Juntos Eternamente

Capítulo 3

Al llegar a casa, Octaviano y Nehemías subieron a cambiarse la ropa mojada. Como llegamos muy cansados encargamos pizzas para cenar, los peques y Orne se encargaron de preparar la mesa, así que yo aproveché para subir a hablar con los tres chicos. Antes de golpear la puerta de la habitación respiré hondo, era en este tipo de situaciones que deseaba con mayor fuerza que mamá estuviese aquí, no tenía y no tengo idea de cómo lidiar con adolescentes. Eso no venía en el manual de hermanas mayores. Toqué y esperé que me den permiso para entrar.

–¿Y bien? ¿Me van a contar qué pasó? –traté de no sonar muy severa, quería saber lo que les había pasado y no que sonara como si les estuviese reprochando.

-Esteee... –el primero en hablar fue Nahúm, noté que los tres estaban avergonzados. Esperé sin presionarlos para que me cuenten- por favor, nosotros te lo contamos a vos pero no se lo digas a Eliel, se va a burlar de nosotros por el resto de nuestras vidas.

Los miré curiosa, pero acepté sus condiciones asintiendo para que continuasen.

-Había unas chicas hermosas, Octaviano reconoció a una de ellas, era Tania una chica que entrena en el club. Nos acercamos para escucharlas y nos metimos detrás de unos setos –cuando dijo eso se señaló la cabeza, donde todavía tenía restos de hojitas enmarañadas en sus bucles color chocolate.

-Una de ellas nos escuchó y se acercó al lugar a donde estábamos escondidos, Octaviano salió para saludarla y la chica bastante enojada le gritó, después lo empujó. Creo que no sabía que detrás de los setos había una fuente –terminó de explicar Nehemías.

Vaya esto sí que no me lo esperaba... Hice mi mayor esfuerzo para controlarme y no reírme para no humillarlos más, se notaba a kilómetros que esa niña les había dañado el orgullo de adolescentes.

-Pensé que era más grave -admití sonriendo.

-No, ni se te ocurra reírte o dejamos de ayudar a Teo con la tarea y le enseñamos a pelear –amenaza Nahúm en un tono serio, Nehemías detrás de él adoptó su actitud de "chico malo" y asintió reforzando las palabras de su mellizo.

Estos dos son malvados...sí claro sobre todo con esa cara de querubines y sonrojados como están, hice un esfuerzo titánico por no empezar a reírme, el grito de Alai avisando que había llegado la pizza me salvó.

Después de una divertida cena, en la que evitamos comentar lo que les sucedió a los varones, nos vamos a dormir, estaba hecha polvo menos mal que mañana era domingo...

***

La lluvia no cesaba, me encontraba frente al Hospital General, compré una barrita de cereal y me dirigí al interior del edificio. En la mesa de recepción estaba Sandra, una enfermera muy simpática, ella era la encargada de información.

-Hola cariño –me saludó-, no hay novedades, podés pasar el doctor Estrada es el encargado de la ronda hoy.

Le agradecí la información y seguí mi camino hacia el sector de Cuidados Intermedios, me detuve frente a la habitación 203, respiré profundo y entré. Estaba todo igual, el olor a antiséptico, los colores claros, las camas con sábanas blancas, el silencio interrumpido por los pitidos de las máquinas...todo era tan familiar, lamentablemente.

Me acerqué hacia la mesa de luz y saqué las flores que estaban empezando a secarse y las deposité en el cesto de basura, luego acerqué la silla hacia la única cama ocupada de esa habitación y tomé asiento.

-Hola má –susurro, sin ninguna esperanza de recibir respuesta. Mamá ha estado en esta misma cama de hospital desde el accidente. Los daños que sufrió son irreversibles, los médicos ni siquiera esperaban que sobreviviera más de dos horas. Nadie sabe cómo pero ella sigue aquí aunque no presente del todo, me gusta creer que una parte de ella se niega a rendirse y sigue luchando por nosotros, para no abandonarnos.