Hace tres semanas.
Haruka y Kazuma se encontraban sentados de frente en la sala principal de la recámara del príncipe Rin. Los dos se miraban sin perder ningún detalle de sus rostros serios y angustiados por el tormento que vivían ahí. Necesitaban una oportunidad, una esperanza que les dijera que el Príncipe Rojo tendría a los bebés.
—Hablé con Toraichi —mencionó el rey, iniciando así la conversación—. Pensamos que lo más recomendable es ocultar a tu esposo por seguridad.
—Arata me mandó un pergamino para que envíe a Rin a Rockland, pero estar alejado de mí no es lo mejor para nosotros —aclaró, pues el lazo que los unía era la conexión que mantenía al omega con algo de cordura y lucidez—. No voy a perderlo.
—¿Por qué no lo has marcado? Eso hubiera facilitado esta situación. Tú eres su pareja y es un milagro que él haya podido concebir a tus hijos sin su celo, ¿no te has preguntado por qué? —cuestionó, examinando la reacción en su heredero, quien respingó al escucharlo. Le había clavado la espina de la duda.
—No quiero obligarlo, quiero que me acepte porque me ama, no porque me desea en su celo —respondió, asombrando a su padre por la valentía y control que demostraba—. Él ha sido humillado durante años y se casó con un hombre que no conocía. Yo no quiero que Rin aprenda a amarme por necesidad.
—Tus sentimientos hacia ese muchacho son más intensos de lo que imaginé —confesó, no evitando que una sonrisa se formara en sus labios—. Si eres capaz de atesorar a una persona con tanta fuerza, serás capaz de elegir el futuro de tu familia.
—Irá a Rockland en siete días —anunció, reincorporándose del sofá de piel que adornaba la habitación—. Rin Matsuoka morirá en su alcoba para que lo trasladen a su reino, donde será atendido y dará a luz a nuestros bebés.
—Es tu elección —confirmó Kazuma—. Una elección que pocos sabremos.
—Me encargaré de que la partera lo asista en su viaje y encontraré a los infiltrados.
Actualidad.
La noche caía lentamente y el resplandor de la luna se filtraba por los grandes ventanales, iluminando la cuna de madera en la que dos hermosos niños descansaban. En la orilla de la cama, Rin aguardaba mientras Haru terminaba de secarle los cabellos húmedos por la ducha.
—¿Cómo está tu cuerpo? —preguntó Nanase, agitando sus manos en remolinos sobre la toalla—. ¿Tienes malestares?
—Ella preparó agua de sabor con menjurjes para combatir el veneno, así que estoy bien —informó. Suspiró cansado y apoyó su frente en el pecho de su esposo; su cariñoso Haru que no lo dejaba solo ni un segundo—. Gracias.
—¿Gracias? —replicó, abandonando la toalla mojada en el suelo—. Tú eres lo más importante, estaré contigo hasta que me lo permitas.
—En mi próximo celo... —susurró, avergonzando por lo que estaba a punto de decir—. Haru, márcame cuando sea mi celo.
—¿Qué? —Tragó saliva al oír las palabras del pelirrojo y de inmediato lo agarró de los hombros para contemplar su expresión y el sonrojo en sus mejillas—. ¿Estás de acuerdo en eso? ¿Sabes lo que significa?
—Sí —aseveró, desviando su mirada hacia la derecha. Era bochornoso porque en su mente parecía más fácil, pero hablarlo era complicado—. No sé si te amo y estoy confundido porque estar junto a ti provoca emociones desconocidas en mí, pero no quiero a nadie más. No quiero que alguien que no seas tú me marque.

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Tú, mi diamante
FanfictionLa economía pobre de Rajar y el oro de Karabis provocó que dos poderosos reinos se unieran en un pacto que los beneficiaría a ambos con una boda entre los príncipes Haruka y Gou. Kazuma Nanase prometió semillas, frutas frescas y un vino que embriaga...