C a p i t u l o 10

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Maxie se levantó a causa del bullicio que oía en la sala. Observó el reloj de mesa, marcaban las nueve. Se quejó con disgusto mientras se sentaba en el colchón que habían dejado para ella en la habitación de Rafael.

Lo buscó con la mirada encontrándose con que él no estaba. Resignado, se dispuso a ponerse de pie y seguir el camino de euforia proveniente de la planta baja de la casa Lightwood-Bane.

Maxie bostezaba mientras se acomodaba la camiseta blanca que Rafael le había prestado, demasiado grande para su pequeño cuerpo. Bajaba con pereza los escalones pero se paró en seco cuando notó de espaldas una cabellera azabache que conocía muy bien.

-¿Izzy?- la muchacha se giró, sus labios curvandoce para mostrar sus blancos dientes. Tiró el bolso a un lado y corrió hasta su pequeño hermano y abrazarlo en mitad de la escalera.

-Mira que grande estás- lo sostenía entre sus brazos, la cara del niño se escondía en su cuello.

-No nos vemos hace un mes, Izzy. En realidad no pasó mucho tiempo.

-Se sintió como una vida- Isabelle repartió besos en su rostro antes de dejarle ir.

-Hola, Cecily- saludó a su sobrina con un suave beso en su mejilla, ella le respondió con una timida sonrisa. Su madre le había explicado la situación en el viaje de ida,y sin saber como debía llamarle, simplemente calló.

-Ahora somos muchos, perfecto para el almuerzo familiar.- sonrió Madzie, tratando de distraer a su tía que miraba extrañada.

-Totalmente cierto, hermanita.- Mazdie frunció el ceño hacia Blue.- Papá puede hacer sus zorrentinos con esa salsa blanca.

-Dime que esa salsa no viene de Magnus- susurró Cecily solo para que Madzie la escuchase, ésta la miro con cara de sorpresa, totalmente asqueada e impactada por su prima.-¿Qué? Solo decía.

-¿Por qué están aquí? ¿Donde está Simon y los mellizos?

-Los niños y Simon, quedaron en California. Él debía trabajar y ellos seguir en la escuela. Cecily me acompañó ya que extrañaba mucho la ciudad y no paraba de quejarse.- Isabelle le pellizcó la mejilla a su hija la cual se quejó al instante.

Todo quedó en un incómodo silencio mientras la familia intentaba distraer el hecho de la llegaba de la morena. Excepto por Maxie, la cuál no entendía las miradas de soslayo que se daban entre ellos.

Su sonrisa comenzaba a borrarse, empazaba a sentir temor. El miedo de que su madre haya llamado a su hermana mayor para hacerle saber que su pequeño hijo era en realidad una abominación, y ella había viajado para verlo por sí misma, para desmentirlo. Porque, ¿quién querría un hermano así? Alec era la excepción, siempre la era. Maxie sabía cuán metido estaba él en todo el movimiento de la colectividad LGBT, pero si no fuera por ello, ¿de verdad lo hubiera aceptado?

Esperó en silencio, aguardando a que sus sospechas fueran desmentidas. No queria lidiar con ello, no ahora cuando apenas unos días atrás su mayor secreto había sido arrancado de sus entrañas provocando que se desangrara.

No podía soportarlo, no era tan fuerte para oír por sí mismo el rechazo que su hermana mayor le daria y mucho menos frente a su sobrina, la cual estaba seguro que también le miraría con asco. ¿Cómo sacarse de encima un miedo así? Fue parte de su persona durante dieciocho años y ya había vivido lo que éste podía hacerle.

Siendo sincero, no le preocupaba las miradas que sus compañeros de instituto pudieran darle, tampoco los susurros en la sala de profesores. No le importaba cuando señalaran en las calles a una niña con cuerpo de muchacho.

Metamorfosis de piel [sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora