—Quiero disculparme contigo por haberte tratado como una prostituta. —Haruka se arrodilló frente al omega, quien estaba sentado en el borde de su cama—. Dije palabras que no pensaba, sólo me dejé llevar por el odio y la furia.
—¿Por qué?
—Gou le juró a mi padre que tú tendrÃas un bebé, pero eso no era cierto. Fue una mentira, era imposible que lo supieran en ese momento, ¿no es asÃ? —Alzó su rostro angustiado y entristecido, recordando ese último adiós—. Perdóname, por favor.
—Bueno, seremos esposos a partir de mañana —respondió, deslizando sus dedos en las mejillas del contrario—. Al principio, sentà que me afectaba lo que tú creÃas de mÃ, pero eso se convierte en algo pasajero cuando te das cuenta de que hay problemas más graves por enfrentar.
—Sé que nuestro matrimonio es un arreglo para beneficio mutuo de los reinos, pero realmente estoy feliz —confesó con una voz aliviada y llena de alegrÃa—. Será difÃcil para ti, ¿no es asÃ?
—Igual para ti —murmuró sin interrumpir sus caricias en el rostro de su prometido—. Seremos fuertes, Haru.
—SÃ, lo seremos, Rin —asintió, esbozando una sonrisa.
-n-
La boda se anunció al pueblo el mismo dÃa en el cual se realizó, pues los enemigos se acercaban a Rajar; la amenaza era latente y no podrÃan celebrar en grande cuando navÃos enteros estaban por tocar puerto en el reino. La fiesta habÃa sido un banquete para miembros de suma importancia para La Corona, los reyes de Karabis y Rajar, y los tres prÃncipes que habitaban el palacio.
El acuerdo de Rockland y Rajar estipulaba: una convivencia pacÃfica para el beneficio de los reinos; un heredero al trono del norte, un niño o niña que nacerÃa de Rin Matsuoka y Haruka Nanase; un grupo de soldados y barcos que lucharan por la sobrevivencia de los involucrados, trayendo la gloria a las familias. Si alguna de las dos partes quebrantaba las normas, la guerra serÃa inminente.
—¿Quieres que me desnude o prefieres hacerlo tú? —cuestionó el pelirrojo, observando al de cabellos negros que lo devoraba de pies a cabeza.
—Estás cansado —comentó, acercándose a Rin que no se movÃa de su lugar—. Durmamos.
—Haru, no soy débil, puedes tenerme esta noche. No me romperé fácilmente —aseguró, desatando el nudo de la cinta negra que rodeaba su cintura.
—No quiero que sea de esta manera —expresó con un suspiro pesado, uno que significaba dolor y frustración.
—No te amo, pero tampoco estoy sufriendo por esto. Creo que ambos estamos conscientes de lo que hacemos y por qué lo hacemos, no te acobardes —pidió a su actual esposo, y terminó por acortar la distancia que los separaba—. Quiero que me toques. Tócame y dime si te gusto, Haru.
Nanase tragó saliva, pero inhaló una vez más. Rin tenÃa razón; ellos no se amaban, pero la atracción que sentÃan era suficiente para concluir ese acto. Lo deseaba como si fuera la única gota de agua en un extenso desierto, como si su cuerpo lo atrajera más que la gravedad. El PrÃncipe Azul sucumbió a la belleza que se mostraba delante de sus ojos y contempló esa joya; lo admiraba por ser tan valiente y decidido, porque Rin era más que un simple omega que podÃa complacerlo.
Haruka agarró la cadera de Rin y caminó hacia la cama, en donde lo acostó con cuidado y paciencia. Se deshizo de sus pocas prendas; batas tÃpicas de una boda y un par de zapatos negros. Quedó desnudo, ofreciéndose a aquél que recorrÃa su piel con la mirada y se extasiaba de descubrir los lunares que adornaban su abdomen y pecho.
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Tú, mi diamante
Fiksi PenggemarLa economía pobre de Rajar y el oro de Karabis provocó que dos poderosos reinos se unieran en un pacto que los beneficiaría a ambos con una boda entre los príncipes Haruka y Gou. Kazuma Nanase prometió semillas, frutas frescas y un vino que embriaga...