Capitulo 4

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Me apresuré para llegar lo más rápido que pude a casa, Alai sonaba asustada, yo solo esperaba que Eliel no hubiese tenido un accidente. Las veinte cuadras que separaban mi trabajo de la casa jamás me parecieron tan largas, las piernas me quemaban por el esfuerzo y, aún así, sentía que avanzaba muy lento.

Unos metros antes de llegar, ralenticé el paso para buscar las llaves de casa dentro del bolso, ni siquiera me había cambiado el uniforme sólo había podido sacarme el gorro y la rejilla del pelo. Estaba frente a la puerta, escuchaba golpes sordos y gritos que reconocí eran de mi hermano, me apresuré a entrar pero por la rapidez con la que intentaba hacer todo entorpezco mis propios pasos y tardaba más en tratar de colocar la llave de manera correcta en la cerradura.

Al fin, logré entrar, tiré el bolso sobre el sofá y corrí hacia el lugar de donde provenían los ruidos. A unos pasos de llegar a la puerta del jardín Alai apareció en la puerta de la cocina muy nerviosa. Teo estaba a su lado, tomándola de la mano.

–Alai ¿qué son esos ruidos? ¿Dónde está Eliel? ¿Qué pasó? –pregunté jadeando sin darle tiempo a responderme.

–Eliel está afuera, tirando cosas esos son los ruidos. Está muy enojado, no sé qué hicimos mal –me respondió hablando rápido, casi sin respirar.

Los calmé un poco y les pedí que fuesen a sus habitaciones asegurándoles que todo estaría bien tratando de convencerme a mí misma también. Me encaminé hacia el patio con cautela preparándome mentalmente para tratar con un Eliel furioso.

Salí por la puerta que daba al patio, Eliel estaba de espaldas a la casa tirando con la mano derecha botellas y piedras contra los árboles, en su mano izquierda sostenía una botella de vodka barata a medio tomar. Al darme cuenta de eso me acerqué a él con mayor cautela. Era una persona tranquila, pero de pequeño había tenido problemas de ira y si bien aprendió a controlarlos no era bueno alterarlo cuando estaba tan enojado y encima borracho, como ahora.

–Eliel –lo llamé suavemente, antes de que el ruido de otra botella estrellándose contra el muro ahogara mi voz– ¿qué pasó?

– ¡Lo voy a matar! ¡Lo odio! ¡Es un hijo de p...! –gritó desaforado sin mirarme, acompañaba cada grito con otro lanzamiento de botellas, latas y piedras. Me acerqué un poco más y pude ver cómo su cara estaba contraída por la rabia, tenía las venas del cuello hinchadas y los ojos inyectados en sangre. Hizo una pausa para tomar más vodka, pero la botella quedó a mitad de camino y al final la arrojó lejos de él, aunque sin fuerza, por lo que aterrizó intacta a los pies del roble.

Sus palabras y su enojo me indicaron una cosa sola y supe que no estaba equivocada, se había encontrado con Jonah, nuestro padre –si es que puede llamársele así.

– ¿Qué te hizo?

–Después de todos estos años, se aparece en la entrada de casa para pedirme dinero como si nada, como si fuéramos amigos que se encuentran a menudo. No me preguntó siquiera cómo estaba ¡Maldito borracho! ¡Lo odio! ¡Maldito parásito!

Sus ojos volvieron a reflejar su odio y toda la ira contenida, se agachó a recoger una piedra y la lanzó con furia contra el árbol. Ni siquiera traté de detenerlo, necesitaba descargarse y mejor tirando cosas contra un pared que de otras formas que podrían dañar a otras personas o a sí mismo.

–No sabía que había vuelto a la ciudad, pensé que estaba lejos –contesté con indiferencia, por mí puede desaparecer de la faz de la Tierra y seguiría estando bien. Estuve triste cuando nos abandonó, me dolió pero me enojé aún más y decidí que nadie volvería a hacernos daño ni a mamá ni a ninguno de mis hermanos, y hasta el día de hoy trato de cumplir esa promesa que me había hecho a mí misma.

Juntos EternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora