La "bestia" de la cocina/Hija, estás en el cielo

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Me dejé caer en el sillón

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Me dejé caer en el sillón. Hoy mi día ha estado de mal en peor. Perdí mi entrevista de trabajo gracias a una señora con peluca, mi novio terminó conmigo por un mensaje de texto, tengo un perro y perdí mis zapatos favoritos porque el animal se los comió. ¿Qué más quieres de mí?

Como siempre, yo y mi mala suerte porque al momento de decir eso, las luces se apagaron y como ya afuera estaba oscuro, no se veía nada—¡Charlie! —grité con un tono de angustia dejando ver mi miedo hacia la oscuridad.

—Estoy aquí desde hace mucho tiempo —dijo estando sentado a un lado de mí. Lo abracé y él me lo devolvió. Una de sus manos agarró su celular, lo encendió haciendo que su cara se alumbrara. Sentí un flash en mi cara y por instinto cerré los ojos—. Perdón —la linterna me había dado directamente en los ojos dejándome ciega por unos segundos—. ¿Ya no tienes tanto miedo? —se burló. Puso su celular en la mesita que se encontraba a un lado del sillón iluminado un poco la sala.

Observé la cocina que estaba a oscuras porque algo llamó mi atención y, entonces, vi pasar algo por debajo de la mesa. Me separé de Charlie totalmente aterrada—¡Por dios! ¡Charlie..., Charlie! —le di manotazos en el pecho. Volteé de nuevo con Charlie el cuál miraba confundido—. ¡Hay alguien en la cocina! —los dos giramos la cabeza en dirección a la cocina cuando justamente algo pasaba por debajo del mueble de nuevo. Los dos gritamos a todo pulmón.

Se paró, agarró mi brazo y comenzó a arrastrarme al baño—Estaremos seguros aquí —él jadeaba de cansancio. Se sentó en la tapa del baño y yo en el piso, esperando que la luz regresara.

—¿Y ahora qué hacemos? —le pregunté angustiada— Dejaste tu celular en la sala y yo también. No iré por él con esa cosa en la cocina.

—No sé, tal... —unos rasguños en la puerta lo interrumpieron. Gritamos de nuevo—. Si morimos hoy, quiero que sepas que estoy saliendo con la que te cae mal.

—¡¿Qué!? —me sentí extraña, había soltado tal información cómo si nada. Me levanté y agarré la perilla de la puerta— Te deseo lo mejor con Gabriela.

—¡Espera!, ¡¿qué haces?! —abrí la puerta y salí del baño, sintiéndome totalmente traicionada. Unas pezuñas se posicionaron en mis muslos e hicieron que cayera de espalda contra el suelo. Ni siquiera recordé que había "algo" fuera del baño, tampoco cómo es que me tiró al suelo ya que las pezuñas eran muy pequeñas.

—Charlie, ayúdame, puedo sentir cómo está comiendo mis tripas —bromeé al recordar que Charlie me acaba de regalar una cachorrita muy traviesa. Sentí su aliento caliente en mi oreja. En un abrir y cerrar de ojos la energía volvió dejándome ver a mi mascota.

—¿Natalie? ¿Estás bien? —preguntó Charlie sacando su cabeza por la puerta del baño y después salió de este. Me miró tirada en el suelo y pude observar su cara de espanto.

—Tranquilo era mi mascota —estiró su mano para ayudar a levantarme la cuál acepté y me levanté—. ¡Ahora empieza a correr! —me miró extrañado y, entonces, recordó lo que había dicho en el baño. Abrió los ojos y comenzó a correr, lo seguí hasta terminar en el patio—. No debiste haberte hecho novio de esa... esa... cualquiera —caminé de espaldas dispuesta a entrar de nuevo—. Pero lo hecho, hecho está... —me dí media vuelta y cuando dí el segundo paso me percaté de que había una piscina a la cual iba a caer. En ese momento sentí que Charlie me estiró el brazo haciéndome girar para evitar que cayera a lo cual quedamos de frente mirándonos por unos segundos, sonreí al igual que él.

—Mmm... Tengo que ir a casa, nos vemos mañana —no dije nada cuando desvió su mirada. Se hizo a un lado y caminó hasta la puerta principal, cuando escuché que la puerta se cerró me puse a reflexionar. ¿Qué demonios había sido eso? Lo que me había quedado claro es que Charlie tenía unos lindos ojos cafés, con un brillo inexplicablemente lindo. Revolví mi cabeza. ¿Por qué sigo pensando en eso? Rodé los ojos para deshacer mis pensamientos. Me dí media vuelta di dos pasos y entonces, recordé porque me había sostenido.

Salí empapada de la piscina, reí ruidosamente. Estaba tan distraída y no me queda más que reír por mis desgracias. Tocaron la puerta, me encaminé al umbral de la entrada del patio y grité:—¿Quién es?

—Soy yo, Charlie —abrió la puerta, me dedicó una mirada burlesca—. Olvidé las llaves del coche —llegó hasta mí, pasando sus dedos por mi blusa empapada—. Aun así te caíste —se burló.

—Sí —puse un mechón de mi cabello empapado atrás de mi oreja, desvié la mirada—. Charlie, voy a ser sincera, me sentí incómoda por lo que pasó allá afuera...

—Sólo te ayudé a que no te cayeras. ¿Eso te incomodó? —interrumpió rápidamente.

Negué—No. Olvídalo —comenzó a buscar sus llaves—. Ya vuelvo —caminé hasta mi habitación con la intención de cambiar mi ropa. Cuando regresé a la sala me percaté de que Charlie ya no estaba. Miré por la ventana porque escuchaba voces cruzando la calle, eran él y Gabriela riendo. Pero entonces veo como él le tiende mi abrigo que antes estaba colgado, sin dudar ese es mi suéter. Entrecerré los ojos enojada. Abrí la puerta y salí con la intención de arruinarles el momento—¡Charlie...! —el chico y la chica me miraron sorprendidos. Mi mejor amigo corrió hacia mí asustado. Yo, sin saber por qué lo hacía sentí una punzada en mi parte derecha del cuerpo mientras el frío pavimento tocaba mi cabeza eso hizo que perdiera la conciencia. Me desperté en los brazos de Charlie, estaba apurado intentando meterme en su auto— Oh, Charlie, eres tan conside...—no terminé la frase ya que él, en un intento desesperado por meterme al auto hizo que me pegara con la puerta e hizo que me volviera a desmayar.

Desperté con la vista borrosa parpadeé un par de veces para acostumbrarme. Miré a mi alrededor, estaba en una habitación blanca. Giré mi visión hacia la parte derecha de la cama en la que estaba acostada, ahí estaba un señor vestido de blanco con barba y cabello castaño mirándome y antes de que pudiera preguntar en dónde estaba, hablo;—Hija, estás en el cielo.

—¿Qué? ¿He muerto? —con mis codos apoyados en el colchón me enderecé un tanto sorprendida.

—Oh, claro que no —solté un suspiro de alivio—... Estás en el hospital "El Cielo" —me tendió la mano—. Me llamo Jesús —fruncí el ceño y un tanto confundida acepté su mano—. Te trajeron aquí porque te golpeaste en la cabeza al tropezar con una piedra en medio de la calle. Le llamaré a tu novio —salió antes de que negara lo de Charlie.

Al cabo de un rato Charlie entró—Te preguntarás por qué estás aquí...

—Oh, Jesús me lo dijo —me miró extrañado. Camino hacia mí y tocó mi cabeza.

—¿Segura que estás bien? —asentí lentamente ya que mi cabeza dolía.

Me enderecé completamente—Es el enfermero —miró la ventana y después lo hizo conmigo.

—Aquí no hay enfermero, más bien es una enfermera —volteamos a la puerta por un enorme resplandor que entraba de ella acompañada de el sonido de un arpa. Entonces, Jesús, a quien había conocido ya, entró. Ambos nos quedamos perplejos.

—Lo siento, estaba probando mi nuevo celular. Lo encontré en el baño —salió de la habitación apagando la linterna y la música que traía su nuevo aparato.

—¿Hablabas de ese Jesús? —asentí— Él es un vagabundo que vive en los conductos de ventilación. Es un buen tipo —asentí extrañada, dándole la razón—. Llamaré a Gabriela —buscó su teléfono en sus bolsillos—. ¡Mierda, Jesús, ese es mi teléfono! —salió del cuarto corriendo en busca del señor. Qué día tan extraño, vaya que ese golpe en la cabeza fue realmente duro.

Un amor cliché  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora