Capítulo 7

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Después de comer, me levanté para ir a lavar los platos, antes de que mis hermanos se retirasen le hice una seña a Nahúm para que se quedara. No me había olvidado de que teníamos una charla pendiente, a pesar de que no habíamos hablado de ese tema mientras comíamos.

Nehemías se quedó en la puerta con un gesto de duda. Quería quedarse para apoyar a su mellizo, le hice un gesto para que se quedara, él en silencio se acercó hacia la isla de la cocina y tomó asiento al lado de Eliel que también había optado por quedarse.

Me acerqué a la pileta de la cocina y me dispuse a empezar con mi tarea, mientras pensaba en la mejor forma de abordar el tema.

–Tenés toda mi atención, te escucho –mi voz salió de forma dura, con toda la tensión del enojo que burbujeaba en mi interior; Nahúm me miró sorprendido, así que me expliqué–. Considero que toda esta falta de disciplina es una forma de llamar la atención, tal vez dijiste algo que era importante para vos y no te escuché por eso recurriste a la fantástica técnica del mal comportamiento para llamar mi atención.

–No lo hice por eso –tuve que hacer un esfuerzo para escucharlo por encima del ruido que yo misma provocaba al lavar los platos.

– ¿Y entonces? –traté de suavizar un poco mi voz, para que él siguiese hablando.

–Lo de la pelea con Rafael fue porque él se metió con Alai y luego con vos, lo escuché mientras hablaba con otro chico en el baño y por eso lo enfrenté. Cuando le estaba por pegar, Octaviano y Nehemías me separaron de su cara de troglodita.

Por supuesto que iba a defendernos, a pesar de que a mí poco me importaba lo que tuviese para decir de mí un niño de quince años. Podía entender su reacción, nuestras difíciles experiencias nos hicieron protectores los unos de los otros y ninguno dudaba en saltar a defender al otro.

–Lo de la pintura fue porque quería impresionar a una chica más grande y para demostrarle que era cool –esto último lo agregó con vergüenza, al verlo noté que estaba rojo hasta las orejas y que había bajado su mirada al piso.

Sí, nadie destaca por las decisiones inteligentes que tomó en la adolescencia.

–No lo puedo creer –suspiré con cansancio, al girarme para secar mis manos, vi que Nehemías estaba sorprendido por la confesión de su hermano y a Eliel le brillaban los ojos, lo fulminé con la mirada para advertirle que no era momento de sus bromas–. Está de más decirte que más vale que esto no se repita, la directora fue bastante benévola al castigarte. La próxima vez que escuches a alguien insultando a tus hermanas te vas de ese lugar sin decir pío, y todo el enojo lo canalizás en otro lado, donde no puedas hacer daño a nadie, ni meterte en problemas.

Llevé mis ojos hacia él, que al principio tenía intención de discutirme pero después de considerarlo un momento asintió, es inteligente sabía que no le convenía contradecirme.

– ¿Ya te informaron de las tareas que tenés que hacer? –dije con un tono más calmo.

–Sí –su respuesta volvió a ser apenas un murmullo, pero ahora parecía aburrido.

–Ni se te ocurra escaparte de tus obligaciones –con esta última advertencia me di por satisfecha–. Pueden irse, Nahúm –lo llamé– vas a ir a los entrenamientos pero no te vas a quedar a pasar el rato después y no vas a usar tu celular durante el fin de semana.

– ¿¡Qué!? No por favor Elaine, no me quités el celular –me pidió, parándose de forma abrupta en medio del camino entre la cocina y el comedor–. Ya tengo suficiente con lo de la escuela.

–No lo creo, así vas a poder reflexionar durante el fin de semana sobre pensar antes de actuar –con esto último dejé en claro que no había lugar para las discusiones.

Se dio la vuelta muy molesto y se retiró a su habitación, Nehemías se levantó sin decir nada y siguió los pasos de su hermano, pero antes de que desapareciese por las escaleras le hablé:

–Ni se te ocurra prestarle tu celular porque también te voy a castigar, ¿me entendiste?

Me respondió con un <Sí> escueto y siguió caminando hasta su habitación, de los dos él era más sensato y tranquilo, Nahúm siempre fue el más impulsivo de los seis, de pequeños él siempre iniciaba las discusiones y peleas, aunque bastaba la intervención de mamá para calmarnos a todos.

–Me hace acordar a vos a su edad –me había olvidado que Eliel estaba todavía sentado en la isla de la cocina. Me giré para mirarlo sin comprender a qué venía ese comentario–. No me vas a negar que esa fibra de peleador no te hace acordar a vos.

– ¿Sabés que sonaste como un anciano con esa frase? –me burlé– Yo solo me aseguraba de que esos chicos no te molestaran, pero jamás hice una estupidez tan grande para impresionar a un chico –dije acordándome de las pequeñas peleas en que me metía a los once por defender a Eliel en el colegio. Luego de sufrir un ataque de ira especialmente aterrador en el colegio, ningún niño volvió a molestarlo.

–Son iguales, no lo niegues –me replicó mientras se encogía de hombros.

–Como sea... –respondí tratando de cambiar de tema– Necesito que hoy te hagas cargo de los peques, tengo que ir a hacer las compras para lo de mañana y por favor no organices nada para mañana a la noche, acordate que tengo ese trabajo en el evento de caridad.

–No te preocupes, mañana me quedo, de todas formas Katherina tenía una competencia en otra ciudad.

– ¿Ya es oficial? ¿Son novios? –pregunté con curiosidad, siempre fuimos muy unidos y nos contamos todo.

–Sí mamá, tal vez la invite a comer para que la conozcas –me respondió bromeando.

–No me digas así, sabés que jamás voy a ser ella –agregué con la tristeza inundándome de repente y tiñendo de melancolía mis palabras.

–Lo siento... Cambiando de tema creo que tenemos que llevar a la terapeuta a Teo, ayer pasó otra vez.

Hace un mes que Teo tiene pesadillas, cada vez son más seguidas las noches que se despierta gritando o llorando, pero las últimas tres mojó su cama. Sabía que por vergüenza recurría a Eliel, en vez de a mí, tiene doce y no es normal que moje su cama a esta edad. Cuando era más pequeño también le sucedía, pero a los nueve el problema había desaparecido.

–Está bien, voy a ver si esta tarde me paso por el consultorio de Helena, de paso aprovecho para visitar a mamá.

–Ok, avisame cuando te vayas, me doy a dormir una siesta antes de que tengamos que irnos a entrenar.

–Bueno.

Me quedé sola en la cocina, sin dudas este fue el viernes más largo de mi vida, me sentía cansada emocionalmente, sinceramente agradezco todo el apoyo que me da Eliel, pero a pesar de todo yo soy su hermana mayor y siempre caerá en mí la responsabilidad de cuidarlos y asegurarme de que estén bien.

Mamá, te necesito. No sirvo para ocupar tu lugar.



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Buen domingo para todos.

¿Qué les pareció el cap? ¿Lo peor? ¿lo mejor?

Junio es un mes estresante en la vida de los universitarios, así que no se si voy a poder actualizar muy seguido.

En multimedia Cigno nero de Fedez

Nos leemos pronto

Juntos EternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora