Capítulo 21

5 2 0
                                    

Al entrar, el olor a galletas golpeó mis fosas nasales.  Desde la entrada a casa, escuché susurros que venían desde la cocina, dirigí mis pasos hacia allí. Leo y Matt hablaban, cada uno tenía una taza de café en sus manos y un plato repleto de galletas humeantes recién sacadas del horno. Me quedé un segundo parada sin moverme, solo apreciando esa imagen familiar de mis amigos y el olor dulce del aire que de alguna manera lograba reconfortarme.

Ellos se pusieron de pie y sin decirme nada se acercaron y me rodearon con sus brazos. No necesitábamos de palabras, en ese abrazo yo les prometía que estaría bien y ellos me prometían estar ahí y apoyarme.

Unas lágrimas se escaparon de mis ojos y justo cuando deshacíamos el abrazo y Leo frotaba uno de mis brazos, Nahúm y Nehemías ingresaban a la cocina.

-¡Qué rico olor Ela! Te zarpaste, sos la mejor, una grosa... -Nahúm se quedó callado cuando vio mi cara y el ambiente de tristeza que reinaba.

-Oh... -dijo Nehemías, en sus ojos brillaba la comprensión. Sin darse cuenta extendió su mano hasta la de su mellizo, como buscando un ancla en la que apoyarse. Nahúm, en un acto reflejo también abrió su mano y tomó la de su mellizo, luego ambos dieron un suspiro profundo en perfecta sincronía. 

Mis mejores amigos se alejaron sutilmente para darme espacio y así poder hablar con mis hermanos con un poco más de intimidad . Me acerqué con sigilo casi con miedo de espantarlos.

-Lo siento... -dije en un leve susurro. Ellos sin decir palabra me abrazaron, luego de unos minutos en los que todos permanecimos en silencio, volví a tomar la palabra:

-Caleb me llamó esta madrugada avisándome, acabo de volver del hospital Eliel se quedó allí por si había algún problema, pero ya está todo. Los abuelos ya están avisados, pero no sé si van a llegar...

De repente recordé que Caleb estaba también ahí. Se había quedado parado en silencio en una esquina de la cocina, dándonos a todos el momento de intimidad que necesitábamos.

-Lo siento -me disculpé esta vez con Caleb, me había olvidado de presentarlos-. Caleb, ellos son mis mejores amigos Leonor y Matt, y mis hermanos mellizos Nahúm y Nehemías. Chicos, él es Caleb, el médico que estuvo estos últimos meses a cargo de mamá y un amigo mío.

No hicieron bromas al respecto, sin embargo, pude ver la sorpresa en los ojos de Leo y a Matt darme un pulgar arriba disimuladamente. Esos gestos de mis amigos hicieron que me animara un poco en medio de esta tortuosa situación.

No todo es color de rosas, es de tontos pensar eso, siempre hay problemas a los que debemos hacer frente y la muerte es uno más, pero yo en el fondo de mi corazón sabía que jamás estaría sola, mis hermanos y mis amigos siempre iban a estar para mí, para evitar que me hundiera y este momento era una prueba irrefutable de ello.

A pesar de mi estado de ánimo decaído, mi apetito seguía siendo el de siempre, por lo que pude desayunar sin sentir que me estaba forzando a comer para mantener las fuerzas. Luego de un desayuno pacífico, me preparé mentalmente para darle la noticia a mis dos hermanos más pequeños, los nervios me atacaron de nuevo. En mi mente ensayaba mil y una formas de cómo decirles, ninguna me convencía.

Caleb, que hasta ese entonces había estado hablando con Leo y Matt en un intento de que nosotros tres no nos deprimiéramos más, me rozó sutilmente la mano para captar mi atención sin sobresaltarme.

-No te enriedes, lo mejor es buscar palabras simples, sin rodeos -dijo dulcemente, era como si hubiera leído mi pensamiento, ante mi mirada sorprendida él aclaró-. Tus ojos son muy expresivos, no fue difícil aprender a leerte, tu prioridad siempre son tus hermanos... -se explicó con un encogimiento de hombros-. Dales un voto de confianza, ellos van a entender, mira a tus mellizos, no necesitaron tus palabras porque su intuición e inteligencia les hizo comprender lo que está pasando. Tú puedes, eres más fuerte de lo que piensas y siempre estaremos aquí para apoyarte.

Juntos EternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora