C a p i t u l o 5

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Blake tenía las manos de Max entre las suyas, entrelazando sus dedos y dando suaves caricias mientras escuchaba como el menor había decidido adoptar un gato callejero, y como a su padre Magnus le había encantado la idea, recordando a su antigua mascota Presidente Miau. Blake había reído por unos largos minutos con ese nombre.

Siendo honestos, el rubio no oía ninguna palabra de aquél parlanchin. Estaba más ocupado detallando aspectos de su rostro, como su afilada mandíbula, sus ojos que adquirían un brillo especial cada que hablaba de algo que lo emocionaba, sus labios...

-No estás escuchandome. Estás soltando babas por mi- acusó el menor, con una sonrisa que delataba su entusiasmo.

-Bueno, no te voy a mentir- Blake calló. Max parecía esperar a que continuara.- De verdad, no estaba escuchando.

Max bufó y se levantó de la banca, soltando sus manos y resfregandola en sus gastados jeans. Ya había oscurecido, habían estado más de tres horas haciendo nada, lo cual significaba hacerlo todo para ellos. Disfrutando el silencio ajeno y la melodia de la voz del otro, tocando sus manos y sus mejillas. Max había querido un beso mas que a nada en ese día, pero Blake parecía lejos de todo, y él no lo pediría. La vergüenza lo consumiria.

-Ya es tarde. Si no volvemos ahora quizás encuentres tu motocicleta hecha trizas por mi papá.

Blake hizo una mueca de horror, parándose al instante y comenzando a caminar de manera rápida con Max del brazo.

-No puedo dejar que tu padre arruine a mi bebé.

-Sabes, es incómodo que me digas de la misma manera que a tu moto.

-¿Celoso, amor?- Blake mantenía una sonrisa coqueta mientras seguía su camino hasta la casa del menor. Max gruñó a su lado haciendolo reir.

Llegaron a la casa Lightwood-Bane, Max sintió al instante un aura tenso en ésta. Su estómago cosquilleaba a ver las cortinas corridas y las luces apagadas de calle, pero podía divisar el movimiento dentro de ésta. Quedó estático, Blake a su lado se montaba en su Ducati negra, Max observaba con nerviosismo su hogar.

-¿Sucede algo?

-Creo...- Max observaba con desconfiada la entrada, debatiendo si entrar o no.- Creo que algo malo pasa.

Blake no tuvo que escuchar más que el tono de su voz para bajarse. Caminó hasta donde Max estaba para tocar su hombro y darle ánimos pero el menor seguia inmerso en sus pensamientos. Blake se acercó hasta el ventanal que daba a la sala y colocó sus manos a los costados de su rostro mientras se acercaba al vidrio para poder ver por el interior.

Observó dos figuras adultas hablar gesticulando con sus manos de manera exagerada, quizá discutiendo. Vio una figura femenina subir con velocidad las escaleras con algo que parecía un botiquín en la mano. Y una figura alta sentada en el sofa, con los brazos en sus rodillas y el rostro acunado en sus manos, miraba un punto fijo en la paredad, quizá pensando. Blake descartó esa idea al analizar que podría ser Rafael.

Se dio vuelta sin saber qué decirle al muchacho que se encontraba detrás suyo mordiendo sus uñas.

-No creo que esté todo bien, Max- se sinceró-. Pero parece algo como una emergencia familiar asi que voy a irme, pero puedes llamarme por si necesitas algo. Siempre vendré.- Max miraba la puerta de nuevo, ya casi no le quedaban uñas que mordisquear.- Creo que hay alguien herido.

Max lo observó, el ceño fruncido y la boca un una linea. No tardó más que un segundo en entrar corriendo hacia su hogar.

Blake se acercó a su moto y observó una vez más la casa de su niño. Recordó su semblante preocupado y repensó la idea de dejarlo solo. Quedó afuera, sentado junto a su moto, a la espera de la llamada de Max por si éste lo necesitaba.

***

Magnus mantenía la vista en el mar azul de aquellos ojos, escuchando con cautela el relato que éste le daba. Alec había llegado hace apenas quince minutos, cargando un Maxwell débil en sus brazos abrigado con una bata de seda y el saco de lana del mayor. Magnus en cuanto lo habia visto entrar, dejó su cena a un lado y caminó enseguida hasta su esposo, dejando que le pasara al niño en sus brazos.
Max no había dejado de sollozar. Era el llanto de alguien que estaba rompiéndose a pedazos, sacando sus costras y exponiéndose al mundo.

Magnus no necesitó la historia entonces, solo subió las extensas escaleras mientras escuchaba como Alec daba ordenes a sus hijos para curar las heridas de su hermano. Magnus depositó a su cuñado con cuidado en la cama matrimonial, lo acurrucó en las sábanas y dio suaves caricias a su cabellos negros, oyendo como en ningún momento Max dejaba de llorar.

Bajó de nuevo a la sala, no sin antes informarle que volvería pronto. Llegó hasta su esposo, que contenía el llanto en su garganta, el peso de sus treinta y ocho años jamás se había marcado tanto como en ese entonces.

-¿Qué sucedió? - Alec inició la plática, contando lo que había visto y sentido.

- En todo el camino a casa Max no dejó de estar frenético, llorando, rasguñando la piel de sus brazos. Trataba de detenerlo pero me era imposible y creí más inportante el traerlo a casa. Susurraba disculpas y no estoy seguro si eran para mi, para nuestros padres o para sí mismo.

Magnus vio como su hijo mayor observaba un punto en la pared, fingiendo no escuchar, pero analizandolo todo. Rafael y Max eran los mejores amigos, había sido un golpe bajo para su hijo ver a su tio de esa manera, y sobre todo, enterarse de la verdad de una manera tan inquietante.

Madzie corrió a sus espaldas, con el botiquín de primeros auxilios en sus manos sabias. Alec había terminado el corto relato, dejandose caer con peso muerto al lado de su hijo. Lo rodeó con sus brazos, Rafael escondiendo su rostro en el cuello de su padre e hipando por los pequeños sollozos.

El pequeño Max, su Blue, entró con cautela a la casa Lightwood-Bane. Arrastraba sus pies y recorría con su mirada de manera curiosa el lugar, reparando en los ojos pardos de su padre.

Magnus le hizo una seña para que se acercara, guiándolo hasta la cocina para tener privacidad.

-¿Qué sucede?- Blue se sentía inquieto, el aspecto lúgubre de la casa lo estaba aturdiendo, escociendo sus entrañas.

-Tu tio Max, él se quedará con nosotros unos...unos meses.- Magnus trataba en vano de no hacer notar la angustia y confusión que sentía, a sabiendas que Blue lo notaria de todas formas.

-¿Por qué?- No era que la idea le molestará, amaba a tu tío Max porque siempre había sido amable y divertido con él y toda su familia. Pero la situación le preocupaba.

-No sé si es algo que deba decirte yo, Blue. Hay secretos que no nos pertenecen.- Magnus tocó la punta de la nariz de su hijo, provocando que éste arrugara el gesto. -Te prometo que cuando tu tío esté bien te lo contará.

Max aceptó de mala manera. Habia demasiado llanto en la casa y un aura de preocupación y tristeza como para que él se quedara en paz. Mordió sus uñas de nuevo, tratando de focalizar su mente en esa simple tarea.

Magnus volvió a la sala y buscó a su esposo.

Alec estaba subiendo las escaleras de dos en dos, probablemente yendo a ver a su pequeño hermano. Magnus inmediatamente lo siguió.

Llegó a la habitación, encontrándose con la mirada de Alec en la azulada de Max, ninguno decía una palabra.

Magnus se sentó al otro extremo de la cama, quedando uno a cada lado del pequeño Max. Siendo una barrera contra todo lo malo que podía pasarle, siendo un apoyo para él.

-Max- habló Alec-, es hora de que hablemos.

Metamorfosis de piel [sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora