III: Deseos

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El reino de Karabis se llenó de alegría de un momento a otro con la llegada del rey y el príncipe de Rajar. En las calles del pueblo, los ciudadanos anunciaban gustosos el compromiso de ambas ciudades, diciendo que atraería más beneficios al sector del comercio. Algunos dibujaban a quienes serían los futuros gobernantes de Karabis y Rajar, pero también se esparcían rumores que hablaban de un conflicto por el poder.

Nadie podía estar más feliz que Toraichi, quien demostraba cuán feliz le hacía que la princesa estuviera comprometida a Haruka Nanase. Cada noche, él imaginaba la belleza que poseerían sus nietos; unos niños de melena rojiza y ojos de un color tan profundo como el mar. Sin duda, no había hecho mal en aceptar el compromiso.

En cuanto a Gou Matsuoka, alistaba los preparativos de su boda, que se celebraría en un par de meses. Deseaba que ese día fuera el más dichoso de su vida, porque sí, no aguantaba la emoción al saber que se convertiría en la reina de Haruka y gobernaría dos reinos poderosos. ¿Quién de su familia había logrado eso? Sólo ella.

Sin embargo, Haruka no podía pensar lo mismo. Estaba consciente del enlace con Gou, pero también era consciente de que no amaba a esa chica. Sí, ella era bonita, amable y cariñosa. Paseaban juntos en el palacio; Gou se comportaba linda, en especial cuando sus padres los acompañaban y era detallista.

La pelirroja tenía muchas cualidades y cualquier hombre la amaría, pero él no. Haruka Nanase no lograba amarla, aunque intentara ver más allá de la apariencia, sólo se topaba con un enorme muro que le decía: no es para ti, Rin sí lo es. ¿Rin? ¿Por qué Rin? Desde esa persecución al oasis, no había entablado una conversación con él.

Rin le huía, se escondía de su vista. Prefería irse con ese maldito tipo que no se separaba de su lado. ¿Qué era? Ah, su guardián, pero los guardianes no se escabullían a media noche en las alcobas de los príncipes. Joder, ¡en serio, detestaba a Yamazaki! Lo detestaba porque Sousuke Yamazaki tenía la libertad de estar con Rin. ¿Y él qué? Él ya estaba comprometido con Gou Matsuoka, la hermana de Rin.

—Hola —saludó torpemente, contemplando la manera en que Rin flotaba en el agua con sus típicas ropas empapadas—. Es noche y tú permaneces aquí.

—Bueno, es mi lugar favorito —respondió el pelirrojo sin interrumpir su descanso—. Haru, ¿te gusta mi hermana?

—¿Por qué esa pregunta? —cuestionó, sentándose en la arena que rodeaba la porción de agua.

—Han estado dos semanas conviviendo y los he visto reír, pero tú no luces tan contento —murmuró, y por fin se paró para caminar hacia el pelinegro—. ¿No es agradable estar con ella?

—Es agradable, pero lo que siento no es amor —confesó—. ¿Tú estás enamorado?

—¡Claro! —exclamó con una sonrisa radiante—. Oh, pero no soy correspondido, así que... supongo que estamos destinados a la infelicidad —concluyó, acomodándose en el costado derecho de Haruka.

—¿Es él? Digo, ¿estás enamorado de tu guardián? —interrogó nervioso a la respuesta de Rin.

—Sí —afirmó con un leve susurro—. Sou es alfa, no tiene riquezas, pero me comprende mejor que mi padre.

Nanase no quiso decir más, pues en realidad se encontraba frustrado con los sentimientos que se arremolinaban en su mente. Por una parte, estaba enojado de que Rin estuviera fascinado con Sousuke, porque, ¿qué le veía a él? Por otra parte, ¿qué sentía hacia Rin Matsuoka? ¿Era amor o atracción?

—Me preguntaste si soy omega y te dije que no te importaba —explicó, admirando el paisaje frente a él—. Te contaré un secreto, ¿quieres?

Tú, mi diamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora