores amigos, era lo que más temía cuando decidí dejar nuestra ciudad. Era bueno que algunas cosas no hubieran cambiado con el paso del tiempo.

El partido comenzó, Teo jugó con el corazón, la intensidad del partido nos tenía con los nervios de punta y súper entretenidos. Los entrenadores caminaban de un lado para otro gritando indicaciones a sus jugadores; desde las gradas se elevaba el grito y el aliento de los simpatizantes de cada equipo. 

Para el último cuarto, yo ya no tenía voz el equipo de Teo iba perdiendo por cinco puntos. El entrenador decidió poner de vuelta a Teo en la cancha, no tenía ni idea de lo que le había dicho solo vi a mi hermanito asentir y entrar a la cancha con una cara de concentración mortal.

Juntos EternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora