Gou y Toraichi se marcharon de Rajar para emprender un viaje hacia Karabis. El objetivo era encontrar un candidato para comprometer a la futura reina y que ésta pudiera dar a luz al heredero de La Corona. Eso dejaba en libertad a Haruka Nanase, pues no necesitaba aparentar ser un esposo para la princesa.
Un mes después, Toraichi Matsuoka envió un pergamino con su firma; en el cual especificaba que su hija se había casado y, según la partera, estaba en espera de un bebé. La noticia alegró el corazón de Rin y un peso se le quitaba de los hombros. Además, él se sentía feliz de saber que su hermana cumpliría uno de sus sueños al convertirse en madre.
El mes siguiente fue de celebración para el pueblo de Rajar debido a que conmemoraban un año más de la fundación de su reino. La música resonaba en las calles, apaciguando la incertidumbre que generaban las luchas con el enemigo. Mujeres y hombres bailaban bajo los rayos de la Luna y bebían vino.
En el palacio, las noches estaban ocupadas. Familias relacionadas a La Corona asistían a los grandiosos banquetes que organizaba Kazuma y deseaban dicha y amor al bebé que crecía dentro de Rin Matsuoka, el príncipe que había concebido un milagro para la nación. Por supuesto, la situación mantenía al omega en constante estrés, pero también sonreía más y cada día decía que su hijo sería un orgullo para Haruka.
Diciembre llegó pronto. Rin alcanzó los siete meses de embarazo y su vientre abultado lucía como una pelota redonda; era enorme y significaba que el pequeño crecía saludable. Los padres buscaban nombres y se debatían entre el género del bebé o la apariencia física que tendría. Lo único que no dudaban era que sería hermoso y perfecto.
El pelirrojo se reincorporó de la cama y corrió al baño, en donde se inclinó frente al excusado con sumo cuidado de no caer o lastimarse y empezó a vomitar el desayuno con sangre. Sí, vomitaba sangre.
—¡Sou! —vociferó con el rostro asustado, lleno de desesperación y angustia—. ¡Sousuke!
Yamazaki ingresaba a la recámara y, al escuchar el agudo grito, la bandeja que cargaba resbaló al piso. Se apresuró a auxiliar al príncipe, quien estaba tendido en la alfombra del baño con la mano derecha cubriéndole la boca y un par de rubíes contemplando el líquido rojizo que goteaba de sus dedos.
—E—Estoy... —balbuceó sin terminar la frase y una convulsión le obligó a arquearse alrededor del retrete.
—¿Comiste algo? —cuestionó, tratando de calmar sus nervios para no mortificar más al menor—. ¿Te dieron algo? —Se arrodilló detrás de Rin y lo ayudó a recuperar la postura, a pesar de que no podía por los constantes dolores.
—Príncipe —canturreó Kazuma en el exterior con una prenda nueva para su nieto.
—¡Rey! —llamó Sousuke, aliviado de que alguien llegara.
—¡Dios mío! —exclamó al ver la terrorífica escena—. ¿Qué sucedió?
—Temo que lo han envenenado.
—¡No! —negó Matsuoka con lágrimas deslizándose en sus redondas mejillas—. AAHH —gritó, alargando su voz en un quejido.
—Iré por la partera —avisó Kazuma—. No lo muevas.
...
Las horas transcurrieron en completo silencio. Haruka, Kazuma, Makoto y Sousuke paseaban intranquilos en el pasillo afuera de la alcoba de Rin. Los cuatro intercambiaban miradas, suspiraban y continuaban maquinando pensamientos de tragedia.
—Te pedí una maldita cosa —gruñó Haru, rompiendo la mudez del ambiente—. Una maldita tarea y no lo hiciste.
—Es cierto que es mi culpa, no debí dejarlo solo —admitió, agachando la cabeza—. Merezco un castigo.
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Tú, mi diamante
FanfictionLa economía pobre de Rajar y el oro de Karabis provocó que dos poderosos reinos se unieran en un pacto que los beneficiaría a ambos con una boda entre los príncipes Haruka y Gou. Kazuma Nanase prometió semillas, frutas frescas y un vino que embriaga...