Capítulo 28

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—No estoy huyendo Eliel.

—¿Y entonces? —preguntó mi hermano, reclamando una explicación.

—Jonah volvió a parecer hoy —empecé—, estaba borracho y, probablemente, drogado. Me amenazó, me insultó a mí y a Caleb, intentó meterse a la casa por la fuerza. Tuve que llamar a la policía para que se lo llevara y, además, poner una denuncia en su contra.

Solté todo de una, para poder explicarle más rápido la idea que se hacía cada vez más sólida en mi cabeza.

—Hay demasiados fantasmas en esta casa Eliel, el fantasma de un papá que nos abandonó, de una mamá que no logró volver y nos está destruyendo a todos. No podemos avanzar, porque el pasado nos atormenta.

>> No te das cuenta que solo estamos acá sobreviviendo, enfrascados en la rutina para que el dolor no nos trague uno por uno.

—No...

—¿No qué Eliel? No ves que cada vez buscamos más excusas para no estar aquí, para evitar que los recuerdos salgan a la superficie, para evitar lidiar con el dolor de la ausencia, somos huérfanos y para peor, nuestro propio padre se convirtió en una amenaza constante a la poca estabilidad que tenemos.

>>Y no sé vos, pero yo no voy a permitir que se acerque más a los chicos. Ellos están al borde del colapso.

Hice una pausa para respirar y para controlarme, no podía explotar contra Eliel, él no era responsable de lo que había tenido que enfrentar hace unas horas.

—No te estoy diciendo que nos vayamos ya, no —le aseguré más tranquila—, pero creo que debería ser una posibilidad en un futuro cercano, creo que un cambio de aire nos va a ayudar a todos.

—Te entiendo —suspiró comprensivo—, pero vamos a tomarnos esto con tranquilidad, por ahora vamos a descansar y después lo hablamos.

Me dormí construyendo un plan en mi cabeza, buscando posibilidades, tratando de trazar un camino que tuviera sentido. Estaba decidida a buscar una mejor solución para alejarnos de todos los recuerdos que se habían vueltos agrios, para alejarnos de lo que nos lastimaba, para alejarnos de un hombre que se suponía tenía que amarnos y cuidarnos, pero solo sabía hacernos daño.

Esa noche me fui a dormir con cien cosas en la cabeza, no pude pegar ojo hasta muy tarde, eso causó que me despertara de mal humor.

—Hola —saludé a Alai que tranquilamente se preparaba el desayuno.

—Hola, ¿querés un poco de yogur con cereal? —me ofreció.

—No gracias, ya me preparo un té, necesito algo caliente ¿sos la única despierta?

—Creo que sí, no sé si Eliel está o se fue temprano.

Justo en ese momento me llegó un mensaje de Leonor, quien me avisaba que en diez minutos llegaba a casa, le contesté y luego me senté a disfrutar del desayuno o esa fue mi intención.

—Ela, no me quiero mudar, me gusta este lugar —Alai fue directa, sin rodeos.

Suspiré con pesar, no tenía ánimos de empezar una discusión a tan tempranas horas. Era consciente que decidir mudarnos era un cambio muy radical, por eso mismo le había dicho a Eliel que primero lo iba a planear.

—Nadie dijo que nos íbamos a mudar —comencé.

—Vos le dijiste eso anoche a Eliel, los escuché, así que no me mientas

—¡Qué bonito! Escuchando conversaciones privadas, metiéndote donde no te llaman.

Alai abrió los ojos con sorpresa, no estaba acostumbrada a que yo respondiera de forma cortante y malhumorada. Pero, siendo honesta, estaba frustrada con mil cosas en la cabeza y no lograba dar con una solución.

Juntos EternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora