Mientras nos dirigíamos al hospital, podía notar lo tensos que estaban mis hermanos. Ya en el desayuno los había notado extraños, un poco inquietos. No habían hecho ninguna clase de broma durante el camino hasta el hospital. Nehemías movía sus manos nerviosamente y Nahúm estaba sospechosamente callado. Decidí no preguntar nada, era obvio que la situación los mantenía alterados a pesar de que íbamos de camino a visitar a mamá por pedido de ellos.
Llegamos al hospital y pasamos sin problema por la recepción, nos dirigimos hacia la habitación de mamá, antes de entrar pude notar cómo mis hermanos se secaban el sudor en los pantalones con un gesto idéntico, casi como si lo hubieran practicado. Se quedaron paralizados en el umbral como si una fuerza sobrenatural les impidiera dar un paso más allá. Los dejé allí estáticos y di un paso al frente, me acerqué al lugar donde mamá yacía, le besé la frente aún tibia y allí me asaltó la duda: cuánto tiempo más mamá estaría tibia palpitando en ese estado agónico, oscilando entre la vida y la muerte.
Le hice una seña a mis chicos para que se animaran a entrar, ambos tomaron un hondo respiro y dieron un paso al frente.
―¿Quieren que me quedé? ―pregunté en un susurro.
―No, está bien, necesitamos un tiempo a solas... Por favor ―me pidió Nahúm.
Antes de salir por donde había entrado di una rápida mirada a mis hermanos, que se habían quedados parados uno junto al otro a los pies de la cama donde yacía mamá.
―Hola má, tanto tiempo...perdón ―fue lo último que escuché al salir, sinceramente quería quedarme con ellos, sólo para darles apoyo emocional. Sin embargo, resistí la tentación, ellos necesitaban un tiempo a solas y yo no era quién para impedirles eso.
Cerré la puerta para darles más privacidad y me dirigí hacia unos de los patios internos que tenía el hospital. Ese era un lugar solitario muy pacífico, el sonido del agua cayendo dentro de una pequeña fuente se unía al susurro del viento entre las hojas de los arbustos pequeños que decoraban el lugar.
Me quedé sentada pensando en esas palabras que había dicho Nehemías "perdón". Jamás me había detenido a pensar por un instante que ellos se sentían culpables por lo sucedido. Yo siempre los había visto a ellos dos como los afortunados. Fue un milagro que ellos dos no quedaran en el mismo estado que mamá o peor.
Jamás me detuve a pensar cómo se sentían mis hermanos, nunca se había cruzado por mi mente la idea de que ellos se sentían culpables. Ese sentimiento era muy oscuro y era un peso muy grande para que ellos dos lo sostuvieran en sus hombros.
Estaba tan preocupada por mantenernos unidos y fuertes que me había olvidado de preguntarles cómo se sentían, me había olvidado de darles más apoyo de abrazarlos y preguntarles qué pensamientos rondaban por su cabeza si estaban tristes, deprimidos, preocupados...
Me encontraba tan sumida en mis pensamientos que no escuché a la persona que se me acercaba hasta que la escuché carraspear a mi lado.
―Buenos días Ela, tanto tiempo sin verte por acá ―me saludó una dulce voz cantarina.
La reconocí al instante antes de girarme y encontrarla cara cara, era la psicóloga que nos había ayudado a los seis, Helena. Parecía surgida de otra época con esa elegancia y amabilidad, parecía una emperatriz. Esta sensación se asentó más al verla vestido con un vestido corto con capa que flotaba a su alrededor. Sus ojos chispeantes de vida y su sonrisa amable estaban enmarcados por una cabellera bronce que caía a ambos lados de su cara y se extendía más allá de sus hombros.
―Helena, qué gusto verla aquí ―dije a modo de saludo mientras le hacía una seña para invitarla a sentarse a mi lado en el pequeño banco frente a la fuente.
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Juntos Eternamente
Teen FictionEsta es una historia de amor. Elaine le prometió a su madre que sus hermanos y ella estarían siempre juntos, pero la vida le va a demostrar que mantener esa promesa es difícil, deberá enfrentar muchas pruebas para mantener su palabra. A medida que s...